Eran otros tiempos.

Pasó en los años sesenta en una más de las aldeas gallegas. Se había convocado a los vecinos de la misma, para llevar a cabo la concentración parcelaria de sus fincas. Al hacer las mediciones de como quedaban las fincas concentradas, por parte de varios vecinos se alzaron voces de protesta por no estar de acuerdo con el reparto de las mismas. Ante esto, uno de los números del destacamento de la Guardia Civil, que había sido llamada para poner orden, disparó un par de tiros «al aire» (según dictaminó la investigación oficial de los hechos) con tan mala fortuna que uno de ellos, después de rozar el brazo de uno de los vecinos, se alojó finalmente en el pulmón de otro que estaba detrás de él.

A pesar de que la víctima fue trasladada rápidamente a un hospital de Santiago, el tiempo del traslado fue demasiado largo, por tener que hacerse por caminos de tierra y malas carreteras. Como consecuencia de ello, la víctima ingresó cadáver al hospital de Santiago. De este hecho nunca se informó en periódico alguno. ¿Qué pasó con su familia? Según me contó su hija mayor (que tenía ocho años cuando sucedieron los hechos), un abogado coruñés que atendía a gente sin recursos se había puesto en contacto con su madre, asegurándole que podía lograr que la familia no quedase en el desamparo económico, siempre que el caso no saliese a la luz, para tapar la responsabilidad penal de la Guardia Civil en el homicidio (sino asesinato) de su marido. Y así se hizo, la hija mayor pasó a ser tutelada en el centro de menores, para niñas, de la Diputación provincial de La Coruña. Sus dos hermanos, de seis y cuatro años, pasaron al centro de menores, para niños, de la Diputación, mientras que, su hermana pequeña, de solo un año de edad, se quedó con su madre, en la aldea. A la madre, le concedieron una pensión por el «accidente» laboral que provocó la muerte de su esposo. Más adelante, tuvo opción a «disfrutar» de una de las viviendas sociales construidas con fondos de la Diputación de La Coruña.

Al cabo del tiempo, la hija mayor recordaba todos estos hechos sin odio, ni rencor. Sólo se lamentaba de no haber podido disfrutar de los años de su niñez, en la compañía de sus otros hermanos, aunque de adultos siempre mantuvieron buenas relaciones personales, pero ya no era lo mismo. También comentó que, de todas formas, de no haber muerto su padre, y haber tenido que seguir en la aldea, al final nadie les hubiese salvado de tener que emigrar al no llegar con el trabajo de la tierra para sacar adelante a toda la familia.

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