cautiverio

alarma de Harold sonó inclemente esa mañana sacándolo del profundo sueño en que se encontraba, no había nada que hacer con la alarma quien no encuentra razón en que hoy sea un día domingo. Ese día se preparo el desayuno con poco que encontró en la nevera, media taza de leche y un poco de café instantáneo.

Fue a la puerta de su apartamento a recoger el periódico matinal, su apartamento no era muy grande un cuarto pequeño para una persona, una cocina modesta, un baño y una salita. Tomo el periódico y le salto a la vista el encabezado de letras grandes que decía “ALIENS EN EL ZOOLÓGICO”. Debe ser una broma pensó de inmediato tratando de negar lo que había visto mientras repasaba el titulo una y otra vez. La nota no era clara sobre cómo habían llegado, ni el porqué estaban en un zoológico. Pero sí hacia mucho énfasis en la labor del gobierno, tanto encubriéndolos como presentándolos al público.

Esa noticia causo un gran impacto en la mente de Harold quien leyó el artículo una y otra vez. “No estamos solos en el universo, existe vida y está a solo unas calles”. No esto debía ser una broma pesada de alguien en el periódico, como quien hace una broma cruel en la radio, no simplemente no podía ser.

Si alguien sabía que estaba ocurriendo ese era su amigo Fred. Fred era un amigo de la universidad quien trabajaba como veterinario en el zoológico. No era la primera vez que Harold tenía la oportunidad de espiar tras bastidores del zoológico, como cuando alimento a los pingüinos o ayudo a dar a luz a una gacela. Harold tomo el teléfono, sabía que no era conveniente llamarlo en la mañana en su día libre. Pero esta noticia bien valía una molestia o dos, era algo tan extraordinario, tan único en la historia de la humanidad, tan fuera de lo común.

  • Hola – dijo Fred atreves del altavoz del teléfono.
  • Soy yo Harold ¿como estas? – Harold sabia que nunca estaba por demás ser cortes pero se notaba un tono acelerado en su voz como si quisiera disparar la noticia de una vez.
  • Bien, bien.
  • Entonces es cierto.
  • Sabía que me llamarías tan pronto como la noticia se hiciera pública. Es cierto, todo es cierto han estado aquí desde el miércoles.
  • Y ¿cuántos son? ¿Cómo son? ¿son inteligentes?
  • Porque no vienes tu mismo a verlos le diré al guardia que te deje pasar, el lugar está vacío. Yo soy el único que tiene trabajando en su día libre – dijo Fred con algo de enfado en su voz.

Harold corto la llamada con algo de emoción en su rostro, se apresuro en limpiar la mesa mientras lo hacía sintió una extraña sensación de déjà vu, como si los platos, la mesa, el sol le fueran tan familiares como salidos de un recuerdo. Corrió lo más rápido que pudo a cepillarse los dientes cuando se dio cuenta que su espejo faltaba. Los sucesos de anteayer le vinieron a la mente, había peleado con su novia de una fea manera. Ella le grito histérica lanzándole cosas, una de las cuales le dio en la cabeza y rompió el espejo de rebote. Esa noche llevaron a Harold a emergencias le afeitaron la cabeza y le suturaron la herida, retiro el espejo el día siguiente pero no la volvió a ver.

Mientras se cepillaba pasaba la mano sobre su cabeza calva tocando la herida que estaba cubierta por una gasa blanca, pensaba en lo bueno que era ya haberse afeitado ayer así no tendría que hacerlo hoy, se enjaguo la boca y se cambio de ropa y fue directamente al zoológico. No quedaba muy lejos realmente solo un par de calles y estaría ahí. Cuando llego a la puerta, un guardia corpulento los recibió sin bajar la mirada de su periódico.

  • Buenos días so…
  • Debes ser Harold, Fred dijo que vendrías toma estas llaves te está esperando en el galpón que esta al fondo a mano derecha- interrumpió el guardia con un tono mal humorado dándole la espalda y ocultando su cara tras el periódico.

Creo que trabajar en domingo pone a todos de mal humor, se dirigió al lugar y cuando entro no había señales de Fred por ningún lado. Pero cuando vio al gran cristal casi como si se tratara de un acuario gigante pudo observar a unos seres que claramente no eran de este mundo, no eran ni remotamente parecidos a una persona, enanitos verdes o como en las películas su aspecto era completamente indescriptible no había en la Tierra nada que se le pareciera ni animal ni vegetal, algo único como quien acaba de ver un color nuevo; algo completamente inimaginable. Al principio vio solo a uno luego creyó ver más, como si el primero se hubiera ocultado y otros hubieran salido, luego vio como una familia, se escondían y salían. Tras verlos mucho tiempo se dio cuenta que tenían distintos colores no por su naturaleza sino como algún tipo de vestimenta, le pareció extraño que no se pareciera en nada a un traje espacial como habría de suponerse, pero que sabia él de alienígenas y trajes espaciales.

permaneció ahí por horas el tiempo se le iba sin que él se percatara de su avance,  en la salida quiso preguntar al guardia por Fred pero su mal humor lo hizo desistir. De regreso a casa termino el día con más labores domesticas y algo de televisión.  Y esa noche se fue a dormir pensando en las criaturas que había visto. Le vinieron a la mente muchas preguntas antes de quedarse dormido, si él era tan repulsivo para ellos como ellos para él, ¿como se sentirán saber que están en cautiverio en un planeta lejano?, ¿porque vinieron a la Tierra?

La alarma de Harold sonó inclemente esa mañana sacándolo del profundo sueño en que se encontraba, no había nada que hacer con la alarma quien no encuentra razón en que hoy sea un día domingo. Harold tomo un café instantáneo y leyó el periódico en cuyo encabezado decía “ALIENS EN EL ZOOLÓGICO” le pareció imposible eso tenía que ser una broma,  si alguien sabía que estaba pasando ese era su amigo Fred. Ese día se encamino al zoológico, saludo con el mal humorado guardia  y cuando entro a al cuarto se encontró con cuatro criaturas, daban la impresión de ser una familia de algún tipo, él los miraba y ellos lo miraban a él.

Al otro lado del vidrio un letrero que decía en un idioma desconocido por el hombre: Humano, 63 kg, 1,73, estado actual en cautiverio.

Cuando Harold volvió a casa y se hubo dormido, dos extraterrestres entraron en su casa, aun así no se despertó su sueño parecía inducido y artificial, ellos llenaron el refrigerador, y cambiaron el tubo de dentífrico, acomodaron nuevamente el periódico y se aseguraron de que estuviera bien afeitado.

La alarma sonó nuevamente y Harold se desperto molesto de que lo hagan madrugar a uno en domingo.

Stephano
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