Invitados poco convincentes

Perfil de FaceBook

Hola, soy Quique. El apellido no importa. Mi lema es que sólo importan las personas.

Edad: Paso de los veinte, pero no mucho.

Estudio: No acabé el Bachillerato. Los profesores me amargaron la existencia. Ahora, la vida es mi Universidad.

Dónde vivo: Los que me conocéis ya sabéis dónde. A los demás no lo os lo digo. Me gusta mantenerlo en secreto.

Perfil laboral: En este momento, no me dedico a nada en concreto. Estoy en una etapa dispersa pero la cabeza me estalla de tantas ideas como tengo. Sólo hay que encauzarlas.

Mi pasión: la historia.

Mi bandera: la curiosidad

Son muy bueno en: sesiones de guija.

8 de octubre: mensaje a todos mis fans. Os cuento: mañana intentaré realizar uno de mis proyectos más queridos: hacer un viaje en el tiempo. Convocaré a unos cuantas personas de diferentes épocas. ¿A qué mola? Según lo que me digan, me iré al momento del pasado que más me atraiga. Os mantendré informados

10 de octubre: no hay mensajes.

12 de octubre: no hay mensajes

15 de octubre: ¡Ya estoy de vuelta! Siento no haberos informado  antes. Pero necesité estos días para reponerme de la experiencia -que fue total. Paso a contaros la sesión del día 10. Conseguí reunir a ocho personas que vivieron en ocho épocas diferentes. Os lo cuento resumidito. Quien quiera ver el vídeo con la historia completa, que vaya a YouTube y la busque en: quiqueloqueras@sesiondeguija.es. Allí está, con las voces y todo.

Primero apareció un griego. Creo que era un filósofo porque no se le entendía nada. Me aconsejó ir a la Atenas de Pericles porque allí nació la democracia. Le dije que pasaba; aquí también tenemos democracia y para ver cosas repetidas, paso de viajar.

El segundo en aparecer fue una especie de fraile que habló de los sermones que soltaba desde el púlpito para que el pueblo se arrepintiera de sus pecados antes de que se acabara el año y empezara el nuevo milenio. Según él,  en ese momento se iba a acabar el mundo. Casi me disloco la mandibula de tanto reirme. ¡El miedo al milenio! ¡Qué retro! ¡Con la juerga que montamos aquí cuando empezó el 2000! Como los curas me caen fatal, ni de coña me voy con él aunque sea por unos pocos días.

Después apareció, ¡no os lo vais a creer! ¡Gutenberg! Intentó convencerme de que ver el nacimiento de la imprenta es suficiente premio como para irme a la Alemania del siglo quince. Yo le expliqué qué eran los ordenadores, le enseñé el mío y los programas Word y PDF -y eso que no quise pasarme con el Excell. Aunque sintió curiosidad, se molestó porque alguien dejara obsoleto su invento. Chao, Alemania.

El cuarto era un tipo calvo, con el poco pelo que le quedaba largo y rizado. Me dijo que se apellidaba Bramante y afirmó que el siglo dieciseis italiano había sido el paraíso de los arquitectos. Habló de grandes retos. Y venga a hablar de las grandes basílicas italianas. Cuando le hablé de Norman Foster puso un gesto de superioridad que me fastidió. Entonces saqué el móvil y le enseñé las fotos de esa torre con pinta de pepino con espejos que hizo en Londres y Bramante, el pobre, se quedó totalmente apabullado. Tampoco me voy a Italia.

El quinto fue el que más me interesó. Venía de Praga y me habló de la corte de RodolfoII. No estaría mal darse una vuelta por palacio, lleno de alquimistas. ¿Os lo podéis imaginar? Cuando me habló del Golem, casi me voy con él. Pero, entonces, recordé que el Golem no era más que un muñeco de barro. Se me fueron las ganas de viajar. Ya tenemos robots. Y bien espabilados que son. ¿Que falta nos hacen unas figuras de barro por muy obedientes que sean? Paso de los Golems y de Praga.

Estaba esperando ver entrar a alguien conocido, no sé, Rosbespierre, María Antonieta. Pues no. Aparecen tres zafias, con caras de limón y una especie de sombreritos con unas cintas con la bandera francesa. También llevaban unas agujas de tejer rarísimas, los ovillos de lana manchados de sangre y gritando algo en francés. Como soy de inglés, no me enteré de nada. Hasta que caí en la cuenta de que eran aquellas chaladas que se iban al pie de la guillotina a ver rodar cabezas -literalmente. Si vierais la lana con las salpicaduras rojas, se os quitaban las ganas de ponerle ketchup a los macarrones. Hasta me dieron náuseas. Mucha liberté pero la violencia no es lo mío. ¡Lo que me costó devolver a esas verduleras a París!

Confiaba en que la última visita me convenciera para acompañarlo. Pero no era mi día. Apareció un explorador inglés, la ropa hecha trizas, el salacot un asco y unos bigotes que no se llevan desde hace un siglo, por lo menos. Se lió a hablar de las exploraciones del siglo diecinueve. Y vuelta con las fuentes del Nilo y los hallazgos arqueológicos. Y otra vez el Nilo. No tuve más remedio que cortarle el rollo. Le señalé la Luna – por suerte la noche era muy despejada- y le expliqué que, si en su siglo ellos habían llegado muy lejos, nosotros en el nuestro, habíamos puesto los pies allí -y señalé la Luna. Flipó totalmente. Al principio no me creía pero, cuando pude convencerle, se marchó un poco agobiado. Yo diría que depre. Me dio pena porque era un tío educado pero, entre el Nilo y la Luna, no hay color. Menos mal que lo aceptó. Hay que reconocer que los ingleses eran bien educados. No como los que vienen ahora, a pasar calor, beber y saltar de un balcón a otro en plan Tarzán. Se largó sin armar barullo ni dar la chapa. No como las brujas de la guillotina, pidiendo cabezas y más cabezas. O el alemán, tirando de mi brazo como un poseso, diciendo presse, presse. que creo que quiere decir imprenta en alemán.

Bueno, esta fue la sesión de guija. No salió mal aunque decidí no moverme del siglo veintiuno. Para ver cosas repetidas o más antiguas que andar a pie, me quedo donde estoy.

Me gustaría pediros un favor. ¿Alguien sabe cómo deshacerse de los espíritus que vinieron gracias a la guija? Algunos se niegan a marcharse y no sé qué  hacer. Lo malo es que los vecinos se van a mosquear con tanto grito y van a llamar a la Policía. Ya no aguanto más. Si alguien puede ayudarme, por favor, mándame un mensaje con la soluciòn a: quiquearrepentido@sesiondeguijafracasada.es.

 

 

esther dominguez soto
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