EXSCIND -Memorias de una cazadora-
- publicado el 08/10/2020
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Encuentro en la oscuridad.
Percibió algo que puso su cuerpo y su mente completamente en tensión. Realizó un esfuerzo mayor mientras se acariciaba la espesa y blanca barba con su mano derecha y pudo captarlo con mayor fuerza y claridad. No era algo, sino alguien. Y no uno, sino varios. Se centró más aún en el grupo. Era indudable que viajaban juntos, de eso no había la menor duda. Deseaba con todas sus fuerzas hablar con ellos. Saber sus intenciones y su destino final. Pero mostrarse abiertamente podía ocasionarle problemas ya que desconocía cuales eran sus verdaderas intenciones. Así que decidió esperar en un segundo plano, en las sombras, hasta descubrir un poco más sobre ellos.
No quería que su impaciencia le llevase a cometer errores iguales a los cometidos en el pasado. Pero su curiosidad y ansias por saber más de ellos se acrecentaban por momentos. Así, intentó expandir su mente un poco más allá. Ahora podía percibirlos con mayor claridad aún. Era como si se encontrara entre ellos, justo a su lado. Eran cuatro. El primero en el que fijó todos sus sentidos era, indudablemente, un guerrero. Algo que podía suponerse por la armadura completa que portaba con gallardía. Se veía que era un guerrero experimentado como denotaban algunas abolladuras en la coraza y las marcas de otros aceros contra ella. Y debía poseer una fuerza extraordinaria como así se podía deducir por la espada bastarda que colgaba de su espalda. Un arma que requería de unos brazos fuertes para blandirla. Cerca, sentadas junto a la hoguera, conversaban dos figuras más delgadas. Dos mujeres, sin duda. La primera de cabellos cortos y negros. Piel morena y vestimentas blancas procedía indudablemente de las tierras del otro lado del Mar de Corla, allí en el sur. Sus muñecas estaban adornadas por una gran cantidad de finos aros dorados que tintineaban con el movimiento de sus manos de manera armoniosa. Su interlocutora era de cabellos rubios y largos. Sus orejas puntiagudas confirmaban que se trataba de una elfa. El arco largo que descansaba junto a ella y sus ropajes de exploradora confirmaban que debía ser una excelente tiradora. De pronto, con un rápido movimiento, se llevó el dedo índice de su mano izquierda junto a sus labios y agarró con premura su arco mientras observaba con mirada penetrante cuanto las rodeaba. Sin darse cuenta, había bajado la guardia mientras las estudiaba, desvelando su presencia de manera imprudente. Por unos momentos contuvo la respiración hasta que la elfa volvió a soltar el arco y siguió conversando con su compañera.
Un poco más alejado del grupo, en el límite entre la luz de la hoguera y las tinieblas de la noche que envolvían al grupo, captó al cuarto miembro. El más misterioso sin lugar a dudas. Estaba envuelto en una amplia túnica de color carmesí cuya capucha le cubría el rostro dejando tan solo al descubierto una pequeña barba color gris. Intentó averiguar algo más sobre él, pero parecía como si un aura mágica lo rodeara y blindara de cualquier escrutinio no deseado. Le fue imposible averiguar nada más sobre él.
Satisfecho con las investigaciones que había realizado cortó el enlace mental con el grupo, al menos por el momento, y volvió al mundo que le rodeaba. Con la mayor celeridad posible para no olvidar ningún detalle de su encuentro, dio un sorbo al café que empezaba a enfriarse en la taza y comenzó a golpear las teclas de su vieja Olivetti color rojo.
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