Misión arqueológica (Parte V)

Misión arqueológica (Parte I)

Misión arqueológica (Parte II)

Misión arqueológica (Parte III)

Misión arqueológica (Parte IV)

 

RESUMEN

García es una arqueóloga espacial que ha encontrado, en un pecio abandonado,una esfera que atrae hacia sí la materia más ligera. Además, ha descubierto la bitácora del comandante de la nave, que podría ser una fuente valiosa de información, aunque todavía no la ha podido descifrar. Mientras García investiga el origen de la esfera y la bitácora del almirante, la reserva de su tanque de Oxígeno comienza a agotarse. Intuitivamente, García sospecha de la influencia de la esfera.

 

Misión arqueológica (Parte V)

Dos horas era muy poco tiempo para esperar. Si se quedaba allí, sus posibilidades de sobrevivir eran mínimas. Sin embargo, su traje no tenía autonomía para desplazarse hasta el planeta más cercano. Dependía de lo que aquel pecio espacial pudiera moverse y de si aún disponía de energía.

Recordó el campo de fuerza que rodeaba a la esfera cuando entró en la nave. De alguna forma, los generadores debían seguir funcionando. Sólo esperaba que el circuito no fuera independiente y que le permitiera redirigir la potencia hacia los motores. Quiso suponer que sí, ya que era la única opción que consideraba. El desplazamiento, aun así, debía ser tradicional. Con la compuerta exterior rota, no podría dar un salto aunque la nave hubiera dispuesto de ese potencial. No obstante, los motores debían ser suficiente para alcanzar aquel lejano punto que creyó que podía ser un planeta. Con suerte, éste o un satélite podrían ser parcialmente habitables. La mayoría de planetas que conocía ofrecía una de las dos opciones. Sólo necesitaba un terreno sólido y algo de agua para instalar el hidrolizador y producir nuevo Oxígeno.

Volvió a quedarle patente que el aspecto arcaico de la nave no era más una máscara. La presencia de un Gran Almirante a bordo, aquella esfera metálica y, ahora, unos potentes motores le confirmaron que el pecio no era una ruina habitual. En pocos minutos, la nave parecía querer avanzar, pero la arqueóloga recordó qué hacía allí. Antes de adquirir velocidad, García soltó una baliza indicando su rumbo, por si volvían en su rescate. Le colocó la clave mínima, para que fuera rápidamente descifrada y, no obstante, fuera reconocida como propia de un oficial. La vio parpadear en la distancia conforme se alejaba de ella. García se quedó mirando hacia el vacío tras ella, con la esperanza de que apareciera repentinamente su nave nodriza. Dentro del pecio, la esfera parecía observarla mientras rodaba por la sala en sentido contrario al avance. Tenía el tamaño de un balón de fútbol.

A medida que se iba acercando, García asumió que las cosas no iban a mejorar fácilmente. Confirmó que sí era un planeta aquello que intuía en la distancia, pero su color violáceo suponía una mala señal. No conocía ningún suelo de mundo, ni ninguna atmósfera sana, que fuera violeta. Probablemente, fuera un gigante gaseoso. Eso no significaba que estuviera todo perdido, sin embargo. Por su experiencia, estos planetas solían contar con varios satélites y alguno de ellos podía resultar un buen lugar de alunizaje. Pero la inquietud amenazaba con convertirse en desesperación.

La liebre saltó en la computadora del Gran Almirante mientras se acercaba al planeta. La clave había sido descifrada en un tiempo récord. Como su intuición le había sugerido, la contraseña del alto oficial era una frase con significado y su decodificador había tardado apenas dos horas en hallar la clave para su comprensión. El diario completo del Gran Almirante comenzó a descargarse al lector de memorias de García. Había sido un momento afortunado, aunque apoyado en su pericia, pues pensaba que no podría descargar la información ni en el tiempo del que suponía que disponía inicialmente. Un segundo golpe de suerte le llegó cuando el lector de la nave detectó una atmósfera parcialmente oxigenada en uno de los siete satélites en torno al gigante gaseoso. Un dieciséis por ciento significaba que, en ausencia de toxinas, podría llegar a respirar sin equipo.

García pegó un salto para cambiar de consola. Tenía que realizar una aproximación cuidadosa. Carecía de cualquier tipo de protección frente a una atmósfera densa, pero el alunizaje era una prioridad.

Aún le quedaba una hora y media de Oxígeno en su tanque cuando un indicador alertó de la temperatura creciente en el casco externo. La atmósfera ardiente penetraría en el compartimento de un momento a otro. La arqueóloga decidió olvidarse de la aerodinámica de la nave y entro en la atmósfera lateralmente. El vacío que se creaba detrás de la nave le concedió cierta protección, pero aquella posición generaba demasiada resistencia al aire. La fricción se notaba en la vibración de la consola de mando. Fragmentos de metal se fueron desprendiendo del casco exterior mientras la nave crujía por la presión. Algunos entraban por la puerta abierta dirigiéndose hacia la esfera. Un enorme pedazo chocó contra una de las cámaras exteriores, con un estruendo que fue capaz de oír incluso dentro de su traje, y deshabilitó completamente la pantalla de imágenes frontal. García volvió a cambiar de consola y esperó a que una clina en las condiciones exteriores le indicara que había cruzado la ionosfera. De pronto se percató de que sus movimientos se hacían más pesados y que un calor creciente comenzaba a sofocarla. La esfera seguía creciendo de una forma paulatina, la metralla de las paredes se había empezado a fusionar con su núcleo y ahora parecía contener una cánula gaseosa en torno a ella. Estaba atrayendo los gases del exterior.

 

(continuará)

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