Despierta mundo, despierta

«Tienes que dormirte ya, mi pequeño», le repite una vez más, pacientemente, su madre. Es la segunda vez, tal vez la tercera, ya ha perdido la cuenta. Pero es en vano, los nervios y la emoción que siente no dejará que esta noche pueda cerrar sus bonitos ojos: esos dos ojos negros como la oscuridad de la noche.

Su mente se llena de decenas y decenas de imágenes: un balón de fútbol para jugar con su prima Aamaal, una bicicleta para dar largos paseos con su hermano mayor, una camiseta de su color favorito, un peluche enorme para ponerlo en su cama… Ojalá mamá le regale mañana una de estas cosas. Pero, sin duda, lo que más desea es un libro de esos que tienen dibujos para colorear.
Mañana es su cumpleaños.

Acércate, ven, míralo. Sí, ¿lo ves? El pequeño, que está tapado con la sábana completamente, tiene en su cara una gran sonrisa. Mira esos hoyuelos en sus cachetes, no me digas que no te encantan.
¿Sabes por qué sonríe? Sonríe porque se ve abriendo ese regalo, se ve descubriendo tras el papel ese libro de dibujos, se ve coloreando uno de los dibujos donde hay un barco sobre el mar. Despacito, muy despacito para no salirse de las líneas. Con mucha paciencia para que el dibujo quede perfecto. Con mucho cuidado para que todo el mundo vea lo bien que sabe colorear. «Despacito, mi niño, así, tienes que hacerlo muy despacito», le dijo su madre el día que le enseñó a colorear su primer dibujo.
Muy despacito…

Ha quedado precioso, ¿verdad? El mar es azul, de un tono un poco más oscuro que el cielo. Hay pájaros que vuelan entre los rayos de sol. Mamá coge el dibujo, lo pega en el frigorífico y, cada vez que alguien venga a casa, se lo enseñará orgullosa mientras dirá: ‘Mi pequeño Aylan es un artista’.

 

Oh, Aylan, claro. Seguro que te suena ese nombre. Seguro que ya sabes de quién te hablo. Por tanto, no hace falta que sigamos con esta mentira, ¿verdad?
Sí, su madre intentando que Aylan se duerma, él sonriendo bajo las sábanas, sus hoyuelos marcados, el libro de colorear envuelto en papel de regalo…
La verdad es que el dibujo de Aylan pegado en el frigorífico es solo un sueño. Ya sabes por qué… Claro, Aylan está muerto.

 

Cuando vimos la imagen de ese niño, poca abajo, en la orilla de una playa de Turquía, daban ganas de gritar fuertemente: ¡¡Despierta Aylan, despierta!!

Pero no era Aylan quien tenía que despertar.

Somos nosotros y nosotras quienes tenemos que hacerlo.

Mery
Últimas entradas de Mery (ver todo)

Deja un comentario

Tu dirección de email no será publicada