Aprendiendo a Vivir

INTRODUCCION

 

Cuando se habla de adolescencia, escuchamos decir que es la época complicada, de rebeldía, de encontrar el lugar donde encajamos en este planeta. Pero muy pocos mencionan que es en esta etapa donde se mezclan tres ingredientes mágicos: Atracción, intimidad y compromiso. Dando paso a una de las emociones más complejas del ser humano: El amor romántico.

Es durante la adolescencia donde se desarrolla esa capacidad de sentir un amor romántico. Los adolescentes de todo el mundo experimentan sentimientos de atracción apasionados. No importa la cultura, condición social, religión, raza o género, todos pasan por eso. Estos nuevos sentimientos pueden ser emocionantes y excitantes y en algunos casos el salvavidas necesario en este inmenso mar que es la vida, enseñándoles el camino correcto, enseñándoles a vivir.

 

 

 

 

 

Capítulo 1

La lluvia incesante caía sobre la ventana de la habitación de Emilia. Ese día el frío se había acentuado más que en los días anteriores, de tal manera que Emilia no tenía el mínimo deseo de levantarse de la cama. Sin embargo, recordó su madre recibiría unas amigas y aquel encuentro le helaba la sangre más que cualquier clima invernal.

Luego de ducharse,  cogió su uniforme escolar y totalmente desganada como si llevara una gran carga sobre sus hombros, comenzó a vestirse. Bajó las escaleras, estaba acercándose al comedor para desayunar pero los gritos de su madre reclamándole a su padre el desinterés por ella, provocaron que cambie de dirección y llegue a la cocina. Tomó una fruta y muy lento empezó a comerla, mientras que algunas lágrimas mojaban sus mejillas.

Clara, la señora que limpiaba la casa, observó de lejos como Emilia optó por evadir la tristeza colocándose unos audífonos, reemplazando así los insultos entre sus padres con alguna canción de moda.

-Señorita Emilia, tómese un vaso de jugo de naranja y coma estas obleas. No es bueno ir a estudiar sin nada en el estómago. Emilia esbozo una pequeña sonrisa y mordió un pedazo de oblea para no desairar a Clara, luego se retiró. Lo que menos quería era quedarse más tiempo en esa casa.

A sus quince años, Emilia no recordaba algún día en que sus padres hayan estado de acuerdo. Cada uno vivía en su tiempo y entorno. Su padre como buen director ejecutivo de una compañía transnacional sólo pensaba en sus negocios. Su madre, dueña de una de las boutiques de mayor acogida en la capital, andaba metida de lleno en el mundo de la moda. En lo único que concordaban era en aparentar ante las lentes de los fotógrafos de las revistas socia lité y bueno claro en olvidarse que tenían una hija.

-Puedes pasar a recogerme para ir a la escuela, estoy parada en la esquina de mi casa. Emilia le envió un mensaje a Úrsula, su mejor amiga desde los ocho años que la trasladaron al Villa College para que estudiara.

-Estoy en camino. Úrsula contestó de inmediato.

-¡Amigaaaaaa, te he extrañado tanto!. Úrsula al ver a Emilia la saludó desde la ventana del auto con un entusiasmo único,  característico en ella. Mientras que Emilia totalmente taciturna subió en la parte trasera del Mercedes Benz color rojo que servía de movilidad  a su amiga y esbozó un: -No exageres.

El padre de Úrsula era diplomático y había dispuesto un chófer para que traslade a Úrsula donde ella quisiera. Era una niña mimada pero querida según la perspectiva de Emilia, demasiado para su gusto, pues siempre la consentían en todo. Aunque no lo quisiera confesar Emilia sabía que en el fondo sentía celos de su amiga.

-Emilia ya cambia esa cara, tu sabes que soy súper efusiva. Para que estés de mejor ánimo, te presto mi GivenchyLips el mejor brillo labial que realzara tu belleza latina. Emilia comenzó a reír y abrazo a su amiga, después de todo era con la única persona que podría sentarse sin decir nada y pensar por un momento que tan solo con lucir bonita todo es posible.

Entre las clases de trigonometría y biología hubo un descanso de quince minutos. Emilia aprovechó para ir detrás del auditorio y fumar un cigarrillo, era su forma de ir contra el sistema. Estaba harta de guardar siempre las apariencias como se lo habían inculcado a sus padres, incluso callando lo que sientes.

-Oye Emi. ¿Dónde te habías metido ?. Te estaba buscando. Úrsula acompañada de dos muchachos, compañeros de aula, le daban el encuentro a Emilia que venia del fondo del patio y para no ponerse en evidencia ni escuchar las críticas de su amiga, respondió con otra interrogante – ¿Qué traes en mente Uchi?.

Entre risas, Úrsula junto a los otros chicos le comentaron a Emilia como se iban a divertir el viernes por la noche. Úrsula había planeado reunirse con sus amigos el viernes en la biblioteca de su casa, para elaborar un supuesto trabajo grupal de la escuela. En realidad aprovecharía que en su casa se llevaría a cabo una de esas aburridas reuniones familiares para poder sustraer unas cuantas botellas de champaña y beberlas mientras veían alguna película. Emilia escuchaba atenta a Úrsula y supo en un instante que todo lo que estaba planeando Úrsula era para poder ligarse al pesadito de Antonio, el cual la traía loca desde el primer año.

-Hey Emilia, di algo. No pareces muy entusiasmada con la idea. Úrsula trataba de que Emilia se comportara como una adolescente común y corriente. Pero en realidad, Emilia no estaba muy convencida de ir, pues le importaba un rábano estar viendo como Úrsula realizaba toda una estrategia al más puro estilo militar para poder estar con el sabelotodo del colegio. Sin embargo, cualquier cosa era mejor que quedarse en su casa, así que accedió.

Capítulo 2

 

-Mamá llamé a papá pero no ha contestado, igual que deje un mensaje. Sabes voy a ir a estudiar a la casa de Úrsula, si es tarde me quedo a dormir con ella. La madre de Emilia no dejaba de revisar unas blusas que le llegaron para exhibirlas, mientras que su hija se esforzaba en que le prestara atención o tan solo que alzara una vez la mirada cuando le hablaba. Pero el resultado fue igual que otras veces: Un “aja, está bien” por parte de su madre. Emilia tratando de alargar una seudo conversación alegó: -Ok le avisas a papá para que no se preocupe. Su madre respondió con una sarcástica risa para luego murmurar “solo Dios sabe dónde estará, es viernes”. Emilia pensó que un día de esos podría salir desnuda de su casa, así tal vez su madre la consideraba. Quiso llorar pero en su lugar respiro hondo, para ahogar el malestar. Cogió su bolso y llamó a uno de esos servicios de taxi por aplicación. Estaba por llegar a la casa de Ursula cuando solicitó al chófer que hiciera un alto en una tienda al paso junto a la estación de combustible cercana. Necesitaba comprar una cajetilla de cigarros.

-Buenas noches, busco a Uchi. Emilia parada en medio de la sala de la casa de su amiga, en donde en ese momento se había reunido casi una veintena de gente. Abuelos, tíos y primos que probablemente había visto en algún cumpleaños de su amiga. Ahora tenía la mirada de ellos sobre su rostro. La madre de Úrsula se acercó a Emilia con una amabilidad, algo fingida, según la opinión de Emilia y le dijo: – Querida Úrsula te está esperando en la biblioteca junto a tus compañeros para la realización del trabajo escolar. Emilia pudo sentir que la madre de Úrsula no quería que nada interrumpiese su flamante reunión y como ella lo estaba haciendo en ese momento, tuvo que sacarla de una manera cortés por así decirlo. Y no es que Emilia quería quedarse con toda esa sarta de personas mayores pero le causaba gracia como la gente vivía de las apariencias.

-Emi, pensé que ya no venías. ¡¡¡Mira lo que conseguí¡¡¡. Úrsula recibió a Emilia con una botella de champan francés en una mano y un par de copas de cristal en la otra. Por su parte, Fabio y Antonio se pusieron de pie del cómodo sillón en el que estaban y poder saludar a Emilia. Entre comentarios acerca de los apodos que les colocaban a los profesores, risas y miradas cómplices entre Úrsula y Antonio, los cuatro muchachos bebieron casi todo el champan. Úrsula notó que el alcohol había provocado un efecto cariñoso, por así decirlo de Antonio hacia ella. Obviamente no quería que la magia se acabe, entonces sin pensarlo dos veces tomó la mano de Antonio para llevarlo fuera de la biblioteca y mientras se iban hacia la despensa de su padre y ver que licor podían obtener, agregó:-¡¡¡Chicos ya venimos, vamos en busca de más alegría¡¡¡

En la biblioteca se quedaron Fabio y Emilia. Ella prefirió recostarse en el sillón, cerrar los ojos y perderse con la música. Evitando todas las cursilerías que le decía Fabio sobre lo lindo que eran sus ojos o que le parecía la chica más bonita de toda la escuela. La verdad es que Emilia no tenía humor para andar con novio o algo que se le parezca. Así que prefirió mantener la distancia con Fabio antes de que él confundiera las cosas. Sin embargo, Fabio ya estaba más confundido de lo que parecía, pues sin saber cómo o porque, o tal vez por producto del alcohol, aprovechó la distracción de Emilia, apareciendo sobre ella intentándola besar: -Qué te parece si seguimos los pasos de Úrsula y Antonio. La propuesta y actitud de Fabio, exaltaron a Emilia, quien se sacudió de él, dándole un fuerte empujón para luego increparle: – ¡Qué pasa Fabio, de donde sacas la idea que quiero estar contigo!. Se puso de pie para salir en busca de Úrsula, pero Fabio la cogió del antebrazo y le replicó: -¡Vamos Emilia, sabias muy bien a que venias¡. ¡Era obvio que no íbamos a estar de chaperones¡. Además teniendo el antecedente de lo alegre que se pone tu mami en esas fiestas con modelos, pensé que tú eras como ella. Emilia sintió que el mundo se le venía encima. Sabía que su familia no era perfecta, pero que usen eso para tratar de sobrepasarse con ella, era demasiado. Llena de ira, escupió a Fabio en la cara para luego agregar: -¡Vete a la mierda Fabio¡. Salió corriendo del lugar, llorando por la rabia que sintió y para evitar que la vieran, decidió cruzar el jardín. Caminaba a toda prisa pero tuvo que hacer un alto para recoger las cosas que cayeron de su bolso, cuando éste resbaló de su hombro.

-No eres muy chica para estar fumando. Fernando, el primo veinteañero de Ursula, había visto pasar a Emilia y bajo el pretexto de recibir una llamada, salió a darle el encuentro. Aprovecho el momento en que cayeron las cosas del bolso, para alcanzarle la cajetilla de cigarros. Emilia la tomó, y luego de sonreír insulsamente, contestó: -No me digas que tú a los 15 años no fumabas. Además ten en cuenta que las mujeres maduramos antes que los hombres y si tengo la capacidad de procrear desde los 12 porque no podría fumar a los 15. Fernando sonrió con la ironía de Emilia y notó que había estado llorando, entonces le preguntó: – ¿Todo bien? ¿Por qué no estas con tus amigos? . Emilia no quería hablar de lo ocurrido, así que mientras se acercaba a la reja de salida contestó: -No es nada, solo me aburren los idiotas. Fernando apresuró el paso para alcanzar a Emilia y le pidió que lo esperara cinco minutos:-Voy a despedirme y regreso para llevarte a tu casa. Emilia encogió los hombros en señal de aceptación. Y así inesperadamente luego de unos minutos se encontraron en el auto de Fernando rumbo a su domicilio.

Capítulo 3

Los mensajes incesantes que ingresaban al celular de Emilia no permitían que éste dejara de sonar. Emilia lo sacó del bolso para revisar quien irrumpía su tranquilidad camino a casa. Visualizó un par de mensajes que eran de Úrsula, quien no dejaba preguntar por lo sucedido con Fabio. Emilia no quiso entrar en detalle pero quería que su amiga dejara de hostigarla. Así que le escribió: -Es un imbécil. Te cuento mañana, ya estoy por llegar a mi casa y solo quiero descansar. Tenía dos mensajes más uno de su padre y el otro de su madre. El primero mencionaba que ya sabía que iría donde Úrsula. Lo había oído, en la grabación que dejó, camino a una cena de negocios con los inversores asiáticos. El de su madre era aún más frívolo: -Diviértete, estoy en una reunión de diseñadores, nos vemos mañana. Emilia sonrió de mala gana al leer lo que sus padres le decían, y es que por más que lo intentaba no tenía una explicación lógica sobre el por qué sus padres habían decidido tenerla. Silencio el móvil y lo tiro al fondo del bolso. Cogió un cigarrillo y luego le dijo a Fernando: -Déjame acá.

Fernando extrañado detuvo el auto. Emilia bajo y enrumbó hacia un pequeño bar situado en una esquina. Fernando estaciono el auto y salió tras su encuentro: -¡Hey Emilia si tu objetivo es no llegar a tu casa, te puedo llevar a un lugar mejor¡ Emilia se quedó observando a Fernando por unos instantes, tratando de adivinar sus intenciones reales, pero solo cayó en la cuenta que era un tipo atractivo y ella estaba harta de todo. Así que apagó el cigarro con la punta del pie y sin preguntar a dónde se dirigían, respondió: -Vamos.

Fernando y Emilia llegaron al Aleph, el club nocturno de moda en la ciudad. Estaban por ingresar cuando Emilia advirtió: -¡Oye espera¡ No creo que pueda ingresar, no soy mayor de edad. Fernando comenzó a reír ante la inminente preocupación de ella y le respondió: -Así, pues si mal no recuerdo hace unos momentos dabas cátedra de lo madura que eras y que contabas con muchas capacidades de adulta, como el poder procrear y fumar. Bueno, si puedes hacer eso, entonces no creo que se te impida entrar a una discoteca a bailar. Emilia se quedó sin palabra alguna para refutar lo dicho. Entonces él tomo su mano y le dijo: -Pero no te preocupes, vienes conmigo. Conozco al dueño. Emilia sonrió y siguió a Fernando.

Dentro del local todo era una fiesta. Las luces neón combinadas con la música estridente, producían un efecto narcótico, donde todos eran felices. -¡Fernando y esa sorpresa¡. Camilo, el dueño, saludó a Fernando con un fuerte abrazo, mientras observaba detenidamente a Emilia, hasta tal punto que ella volteó para observar a las personas en la pista de baile y evitar sentirse incomoda. Fernando luego de responder el abrazo y apretón de manos a Camilo, agregó: -Ya sabes si buscas diversión, tú eres la mejor opción. Ambos amigos empezaron a reír, Fernando aprovecho para jalar a su lado a Emilia y presentarla: -Emilia te presentó a Camilo mi amigo y dueño de todo este palacio. Camilo se aproximó para darle un beso en la mejilla a Emilia, mientras que esta susurro un tímido: -Hola

Camilo los llevo a tomar asiento hacia una de las zonas más exclusivas del local y ordenó a uno de los chicos que atendía que les llevara unas copas del tamaño de un cáliz cuyo contenido era un brebaje de color turquesa. Camilo alzó su copa y grito a viva voz: – ¡Salud por este momento¡. Emilia y Fernando chocaron sus copas.

-¡Fernando, ven a bailar¡. Luego de unas cuantas copas con bebidas de diferente color, Emilia se encontraba bailando sobre una de las mesas que estaba frente a los sillones donde minutos atrás se había sentado. Se movía libremente dejándose llevar por la música y robando más de una mirada. Por su parte Fernando bebía lentamente su cerveza mientras se le dibujaba una sonrisa al observar los pasos de Emilia. Camilo bebió el ultimo sorbo de su trago para luego acercarse a Fernando y preguntarle: -Y entonces ¿quién es esa niña ?. Fernando sin dejar de sonreír respondió: – Una amiga, solo una amiga de la familia.

Capítulo 4

Camilo se puso de pie, tenía que supervisar los productos que habían llegado al local. Le dio unas palmadas en la espalda a Fernando como si estuviera felicitándolo y antes de retirarse le dijo: -Que te puedo decir, tu siempre ha tenido buen gusto. Nos vemos. Fernando respondió con un apretón de manos acompañado de una sonrisa maliciosa. Esperó que Camilo se retirara para  de un sopetón terminar de beber el licor que le quedaba. Se acercó lentamente hacia Emilia, rodeo su cintura y le susurró al oído: -Ven ya es hora de irnos.

Entre risas y con un caminar tambaleante producto del alcohol, Emilia subió al auto de Fernando, éste la miraba de reojo mientras manejaba. -Y bien ¿a dónde vamos ahora?. Preguntaba Emilia mientras cantaba una canción en inglés que sonaba en ese momento en la radio, estaba decidida a seguir divirtiéndose. Por su parte, Fernando desde que vio bailando a Emilia en el Aleph solo imaginaba posar sus manos sobre ella. Consideró besarla, pero Emilia meneaba la cabeza de un lado a otro al son de la música, dificultando el objetivo de Fernando. -Ya llegamos. Dijo Fernando, estacionó el auto y le pidió a Emilia que bajara. Ella se quedó parada junto al auto, se percató que estaban en un estacionamiento pero no sabía de dónde. Intentó caminar pero trastabillo. Fernando la cogió para que no cayera y la hizo caminar a su lado. -¿Qué lugar es este?, volvió a preguntar Emilia. Fernando sonrió y le dijo que no se preocupara, que tome asiento mientras el arreglaba unas cosas. Emilia hizo caso, luego de unos minutos Fernando se aproximó hacia ella. La ayudó a ponerse de pie y la encaminó hacia un ascensor. -Recuerdas que dijiste que no querías llegar a tu casa. Bueno en este lugar podremos descansar. Ya por la mañana podrás ir a tu casa. Emilia no supo que decir, estaba demasiado ebria para pensar con claridad, así que solo siguió a Fernando.

Ingresaron a la habitación, Emilia sin saber porque botó su bolso al suelo y corrió hacia el enorme jacuzzi que estaba en el centro del dormitorio. Abrió las llaves del agua para que éste se llenara y se lanzó dentro de el con ropa y todo. Empezó a jugar con las burbujas como una niña y gritó eufórica: -¡Hey Fernando mira que divertid !. Fernando no reía ni decía nada, se aproximó y sin quitar la mirada en Emilia que saltaba dentro del jacuzzi como si estuviera en una piscina, se quitó el pantalón y la camisa y entró. Emilia dejo de sonreír, quiso salir pero Fernando la tomó por la muñeca, la jaló hacia él y la abrazó fuertemente, tanto que no podía moverse. -Creo que mejor salimos. La voz de Emilia sonaba temblorosa, Fernando la apretujo aún más y le dijo: – Solo relájate. Emilia se quedó estática, sin saber qué hacer, quedando a merced de Fernando quien no tuvo reparo en arrinconarla hacia un extremo del jacuzzi y besarla salvajemente, colocando sus manos debajo del vestido de una Emilia que solo atinó a decir: -Espera, detente por favor. Nunca lo he hecho. Pero Fernando parecía no escuchar, toco sus senos y su pubis, mientras que Emilia solo miraba al techo y lloraba.

El incesante martilleo en su cabeza despertó a Emilia. Se sobre sentó en la cama para poner en orden sus ideas y cayó en la cuenta que estaba desnuda en el cuarto de un hotel. Se puso de pie de prisa, buscó su ropa y al hacerlo vio una nota sobre la mesa de noche “Fuiste muy buena aprendiz, la pase bien”. Entonces se le vino a la memoria como destellos fotográficos escenas de Fernando con ella en el jacuzzi y en la cama. Comenzó a partir la nota en pedazos y mientras lo hacía, sentía rabia contra ella por haber sido tan estúpida, por haber permitido que su primera vez fuera así. Se terminó de vestir, arregló su cabello, prendió un cigarrillo y encendió el celular para llamar a Úrsula.

-¡Emi, amiga ahora si puedes decirme qué pasó ayer!. Emilia sonrió al imaginar una respuesta ante la pregunta de Úrsula. Quién quería saber que había sucedido el día anterior, pero no creía que quisiera escuchar que su mejor amiga se emborrachó con su primo hermano, el cual no le importó en el estado en que se puso y que la usó como un juguete sexual. Lo más probable es que no le creería y si lo hacía seguro que la iba a encontrar culpable a ella, pues no tenía respuesta alguna para justificar porque subió a su auto y porque fue a una discoteca con él. Prefirió no contar nada y contestó: -Si te refieres porque me fui de tu casa sin decir nada, pues no soportaba al estúpido de Fabio, que intentaba besarme. Tú sabes cómo me pongo cuando pierdo los papeles, reacciono como un troglodita. Al otro lado del teléfono, Emilia sintió a Úrsula reír, ella también comenzó a hacerlo, le parecía todo tan irónico. Había escapado de un acosador para caer en los deseos de un aprovechador. Entonces Emilia pidió: – Uchi, ¿podrías darme el número de tu primo Fernando?. Ayer me llevo hasta mi casa y olvide mi casaca en su auto. Úrsula quedó en silencio por un momento, le pareció extraño que Fernando haya llevado a Emilia a su casa, por lo general su primo era bastante apático. Además porque cuando Emilia le dijo que estaba camino a su casa no le mencionó que iba con él. Luego pensó que estaba delirando, pues porque sería extraño que Fernando llevara a su casa a Emilia. La conocía desde chica, la había visto varias veces en algunas de sus reuniones, era como si fuera su prima también. Que Emilia no hubiera mencionado que Fernando le estaba haciendo tal favor no era algo de vital importancia, se le debió haber pasado. Así que sin darle más vueltas al asunto le dió el número celular de Fernando a Emilia.

Emilia llegó a su casa, su madre había salido de compras, su padre estaba leyendo el periódico mientras bebía una taza de café. -Hola Papá. Saludo Emilia mientras se dirigía a su dormitorio. Emilia iba a seguir su andar pero hizo un alto cuando escuchó a su padre decir: -Hola Emilia, todo bien?. En ese instante dio media vuelta para encontrar la mirada de su padre y que le diera consuelo ante las lágrimas que no podía contener, reconfortándose con un abrazo de él. Sin embargo se chocó con una hoja del diario que su papá acostumbraba leer. Cayendo en la cuenta que su pregunta no había sido porque realmente le interesaba como estaba su hija, sino que era autómata, era lo que se acostumbraba decir. Emilia dejo caer las lágrimas que corrían con más fuerza y ​​no porque se sintiera usada sino porque así llegara ella con el rostro desfigurado sus padres no se darían cuenta. Regresó su andar hacia su recamara y mientras subía las escaleras dijo: -No te preocupes, todo está como siempre.

Emilia se dio un duchazo, vistió un pantalón deportivo y una camiseta. Se tendió sobre su cama, cogió su celular y luego de pensar por un largo rato, le envió un mensaje a Fernando: -Soy Emilia necesito hablar contigo. Fernando respondió instantáneamente: -Estoy ocupado. Emilia tiro el celular sobre su cama, bajó a la cocina para comer algo, luego de dar un par de mordiscos a un sanguche, subió intempestivamente y volvió a escribir: -Debemos hablar de lo sucedido anoche, estaba demasiado ebria. Es necesario aclarar muchas cosas. Hoy te espero en la puerta del Aleph a las diez. No hubo respuesta alguna por parte de Fernando. Emilia pensó que tal vez no respondía pero si se presentaría en el Aleph. No podría comportarse como un patán, era una persona educada para actuar de esa manera, tal vez estaba confundido al igual que ella, tal vez se sintió demasiado atraído hacia ella y se dejó llevar por los instintos. Pero si se mostraba arrepentido podían intentarlo, que importaba las diferencias de edades. Emilia pensó que si seguía pensando sobre el tema se volvería loca, era mejor si aclaraban las cosas en persona.

Capítulo 5

Emilia les dijo a sus padres que saldría a la fiesta de uno de los muchachos de su escuela. Pensó que igual hubiera podido salir sin decir a donde iba. A sus padres les daba lo mismo lo que ella hiciera o dejase de hacer. Sin embargo por un tema de respeto o más bien de protocolo, siempre informaba donde estaba. Así no fuera cierto lo que dijese.

Eran las 9 y 30 de la noche, Emilia se encontraba en la puerta del Aleph esperando a Fernando. Había decidido llegar un poco antes, en caso a Fernando se le ocurriese adelantarse. Aunque no había recibido respuesta alguna luego del último mensaje que le enviara a Fernando, su intuición le decía que él llegaría en cualquier momento. Para que la espera no se le hiciera tan desesperante, prendió un cigarrillo como de costumbre, para matar el rato.

-Emilia, ¿qué haces por acá?. Camilo el amigo de Fernando llegaba al local para su rutina de costumbre. Emilia sonrió al verlo y ante la pregunta se encogió de hombros y dijo: –Estaba aburrida en mi casa. Camilo la observó de pies a cabeza para luego sugerirle: -No sería un caballero si dejo a una chica tan bonita sola parada en la puerta del local. Por tu seguridad será mejor que entres. Emilia pensó que Camilo exageraba, además si llegaba Fernando y no la veía en la puerta se iría y no podría aclarar todo lo sucedido. Así que respondió: –Estoy esperando a Fernando, ya no debe tardar.

Camilo tomo del hombro a Emilia haciendo el ademan de invitarla a pasar a la vez que le dijo: – Si es por eso no te preocupes, yo lo llamo y le aviso que estamos adentro junto a la barra.

Emilia dudo pero luego se convenció que era mejor estar sentada y escuchando buena música que parada en la calle llena de dudas. Al ingresar Emilia se sentó junto a una de las sillas giratorias cercanas al bar. A la vez que Camilo le indicaba al barman: – Sírvele a la señorita lo que desee, viene con un buen amigo.

Emilia agradeció con la cabeza y una sonrisa. Pidió una cerveza, la cual bebió casi sin respirar, debía darse valor para tener frente a ella a Fernando.  Mientras sostenía una conversación casi sin sentido con Camilo, miraba de reojo el reloj en su muñeca. Notó que había pasado ya casi una hora desde que llegó. Y con una opresión en el pecho, producto del desprecio de Fernando al no ir a su encuentro, decidió ponerse de pie y retirarse. Era obvio que Fernando no quería verla. Sonriendo vagamente tomó su bolso para excusarse con Camilo cuando este le dijo: –Ahí viene Fernando y está acompañado. Emilia volteo de inmediato y vio como Fernando caminaba raudamente entre la gente. Iba de la mano con una chica, no era una chiquilla como ella, era mayor casi de la edad de Fernando. Vio también como delante de toda la multitud Fernando besó a la muchacha para luego acariciar su rostro. Ella solo quiso desaparecer. Camilo tomo su antebrazo y le dijo: –Sera mejor que te sientes. Emilia prefirió ir hacia al baño. Al ingresar a los servicios se vio frente al espejo, repaso su rostro una y otra vez, tratando de encontrar algún error. Por qué nadie la quería, ni siquiera sus padres. Lloró por ser tan estúpida al creer que Fernando en algún momento pudo haber sentido algún sentimiento hacia ella. Solo quiso divertirse con una ingenua adolescente que le dicen palabras bonitas y las cree. Se secó las lágrimas, se lavó la cara y retocó su labial. Aspiró un buen bocado de aire y salió. Se dirigió a la barra, pidió otra cerveza y la bebió tan rápido como la primera. Divisó a Fernando que hablaba muy de cerca con Camilo, mientras que la muchacha que lo acompañaba se encontraba bebiendo una copa de Martini. Entonces decidió acercarse donde ellos: –Hola Fernando. Emilia le dio un beso en la mejilla, luego se aproximó donde la muchacha y repitió la acción. Camilo solo observaba el espectáculo. Fernando algo nervioso se interpuso entre Camila y la muchacha para agregar: – Mirna, ella es Emilia una amiga de mi prima Úrsula. La muchacha algo confundida por ese extraño e incómodo momento agrego: –Pensé que a este lugar solo ingresaban mayores de edad. Entonces Emilia empezó a reír fuertemente y entre carcajadas dijo: – Si una chica puede procrear desde los 12 años que tendría de malo que a los 15 ingrese a un club nocturno a bailar. Fernando puede explicarte eso. Además conozco a Camilo. Camilo sonrió y para alivianar la tensión del instante agrego: – Bueno dejemos tanto formalismo y déjenme regalarles unos tragos y brindar por el compromiso de Fernando y Mirna. Al terminar de decir aquella frase se aproximó un camarero con copas rellenas de burbujeante champagne, mientras que Emilia sentía que solo valía para ser el hazme reír de ese imbécil. Tomó su bolso, sacó su celular y se alejó excusándose que tenía que recibir una llamada. Sería muy patético que brindara por la felicidad del hombre que aprovechando su estado etílico la tomara como un juguete.

Parada junto a la pista de baile, decidió enviarle un último mensaje a Fernando para que sepa que sus actos tendrían consecuencias, no se iba a dejar pisotear: –Sabes que acostarte con una menor de edad es un delito. Encima de maricon eres un pervertido.

Entró a la pista de baile, y se puso a bailar para olvidarse de todo. No iba a denunciarlo pero pensó en hostigarlo unos días para que se sintiera mal por lo que le había hecho y no disfrute de su flamante noviazgo. Y mientras pensaba como vengarse, sintió que la observaban. Dio media vuelta y se cruzó con la mirada perturbadora de Fernando, pero no se dejó intimidar y le respondió desafiante haciéndole un gesto obsceno con los dedos. Fernando en un descuido de Mirna se acercó a Emilia y a empellones la llevó a la fuerza a un rincón. Fuertemente la tomó por el brazo para increparle: – A mí no vas a amenazarme. No sabes con quien te estas metiendo. Yo tengo una vida hecha y tú no estás en ella. Emilia trataba de zafarse pero todo intento era en vano. Sentía cada vez más la fuerza de Fernando sobre ella: – Suéltame me estas lastimando. Además yo te dije que no quería, que pararas pero tú no escuchaste.

Fernando al oír a Emilia sentía se descontrolaba: – Cállate, crees que es la primera vez que una mocosa se acuesta conmigo. Si no te callas Emilia yo te voy hacer callar a la fuerza. Me va a dar mucha pena destrozar la linda carita que tienes. Sé dónde estudias y  donde vives y lo sola que paras. Ten cuidado hay mucho desgraciado suelto. Fernando ya no solo aprisionaba el brazo de Emilia sino también el cuello de ella. Emilia temblaba mientras los ojos se le llenaban de lágrimas y ni por eso Fernando sentía compasión por ella. Emilia dando sus últimos suspiros, maldijo la hora en que fue a la casa de Úrsula hace dos días.

Camilo se percató de lo que estaba sucediendo y fue al encuentro de Fernando: – ¡Hey Fernando cálmate¡. Tu novia te está buscando. Pero Fernando no entraba en razón. Entonces Camilo tratando de evitar algún incidente mayor que perjudicara la imagen de su local, intervino con una tregua: – ¡Yo no sé qué lio se traigan ustedes dos, pero este no es el momento ni el lugar para arreglarlos¡. Fernando tú me conoces de años, te doy mi palabra que Emilia ya no te va a fastidiar, yo la voy a vigilar de cerca. No volverás a recibir comunicación de ella, va a ser como si nunca la hubieras conocido. Pero déjala ya. Fernando soltó de un tirón a Emilia y le dijo: –Aprovecha la oportunidad que te está dando Camilo. Pero te advierto Emilia, si hablas de mí con alguien o vienes a reclamarme algo te arrepentirás, no me conoces de lo que soy capaz. Se fue frotándose las manos en busca de Mirna, mientras Emilia no podía ni caminar de lo temblorosa que estaba. Camilo la llevo hacia un sillón. Luego de que Emilia se sentara le pidió su celular, ella nerviosa se lo dio, temía que si no lo hacía Camilo reaccionara igual que Fernando. Camilo buscó entre los contactos de Emilia y eliminó el número de Fernando, luego dijo: – Ya no está Fernando en tus contactos. No vas a buscarlo. Emilia se quedó mirando a Camilo y rompió en llanto, él se dio cuenta que estaba atemorizada, entonces le dijo: – Hey calma. Yo puedo protegerte. Puedes venir al Aleph las veces que quieras, te voy ayudar. Seca esas lágrimas. Vamos te invito una cerveza. Camilo llevo a Emilia a una de las zonas exclusivas del local en donde había un grupo de chicas, entonces dijo: – Malena, ven. Una esbelta muchacha se aproximó hacia ellos. – Ella es Emilia, va estar viniendo seguido por acá, llévala donde las demás chicas para que se distraiga y dale una cerveza.

Capítulo 6

Habían pasado ya algunas semanas y Emilia había convertido el Aleph en su lugar predilecto para desahogarse cuando estaba triste, enojada o sin rumbo. Sin embargo se dio cuenta que esa banalidad con la que trataba de superar lo que la aquejaba no era la solución. Pues por más que bailara al ritmo de las luces o bebiera los coloridos tragos de la barra, nunca llenaría ese vacío que la desatención de sus padres dejaba en ella. Por eso cuando llegó la semana de evaluaciones en la escuela, Emilia decidió no aparecer por el Aleph para poder concentrarse en estudiar. Pero sus planes cambiaron con la llamada de Malena: –Emilia, Camilo quieres que vayas al Aleph hoy. Tiene que hablar contigo. Emilia se negó cortésmente aludiendo que tenía que estudiar. Malena solo escucho y colgó. Al poco rato llegó un mensaje de texto de Camilo: – Sabes que Fernando aún no se ha ido de la ciudad. Sería desastroso que se encontrara contigo. Te conviene venir a conversar conmigo hoy. Emilia no respondió. Se quedó pensando que era jueves y si salía de noche, tal vez no se encuentre lucida para el examen de química del día siguiente. Pero en el fondo sabía que su intranquilidad se debía a que luego de conversar con Camilo no podría concentrarse en nada más. Luego de dar vueltas sobre su cama contesto: – Ok, iré pero solo un momento. Mañana tengo escuela.

Observó el reloj y vio que eran las 6 de la tarde, Emilia trato de avanzar lo más que pudo con sus estudios para terminar temprano y poder ir al Aleph a las nueve y no trasnochar.

Vestida con un pantalón de mezclilla, una polera color blanco y sin maquillaje, Emilia no pensaba quedarse más de quince minutos en el Aleph, así que apenas vio a Camilo fue directo hacia él para encararlo: – Aquí estoy Camilo que es eso tan urgente que querías hablar conmigo. Camilo al verla, sonrío como burlándose de la pose desafiante que Emilia había tomado. Jaló una silla e invitándola a sentarse le dijo: – Relájate un poco. Toma asiento y sírvete uno de los aperitivos. Emilia se sentó de mala gana y empujo el vaso lleno de licor que tenía frente a ella. Impaciente alegó: – Mira Camilo en realidad no deseo quedarme por mucho tiempo, tengo examen mañana en la escuela. No quiero perder los beneficios que tengo con mis padres si sacó una mala calificación. Camilo resopló y colocando su vaso sobre la mesa dijo: – Entonces vamos directo al grano. Mi querida Emilia, tu sabes que has estado viniendo en las últimas semanas, bebiendo lo que has querido, sin cobrarte centavo alguno. Además si a eso le agregamos que la agresividad de Fernando no te ha perturbado gracias a que lo he tenido alejado. Sacando cuentas Emilia, creo que me debes algunos favores y ya es tiempo de que comiences a pagarlos. El rostro de Emilia empalideció, no sabía si salir corriendo o afrontar las consecuencias de algo que tarde o temprano se iba a dar. Volvió a maldecir el día que se cruzó con Fernando. Y mientras rogaba que no sea nada parecido a lo ocurrido con Fernando, contestó totalmente impávida: – Te escucho. Camilo se puso de pie, fue hacia la barra y trajo un pequeño paquete. Se puso frente a Emilia y colocando el paquete sobre la mesa le dijo: – Quiero que distribuyas esto en tu escuela.

Emilia quedó atónita ante la propuesta. Pensó en negarse, pero algo en su interior le presagió que esa no sería una buena opción. Miró a Camilo sin decir palabra alguna, solo tenía la firme certeza que desde ese momento y en adelante su vida estaría regida por las decisiones de Camilo. –Hey Emilia estoy seguro que quieres seguir estando lejos de la furia de Fernando. La sutil amenaza de Camilo hizo que Emilia  dejara el estado ensimismado en el que se encontraba. Tomó el paquete y lo guardo en su bolso. Antes de retirarse dijo: –Ok Camilo será como tú digas.

Al día siguiente durante los descansos, Emilia se dedicó a observar detenidamente a cada uno de los chicos y chicas. Trataba de encontrar alguna señal que le indicara quienes podrían ser los posibles consumidores del producto que Camilo le había entregado. Una vez que había definido a sus compradores, hizo lo que todo adolescente mejor sabe: Usar las redes sociales.

Emilia se creó una página haciéndose pasar por un proveedor. Si algún chico o chica la contactaba, lo citaba en algún lugar discreto de la escuela y ella luego se acercaba el día y hora pactado llevando la mercadería. Durante dos semanas le fue muy bien, además Camilo le daba un porcentaje de las ventas, con lo cual dejo de parecerle tan grave el asunto en el que estaba metida. Se justificaba pensando que  ella no obligaba a nadie a drogarse, igual lo harían comprándole a otra persona. Pero la situación dio  un giro inesperado, cuando una mañana al llegar a la escuela vio que el director y dos profesores se habían colocado en la puerta principal para revisar las mochilas y maletas de los estudiantes.

-¿Qué sucede?. Preguntó nerviosa Emilia a Úrsula. Ésta totalmente despreocupada le respondió –Están revisando las mochilas para ver si encuentran un porro, estupefaciente o cualquier cosa que se le parezca. Dicen que hay chicos que están vendiendo droga dentro de la escuela. Emilia sintió que la sangre se le helaba. Retrocedió y salió corriendo del colegio ante la sorpresa de su amiga. –¡Hey Emilia a dónde vas¡. Emilia no volteo ante los llamados de Úrsula. Cuando el guardián la vio pasar, ella sin dejar de correr dijo: – ¡Voy alcanzar a mi mamá¡. ¡Olvide mi trabajo escolar en su auto¡. Llegó a la esquina y dio la vuelta, divisó a ambos lados fijándose que nadie la viera y rápidamente sacó el pequeño paquete de su bolso. Lo abrió y vació toda la mercancía que en él había por las rendijas del desagüe. Más calmada se dirigió a la escuela, al encontrarse con Úrsula se excusó diciendo que se dio cuenta que se le había caído el dinero que llevaba en sus bolsillos. Úrsula quiso creerle.

-¡Estás loca, sabes cuánto dinero debo reponer por esa mercancía¡. Camilo estaba exasperado con lo que Emilia había hecho con la droga para evitar que la expulsen de la escuela. Ante el enojo de Camilo, Emilia solo atinó a decir: –Camilo no lo hice adrede, fue lo único que se me ocurrió en ese momento. Dame tiempo para reunir el dinero y saldar la deuda. Camilo se calmó, resopló y luego de una pausa dijo: – Ok Emilia pagaras tu deuda. Vas a trabajar para mí. Ven el viernes al club.

Capítulo 7

-¡Yo no tengo porque darle de tragar al delincuente ese¡. Esteban, mientras gritaba, jaloneaba de un lado a otro a Rebeca, su mujer y madre de sus dos hijos. Había conocido a Rebeca en una fiesta patronal del barrio donde vivían. Ese día bebieron hasta el amanecer, llegando casi a rastras a la casa de ella, donde dieron rienda suelta a sus instintos. Poco tiempo después de reiterados encuentros sexuales, en donde casi siempre primaba el alcohol, Rebeca salió embarazada de Frank. Fue en ese momento cuando Esteban cambio por completo. No le apetecía ya acostarse con una Rebeca subida de peso, su ausencia se hacía sentir por días. Rebeca decidió amenazarlo con denunciarlo a las autoridades si no se hacía cargo de Frank. Esteban regreso con ella, pero calmaba su frustración con una predilección cada vez mayor a la bebida. Un día mientras buscaba en los cajones de Rebeca algo de dinero para su vicio, encontró la foto de un muchacho de unos quince o dieciséis años. Era bien parecido a pesar de la cicatriz en una de sus mejillas, la mirada triste y vestido como si estuviera en un reclusorio. Cuando Rebeca llegó a casa, Esteban la acorraló contra la pared. Enfurecido le recriminó porque guardaba la foto de otro hombre entre sus cosas. Entonces Rebeca entre lágrimas, confesó que se trataba de Jairo su hijo mayor, que desde hace dos años se encontraba en un centro correccional para menores. Lo llevaron ahí para que cumpla su condena por robo a mano armada. Esteban al enterarse de que Rebeca tenía un hijo de otro hombre, quiso dejarla. Entonces Rebeca decidió emborracharlo. Esteban totalmente enajenado por el alcohol la golpeó por haber ocultado la existencia de Jairo y luego de eso la tomó por la fuerza, quedando así embarazada de su tercer retoño. Rebeca pensó que con dos hijos sería muy difícil que Esteban la deje.

Jairo llegó a su casa tan igual como el día en que se fue, sin nada. Era una tarde fría, había estado garuando desde hacía dos días atrás. Había cumplido 16 años y fue ese día que uno de los tutores de la correccional le dijo: – Jairo, tu condena terminó, puedes ir a casa. Pero desde que llegó a la casa de su madre, su vida se convirtió en un infierno. Esteban no perdía oportunidad para restregarle en la cara que todo lo que había en esa casa era porque él pagaba. Por lo tanto si a él le daba la gana Jairo comía o no. Todo dependía del humor en que se encontrase. Aquel día, Jairo al ver el lío que Esteban le hacía a su madre, decidió coger su casaca y salir de la casa sin decir nada. Pese a que Rebeca nunca estuvo presente para él, a tal punto que cuando era pequeño lo dejaba con alguna vecina y desaparecía días enteros con el pretexto que tenía que trabajar, era su madre, era lo único que tenía y no podía permitir que la maltraten. Rebeca salió corriendo tras de él, pero solo llego hasta el umbral de la puerta y vio como la figura de Jairo se perdía entre la polvareda del lugar.

Mientras caminaba cuesta abajo, Jairo pensó que tal vez sus hermanos tenían mejor suerte que él. Pues a pesar de que Rebeca y Esteban no eran los prototipos de padres ideales, por lo menos sus hermanitos sabían lo que era tener una familia. Jairo nunca conoció a su padre. Las malas lenguas decían que Rebeca fue embarazada por el hijo de los dueños de la casa donde trabajaba cuando era adolescente. Un chico engreído adinerado, que estudiaba en el extranjero y era muy prolijo a los estupefacientes y cada vez que venía de vacaciones perdía todo sentido de la realidad con tanta porquería que se metía en el cuerpo durante las fiestas que realizaba con los amigos. Al parecer luego de una de esas fiestas, el muchacho entró a la fuerza a la habitación de Rebeca, que en ese entonces era una chiquilla y provinciana recién llegada a la ciudad. Cuando los padres del muchacho se enteraron de lo sucedido lo más fácil fue despedirla. Luego de andar vagando por las calles, Rebeca llegó a un bar del centro de la ciudad, donde trabajó hasta que Jairo tuvo cinco años y ella invadió un terreno y comenzó a trabajar por su cuenta. Jairo siempre sintió que tal vez por la forma en que había llegado a la vida de Rebeca, ésta no lo quería. Recuerda muy bien las temporadas en las que vivió en los albergues pues los policías lo encontraban en las calles o los vecinos denunciaban que Rebeca lo dejaba solo sin comida y sin mandarlo a la escuela. Luego aparecía arrepentida, prometiendo que cambiaría, en el fondo él quería que así sea, pero ya sabía el final.

-¡Hey Jairito, ya estas por acá¡. Ante el llamado, Jairo alzó la mirada y se topó con el Negro, un amigo del barrio y quien en su momento lo había llevado a ser parte de «Los Fuckers». Un grupo de chicos liderados por un tal Pepón y que se dedicaban a robar celulares, bolsiquear a incautos transeúntes, entre otros menesteres. A cambio Pepón les daba comida y un lugar para dormir. Pepón vivía en una quinta, en donde todas las casas estaban ocupadas por sus familiares: tíos, primos, abuelos y sobrinos. Así que no era difícil conseguir un espacio para que caiga uno de sus amigos a dormir.

Jairo sonrió y choco puños con el Negro a modo de saludo, luego le dijo: –Salí hace dos días, pero mejor me hubiera quedado hermano. Por lo menos allá adentro comía. Desde que llegué a donde mi vieja, su marido me tiene sin comer. El Negro miro compasivo a Jairo y le dijo: –Ya cambia esa cara hermano, vamos donde mi viejita.

-No sé Negro, tú crees que el Pepón va a querer que regrese. Es bien rayado y no quiero tener más problemas. Jairo mientras se atragantaba con un poco de pan acompañado de un vaso con refresco, pensaba en voz alta sobre la propuesta de su amigo de regresar a las viejas andadas.

-Y que vas a hacer huevón, vivir en las calles de la caridad de la gente. Trabajar no puedes con la justas tienes primaria, aunque aprendes rápido pero está bien difícil conseguir trabajo. Si los profesionales no consiguen, menos nosotros pues huevón. Lo otro es que con tu pinta podrías putear con esas tías con harta plata y hasta con tanto viejo maricón que hay, pero tú no quieres pues. Así que tu mejor opción esta con Pepón, con él vas a tener comida y un lugar para dormir. Solo no te metas con sus flacas, que si no termina por acuchillarte el otro cachete o peor te mata. Jairo escuchaba a su amigo hablar, y aunque él quería pensar en otra solución, sabía que el Negro tenía razón. Comió el último bocado de pan. Se puso de pie, sacudió las migas sobre su pantalón y dijo: –Vamos Negro, me hare el imbécil no más con Pepón. No me queda de otra. Y mantendré mi distancia de las putas que se busca Pepón, yo ni las miro, son ellas las que se lanzan. Ambos amigos empezaron a reír.

-¡Uy mira a quien tenemos por aquí, si es el niño bonito de Jairo¡. Pepón sentado sobre un mueble viejo a las afueras de la quinta de donde vivía, bebía cerveza con sus primos y dos muchachos más. Recibió a Jairo y al Negro. Jairo trataba de contener la ira y hacerse el idiota frente a un imbécil como Pepón, pero su temperamento lo traicionó y burlonamente respondió: – Yo no tengo la culpa que las hembras me prefieran antes que a ti. El Negro le tiró un codazo a Jairo para que cierre la boca. Jairo reaccionó y tratando de pedir disculpas, agregó: – No me hagas caso Pepón, todos saben quién manda acá. Ya vi lo que eres capaz de hacer. Hasta delatar a uno y que lo encierren. Pero aprendí y sé que la embarré contigo. Mira yo solo quiero trabajar.

Pepón observó a Jairo, pese a todo sabía que éste no era soplón. Además su rostro reflejaba hambre y angustia y todos Los Fuckers sabían la ley de la calle: “No joder a quien te da techo y comida”. Después de unos minutos, agregó: –Ok vente al grupo. Pero debo decirte que mis condiciones han cambiado. Si quieres un lugar para dormir y comer vas a tener que encargarte de las ligas mayores. Traerás la mercadería para colocarla en las fiestas de la zona. Jairo aceptó asintiendo con la cabeza, no tenía otra opción. Pepón antes de servirle el  primer vaso de cerveza para brindar y sellar el trato que habían hecho, le dijo: – Ah una cosa más Jairo, comienzas esta noche. Así que te colocas tu mejor ropa, que vamos a ir a conocer al mandamás. Jairo sonrió resignado pues sabía que si quería seguir viviendo, entonces su destino era obedecer a Pepón.

Capítulo 8

Emilia tenía un mal presentimiento. Sabía que lo que escucharía decir a Camilo esa noche, para nada sería agradable. Pero ya estaba bastante fregada como para esas alturas tratar de solucionar algo en su vida.

-Emilia, tu siempre tan guapa. Camilo cada vez que tenía oportunidad adulaba la belleza de Emilia. Era su forma de hacerla sentir segura con él. Al acercarse a ella, le aproximó de una copa de licor decorada exóticamente. –Mira Camilo, estoy dispuesta a pagar por la mercancía que te hice perder… Emilia quiso seguir hablando pero Camilo la interrumpió: – Silencio niña, no te estoy pidiendo explicaciones. Sé que no fue tu culpa, pero lamentablemente los negocios no viven de disculpas. Yo no puedo perder tanto dinero. Y como estas dispuesta a pagar lo que me debes, se me ocurrió que la mejor forma de hacerlo es trabajando para mí. Así me aseguro que cumplas.

Emilia no entendía a Camilo. Si le falló vendiendo droga como es que la pondría nuevamente en el “negocio” o tal vez querría que trabaje en el Aleph, atendiendo mesas. Camilo ante las dudas surgidas en Emilia comenzó a reír y agregó: – Hay Emilia, me encanta esa ingenuidad tuya. Ya sabemos que la distribución de droga no es tu fuerte. Ser camarera en el club podría ser una buena opción pero podrían supervisar el local y no quiero tener problemas. Tu trabajo será algo mucho más sutil, que no llame mucho la atención. Solo tendrás que acompañar a algunos amigos. Como por ejemplo el de esta noche, un hombre de empresas muy importante que ha venido a la ciudad por un negocio y se siente solo. Te vio la otra noche acá en el Aleph y quiere conocerte. Te dará un bue dinero por hacerle compañía. Y para que veas que no soy tan mala persona te daré un pequeño porcentaje de esa plata, el resto me lo tienes que entregar. Cuando hayas completado el monto que me debes te puedes retirar.

Emilia no daba crédito a lo que escuchaba, quiso salir corriendo del lugar y denunciar a Camilo. Luego cayó en la cuenta que lo que realmente quería era retroceder el tiempo y no haber aparecido jamás por la casa de Úrsula, es más deseo no haberla conocido. Así tal vez Fernando no hubiera llegado a su vida y llenarla de desgracia. Pero sabía que por más ahínco pusiera en aquel deseo, era imposible de cumplirse y solo tenía dos opciones: Estar condenada a ser esclava de Camilo o aparecer muerta algún día. Guardó todos sus pensamientos. No dijo palabra alguna, solo bebió el trago que tenía frente a ella. Mientras tanto Camilo recibía al portero del club, quien se aproximó para hablarle al oído. Camilo le respondió: – Ok que entre.

Camilo no quitaba la mirada de Emilia, mientras ella no dejaba de beber. Emilia se dispuso a  tomar una copa más de licor pero Camilo se la arranchó casi de los labios para incriminarle: – ¡Basta, no quiero que llegues borracha a tu cita¡. En ese preciso momento ingresaron al club Pepón y Jairo. Camilo al ver a Pepón le hizo una seña con la mano para que se acercara. Pepón caminaba al encuentro de Camilo en medio de luces. Jairo le seguía los pasos, contemplando todo lo que sucedía a su alrededor. Nunca había estado en un lugar como el Aleph. Los muchachos que se encontraban ahí parecían no tener problema alguno, se veían felices y por un momento Jairo quiso sentirse así.

-Camilo vengo por la mercancía. Tengo cuatro puntos nuevos en mi zona. Pepón le hablaba a Camilo mientras lo saludaba con un apretón de manos. Camilo lo invito a sentarse y le invito una cerveza. Mientras tanto Jairo aún de pie, reparó en Emilia. Camilo al darse cuenta de la presencia de Jairo, preguntó a Pepón: –Qué, ahora andas con guardaespaldas. Pepón volteo hacia Jairo y lo llamó para que se acercara. Cuando estaba junto a él, le dijo a Camilo: – Este es Jairo. ‘Por un tiempo será él quien vendrá a recoger la mercancía y a reportarte las ventas de las nuevas sucursales que tenemos. Cuando las aguas se calmen o mejor dicho cuando la policía me saque de su mira, ya regreso al ruedo. Camilo observó detenidamente a Jairo y lo invito a sentarse junto a ellos. Jairo al tomar asiento quedo frente a Emilia. Ella desvió su mirada de él, no estaba con ánimos de conocer a nadie. Camilo al notar que Jairo estaba distraído le pregunto: – ¿Que tanto eres de confiar?. Jairo hizo una mueca a modo de burla y contestó: – Eso deberías preguntárselo a Pepón. Tal vez te pueda contar que para no embarrar a mis compañeros preferí pasar unos cuantos años encerrado en una correccional.

Camilo no dejo de observar detenidamente a Jairo, luego de beber un sorbo, agregó: – Bueno entonces no se diga más. Serás el nuevo mensajero entre Pepón y yo. Solo quiero que te quede bien claro que el que manda acá soy yo. Y si en algún momento quieres joder a Pepón, piénsalo dos veces antes de hacerlo. Porque al joder a Pepón puedes joderme y yo no te voy a enviar a una correccional. Tu parada será bajo tierra. Jairo en una actitud errática solo se dedicó a mover la cabeza de arriba abajo en señal de haber comprendido el mensaje. Había pensado en no decir palabra alguna pero luego de unos minutos sin saber cómo ni porque, le dijo a Camilo: – No tengo casa, ni algo para comer. A mi corta edad lo que he aprendido es que no puedes manchar de mierda el plato en el que comes. Termino de beber su cerveza, se puso de pie y se dirigió hacia la barra a esperar a Pepón, mientras que éste terminaba de hablar con Camilo. Nuevamente sus ojos se posaron en Emilia. No se explicaba como una chica con sus particularidades estaba rodeada de gente como Camilo. Se notaba que tenía dinero y no tenía pinta de forajida, bueno pero también es cierto que cada persona es un mundo distinto y cada mundo tiene sus propios problemas, pensó.

Pepón se acercó a Jairo y dándole unas palmaditas en la espalda le dijo: – Si quieres ganarte un dinero extra anda habla con Camilo, después no digas que uno no te ayuda. Ah por esta vez yo me llevo la mercancía. Ya mañana tú sales a colocarla. Nos vemos más tarde. Jairo no supo que decir, se quedó extrañado mientras veía a Pepón alejarse. Fue a darle el encuentro a Camilo.

-Pepón me aclaro más tu situación. Así que no tienes nada y necesitas trabajar, porque no creo que quieras seguir viviendo toda tu vida de arrimado en la quinta esa. Mientras Camilo hablaba Jairo escuchaba en silencio. La vida le había enseñado que siempre era mejor que la otra parte hable más de la cuenta, mientras que uno atento podría leer entre líneas –Como sea, creo que podría ayudarte y tú a mí. Necesito de alguien joven que no levante sospechas, no haya sido visto antes por estos lugares y sobre todo que no abra la boca. Por lo pronto reúnes los dos primeros, la confianza se verá con el tiempo. Así que si te interesa puedes cubrir el puesto, Sería un ingreso extra al que ganarías con Pepón. Jairo sin mostrar emoción o interés alguno, escuetamente respondió: –Y que tengo que hacer? Camilo sonrió ante la pregunta de Jairo. El chico era directo y le gustaba de cierto modo – Es algo fácil no más. Sabes manejar auto?. Ante la pregunta de Camilo, Jairo hizo un movimiento afirmativo con la cabeza y luego agregó: –Pero no tengo brevete. Camilo se puso de pie y con autosuficiencia respondió: –Por los documentos no te preocupes, eso lo arreglo yo. Bueno entonces serás desde esta noche el encargado de trasladar y cuidar a una de las chicas que trabaja para mí. Acompáñame a la oficina. Jairo siguió Camilo y antes de entrar a su oficina dijo: – El pago puede ser por día, después de realizar lo que me encargas. Prefiero vivir el día. Por donde me muevo no sé cuándo despertare muerto. Camilo sonrió.

Luego de recibir una serie de instrucciones y documentos, Jairo recibió también un juego de llaves y se puso delante del volante de un auto color negro. Estuvo esperando unos minutos hasta que Camilo abrió la puerta del copiloto e hizo ingresar a Emilia. – Jairo te encargo a Emilia. La llevas a la dirección que te he dado, la esperas y luego la dejas en su casa o tal vez quiera regresar al Aleph. Al decir esto Camilo sonrió con satisfacción y sarcasmo. Emilia con la mirada gacha apretó sus puños. Jairo miro a Camilo intentando no distraerse con Emilia. Hizo un ademan de conformidad y prendió el motor del auto. Antes de retirarse Camilo advirtió: – Hey Emilia no olvides darle a Jairo el dinero que corresponde, así cuando él regrese a entregarme el auto me lo da. Y cambia esa cara que no es el fin del mundo. Emilia sin dejar de mirar hacia el piso subió el vidrio de su ventana. Entonces Jairo dio marcha al auto.

Habían pasado unos minutos de camino, Jairo tenía fija la mirada en las luces de la  carretera, evitaba por todos los medios mirar a Emilia. El estar tan cerca de ella lo hacía sentirse extraño. Por un momento sintió algo similar a una opresión en el pecho como si en cualquier momento dejaría de respirar. Bajó la luna de su ventana para que entre un poco de aire y prendió la radio para alejar aquellas sensaciones. Pero por más que lo intentaba no podía dejar de ver aunque sea de reojo a Emilia. Ella iba mirando al vacío, como si estuviera ausente. De repente murmuro: – Detén el auto un momento. Jairo se orilló a un lado de la autopista. Emilia bajó, respiró hondo. Quiso encender un cigarrillo pero no tenía como hacerlo. Entonces Jairo se paró a su lado y sacando un viejo encendedor del bolsillo de su pantalón, cumplió su deseo. Ella sonrió en señal de agradecimiento y él pensó que era la chica más bonita que había visto en todos sus diecisiete años de vida. Emilia dio su última bocanada y apagó el cigarro con el pie, como era su costumbre. Luego dijo: – Vamos. Jairo esperó que Emilia subiera para luego hacerlo él, prendió el auto y enrumbaron nuevamente por la autopista. Tras unos cuantos kilómetros en silencio, Jairo decidió preguntar: – ¿Cómo conociste a Camilo? . Emilia volteó a ver a Jairo e hizo una mueca de molestia, como si le incomodara escuchar aquel nombre y de mala gana contestó: – Por culpa de un imbécil. Y tú?. Al preguntar esto Emilia se quedó mirando a Jairo. Él no supo que contestar. Emilia lo desconcertaba por completo y sin saber porque, no quería quedar mal ante ella. Aunque sabía muy bien que ambos no eran los típicos adolescentes, midió sus palabras antes de dar su respuesta y dijo: – Pues por el imbécil que acompañaba hace un rato. Ambos empezaron a reír. Luego de unos minutos Emilia pasó de la risa al llanto, ahogándose entre lágrimas. Jairo no sabía qué hacer. Detuvo el auto y solo atinó a secarle las lágrimas suavemente con las yemas de sus dedos. Emilia tomó su mano y suplicándole le dijo: – Por favor no me lleves. No quiero hacerlo. Jairo retiró inmediatamente su mano de la de Emilia y por unos instantes al verla sollozando, dudó en llevarla al hotel donde Camilo le había indicado. Pero recordó sus días sin comer y las veces que recibió más de una golpiza en el centro juvenil. Evadió su mirada de Emilia y arrancó el auto. Emilia se quedó observándolo tratando de ganar su compasión, pero parecía que era en vano. Jairo no quitaba su mirada de la autopista. En su último intento de tratar de convencer a Jairo, ésta grito: -¡Podrías decir que se descompuso el auto¡ ¡Que te chocaron¡ ¡Lo que sea¡ ¡Ayúdame¡. Jairo totalmente ofuscado frenó de improviso el auto y encaró a Emilia: – ¡ Mira bonita, debes aprender a elegir mejor tus pasatiempos¡ ¡Simplemente no hubieras aceptado y punto¡ ¡Nadie te obligo a que optes por el puterío para matar tus ratos libres¡. Emilia ofendida y llena de furia le lanzo una bofetada a Jairo. Él la cogió por las muñecas para evitar que lo siga golpeando. Entonces Emilia gritó en su cara: – ¡Baboso de mierda¡. ¡Tú no vas a venir a darme clases de moral¡. ¡Crees que estoy acá porque quise, que me gusta que algún depravado me toque¡.¡Déjame bajar o si no te hago un escándalo y a ver que le dices a la gente o a la policía cuando se acerquen¡. Jairo la tomó por los hombros en un intento de zarandearla pero se contuvo y la soltó. Contrariado empezó a dar de puñetazos contra el timón del auto. Emilia dejó de gritar, mientras lo observaba atemorizada. Jairo hundió su cabeza entre sus manos y empezó a llorar. Emilia pasó del miedo a la compasión. Se le acercó, cogió su antebrazo y le pidió: – Cálmate por favor.

Jairo sin levantar la mirada y sollozando le dijo: – Perdóname, pero no tengo otra opción. Vivo en la calle desde los 7 años y no solo llevo una cicatriz en mi rostro. Esto es lo único que se hacer si quiero sobrevivir. Emilia acarició el rostro de Jairo y más calmada le dijo: – Te entiendo, no te preocupes. Se quedaron en silencio por un momento. Jairo volteó su rostro hacia Emilia y le preguntó: –¿Por qué lo haces?. No luces como las chicas que viven en la calle o que estén pasando necesidad. Emilia se quedó viendo el horizonte por un minuto y dijo: – Nunca me he prostituido. Esta sería la primera vez. No tengo necesidad alguna, vivo en una casa amplia y estudio en una de las mejores escuelas de la ciudad. Pero no existo para nadie. Mis padres ni siquiera saben dónde estoy ahora. Confié en un maricón de mierda, que solo me uso. Cuando le reclame por lo que me había hecho, amenazó con matarme. Entonces Camilo lo alejo de mí, pero ya ves todo en esta vida tiene un precio. Primero me puso a vender droga pero perdí parte de su mercancía y ahora no solo debo pagar el favor que me hizo sino el dinero que perdió por mi error. Si no obedezco pues cualquier día puedo amanecer muerta. Aunque a estas alturas creo que sería la mejor opción.

Ambos cruzaron miradas por unos segundos, se colocaron los cinturones de seguridad y Jairo puso en marcha el auto. No cruzaron palabra alguna durante el trayecto que les restaba de viaje. Llegaron al destino indicado. Jairo se estacionó y Emilia bajó del auto. Jairo quedó viendo su figura al alejarse. Se le veía tan frágil e indefensa. Pensó además que era tan linda que no se merecía terminar así. Presuroso bajó del auto, corrió tras ella y antes de que Emilia ingresara al hotel, la tomó por el antebrazo y le dijo: –Espera.

Capítulo 9

Jairo llevó a Emilia hacia una esquina. Sacó de uno de los bolsillos un par de pastillas y le dijo: – Vas a tomar una de éstas y la vas a triturar, para luego colocarla en una de las bebidas que le darás al hombre que te espera. Asegúrate que se tome toda la bebida. Si lo hace, luego de unos 15 minutos caerá como un tronco y no despertara hasta el día siguiente sin recordar nada. Antes de irte, vas a desordenar la habitación como si ahí se hubiera llevado a cabo una gran orgía, sacas el dinero que corresponde de su billetera y asunto arreglado. Emilia se quedó mirando incrédula a Jairo y luego casi como recriminando le dijo: – ¡Te volviste loco¡ ¡Me estás diciendo que drogue al hombre ese¡. Jairo despreocupado se encogió de hombros y dijo: – Tienes mejor opción o prefieres acostarte con él. Creo que ponernos moralistas a estas alturas no nos viene bien. Míralo así o te sacrificas tú o lo sacrificamos a él. Además no pasa nada, muchas chicas que trabajan en la calle las usan con los clientes que no quieren. Si tienes cargo de conciencia piensa que ese hombre no es ningún santo sino no haría negocios con Camilo. Emilia escuchaba atenta a Jairo y pensó que tenía razón, nada relacionado a Camilo podría ser bueno. Inspiro hondo, tomó las pastillas y dijo: – Ok. Pero dame tu número para llamarte por si algo sale mal. Jairo tomó el celular de Emilia y anoto su número. Ella temblorosa se dirigió al hotel, mientras Jairo desde la esquina la vigilaba.

Emilia ingresó al bar del hotel. Sentado en uno de los muebles cerca a la terraza estaba un hombre calvo de unos 45 años. Vestía un pantalón gris y una camisa celeste. Emilia sintió que no iba a poder con toda la tensión que estaba viviendo, si Camilo o Fernando la mataban era mejor que estar metida en esos líos. Iba a dar media vuelta para retirarse pero el hombre la vio y de inmediato se le acercó. –Hola te estaba esperando, nos sentamos para beber algo. Emilia sonrió vagamente sin decir nada. Mientras bebían Emilia observó las manos del hombre y pudo comprobar que llevaba un aro de casado. Sintió más repugnancia aún. Pensó que incluso podría tener hasta una hija de su edad y ni siquiera por eso daba marcha atrás a  sus bajos instintos. – Así que me viste en el Aleph. Emilia trataba de alargar el momento para no tener que pasar a otros sucesos que ella no deseaba. El hombre le tomo la mano y lascivamente le dijo: – Si y desde que te vi, no hago otra cosa que pensar en ti. Por eso le dije a Camilo que haría lo que fuera necesario para tenerte conmigo. Él siempre ha tenido chicas bonitas, pero tu realmente me obsesionaste. Y ya ves acá estamos. Pero qué te parece si vamos a mi habitación para estar más cómodos. Emilia alejó su mano rápidamente de la del hombre y tratando de no delatar la repugnancia que sentía en ese momento sonrió y dijo: – Ok pero un momento debo ir al baño, parece que el vino ha hecho efecto. Mientras iba hacia los servicios Emilia pensaba en lo que había dicho el hombre acerca de que Camilo tenía chicas bonitas. Emilia recordó que luego de que Fernando la amenazara, Camilo la llevo a una mesa donde había un grupo de chicas, presentándola con una tal Malena, que por cierto siempre la veía en el local. Cayó en la cuenta que no era la única que se encontraba en esa condición. Ya en el baño Emilia marcó el número de celular de Jairo, nerviosa rogaba que le conteste rápido. Al otro lado de la línea Jairo algo ansioso respondió: – Aló que pasó. Emilia con la voz entrecortada contestó: – Este tipo es repugnante. Pero Camilo es peor que él, al parecer acostumbra dar este tipo de servicios a sus clientes. Como sea el desgraciado quiere que vaya a acostarme con él y yo no he podido echarle la pastilla a su bebida. No sé qué hacer Jairo, siento que quiero morirme. Tras la pausa de Emilia, Jairo pensó que si quería ayudarla debería mantener una actitud calmada y frívola y como si estuviera dando instrucciones militares le dijo: – Lo primero que vas hacer es triturar muy bien la pastilla y guardar el polvo en un pedazo de papel. De regreso a la mesa donde te estará esperando, vas a comprar dos copas de algún trago color oscuro. En una de ellas echaras el polvo y le darás vueltas hasta que no se note. Cuando te encuentres con él vas a tratar de ser lo más amable que puedas, de tal manera que no se niegue a dar un último brindis contigo antes de ir a la habitación. Le darás la copa en la que has vertido el polvo de la pastilla y harás que se tome todo el líquido. Apenas finalice el trago te pones de pie rápidamente y le dices que ya estas lista. Así si él se para inmediatamente el efecto del mareo se intensificara. Cuando estén rumbo a la habitación, lo vas a provocar pero sin dejar que te toque. Vas a jugar con sus sentidos para abrumarlo. Háblale al oído, juega con su cabello y luego te alejas. Por último al llegar a la habitación, no dejes que se lave la cara. Dale vueltas en son de baile, pasea por detrás de él a modo de que se maree. Luego lo tumbas en la cama y bailas lentamente delante de él, hasta que se vaya quedando dormido. Cuando veas que cierra los ojos,  dejaras de bailar y le hablaras suavemente .Dile cosas obscenas si fuera necesario, para que se queden grabadas en su subconsciente y crea que realmente tuvo un encuentro sexual contigo. Ya para eso se habrá quedado dormido profundamente. Entonces vas a sacar el cubrecama de la cama, desabotona su camisa y sácale el pantalón. Déjale una marca de lápiz labial por sus ropas, también vas a tener que colocar condones en el tacho de basura para que crea que los ha usado. Coges el dinero y sales del hotel. Estaré estacionado esperándote junto a la plaza. Hubo un silencio, hasta que Emilia habló: –Jairo me prometes que él no me hará nada. Jairo pudo sentir el horror en la voz de Emilia y firmemente le contestó: – No te tocara ni un pelo. Si algo falla llama de inmediato que te saco de ahí.

Emilia hizo al pie de la letra todo lo que Jairo le dijo y para su bien todo salió como él lo predijo. Antes de dejar la habitación escribió una nota para el hombre: Gracias por los 200 extra que me diste, no sabía que te gustaba tanto esa pose. Has sido un gran amante. Te dejo descansar como me pediste. Emilia cogió la suma de dinero que el hombre había pactado con Camilo y tomó 200 más. Guardó el dinero en el bolsillo, volteó a ver al hombre tendido sobre la cama y murmuro: – Debería sacarte más dinero por idiota. Se retiró de la habitación.

Emilia al salir del hotel, cruzó hacia la plaza donde vio las luces intermitentes del auto de Jairo avisando que ya estaba listo para irse. Emilia subió al auto se colocaba el cinturón de seguridad, cuando Jairo impaciente la interrumpió: – ¿Que fue?. Habla. Emilia se quedó mirándolo y luego de unos minutos empezó a reír desenfrenadamente. Se abalanzó hacia Jairo para abrazarlo y entre risas decirle: – Todo salió tal cual dijiste. Jairo sintió un gran alivio por dentro al saber que ese hombre no había siquiera rozado a Emilia. Sonrió y sin saber porque se sentía feliz. Con el auto en marcha a toda velocidad, puso música a todo volumen y bajo los vidrios de las ventanas para sentir el aire que chocaba sobre el rostro de él y de Emilia. Disfrutaba sentir el viento y más aún disfrutaba ver a Emilia cantar a todo pulmón. Llegaron hasta un malecón que estaba a poca distancia del lugar donde habían estado. Aparcó el auto y tanto él como Emilia quedaron con la mirada fija en el mar. Entonces Emilia preguntó: – ¿Cómo sabías que hacer y lo que ocurriría?. Jairo viro su rostro para ver el de Emilia. La forma en que Emilia lo observaba con aquellos ojos verdes, eran desconcertantes para él. Tratando de poner en orden sus ideas respondió: – Cuando vives en la calle debes aprender de todo para que no te lastimen. Emilia quiso abrazarlo nuevamente pero se contuvo. En lugar de eso tomo su mano y desde lo más profundo de su ser le dijo: – Gracias me salvaste. Jairo sonrió se sentía tan bien cuando Emilia lo tocaba, luego agregó: – Bueno señorita, me debes regresar la otra pastilla que te di. Es mejor que la guarde yo. Emilia iba a entregarle la pastilla pero sintió la necesidad de quedársela pues estaba segura que Camilo la enviaría con otro «amigo» en uno de esos días, entonces dijo: – Jairo creo que yo necesito más de ella que tú. Ambos sabemos que Camilo va a volver a enviarme a que acompañe a sus amigos, hasta que logre saldar la deuda. Creo que voy a necesitar más de una de éstas. Jairo vio la desesperación en el rostro de Emilia y sintió la imperiosa necesidad de protegerla, de ser su salvador y le dijo: – Ok yo te las consigo.

Emilia sorprendida ante el ofrecimiento de Jairo respondió: – Ok pero dime cuanto me saldrá cada una. Jairo no respondió, no quería cobrarle, sentía que no debía hacerlo. Emilia ante el silencio de Jairo, comenzó a jalonearlo y exasperada lo encaró: – ¡Jairo habla, cuánto cuestan las pastillas¡ ¡Yo ya no quiero ningún favor de nadie, la última vez que alguien me ayudo, mira en que termine¡. Jairo contuvo los brazos de Emilia para que dejara de golpearlo y le dijo: – Que sea delincuente no significa que no pueda ayudar. No todos son como Camilo. Te voy ayudar porque no quiero que te jodas la vida como yo. Tú aún puedes salvarte. Ambos quedaron nuevamente mirándose una al otro. Emilia pensó que la vida era como una ruleta rusa donde no sabes cómo acabara el juego. Sin embargo Jairo tenia bien claro cuál sería su final. Más calmado Jairo acoto: – Además a mí no me cuestan. Una a miga de la quinta donde vivo me las da como forma de pago por ayudarla a vender cosas robadas que trae su marido. Hoy me adelanto dos porque mañana me dará productos para vender.

Emilia extrañada le preguntó: –Te paga con estupefacientes. ¿Qué ganas con eso?. Jairo se rió, se notaba que Emilia había llegado a ese bajo mundo por pura casualidad. Entonces le dijo: – Las vendo. Pensé que hoy iba a colocar mercancía en las discotecas y bares de la zona que me había designado Pepón. Por eso las traje para sacar algo extra para mí, pues lo que da Pepón por ser distribuidor no es mucho, se descuenta el cuarto que te da para dormir. Pero hubo cambio de planes.  Emilia sintió compasión por Jairo, no era un chico malo. La vida no lo había tratado bien y por eso estaba donde estaba. Cogió su bolso y saco el dinero que había tomado del hombre ese y dijo: – Bueno el precio que Camilo pactó por mis servicios era de 500 debes llevarle 400 a él y 100 quedan conmigo. Pero mira nuestro amigo fue muy generoso y por el buen servicio brindado dio 200 extra de propina. Así que ten 100 para ti y 100 para mí. Desde ahora seremos socios. Pues los dos estamos en esto hasta que termine de pagar la deuda a Camilo. Emilia estiró su mano para estrechar la de Jairo en señal de conformidad. Él por un momento dudó, pero luego pensó que dentro de todo lo que había vivido, conocer a Emilia era lo mejor que le estaba pasando. Así que aceptó. Luego de su pacto y más relajada Emilia empezó a relatar cómo hizo creer al hombre del hotel que le había dado 200 más. – Por repugnante que se quede sin nada, dijo Emilia. Jairo solo reía de las ocurrencias de ella. Si se tratase de que todos aquellos que actúan de mala fe se quedaran sin ninguna posesión, pues el mundo sería un lugar de pobres pensó. Emilia guardo silencio e inspiro un poco de aire para luego agregar: –Creo que nada de esto hubiera sucedido si no me sintiera tan sola. No quiero culpar a nadie, pero qué sentido tiene tener una hija si no sabes si ella duerme en casa o no. Emilia volvió a quedar en silencio mirando hacia el horizonte. Entonces Jairo agregó: – Por lo menos conoces a tu padre. Además tienes donde vivir y que comer. Yo solo vivo porque el destino así lo quiere. Un silencio nuevamente entre los dos, hasta que Jairo irrumpió: – Bueno creo que hasta acá llego nuestro relajo. Ya tenemos que irnos que es tarde. Emilia le pidió que por favor la dejara en su casa, había hecho la promesa de pisar lo menos posible el Aleph y sobre todo no ver la cara de Camilo. Llegaron a la casa de Emilia, ella abrió la puerta del auto para bajar pero antes de hacerlo preguntó: – ¿Quieres comer algo?.

Capítulo 10

Mientras Emilia preparaba unas hamburguesas, Jairo la observaba detenidamente y sentía una alegría inusual. Pensó que tal vez el destino lo había mantenido con vida para que pueda disfrutar de momentos como ese.

Emilia le extendió un plato con hamburguesa a Jairo y preparó otro para ella, mientras comían comentó: – Así que ahora te vas al Aleph a entregar el auto y el dinero a Camilo y de ahí te vas a la quinta donde vives. Jairo meneó la cabeza y con trozos de carne aun en la boca respondió: – A la quinta no creo que llegue. Dormiré en algún parque cerca al local de Camilo, ya cuando aclare tomo el bus y llego donde Pepón. A estas horas ya no pasan buses y no creo que ningún taxi me lleve hasta allá. Emilia preocupada exclamo: – ¡Vas a dormir en la calle¡. Jairo limpiándose la boca con el antebrazo empezó a reír ante el asombro de Emilia y dijo: – No sería la primera vez. Bueno ya me voy. Ojala no más que Pepón no fastidie desde temprano porque mañana me toca trasnochar en su zona para colocar la mercancía. Ya nos vemos cuando Camilo decida que te vuelva a llevar a algún lado.

Jairo agradeció por la comida y se retiró. Mientras Jairo se alejaba Emilia pensó que a ese ritmo de vida, Jairo terminaría destrozado. Antes de que salga por la puerta Emilia gritó: – ¡Hey Jairo, cuídate¡. El alzó mano para decir adiós, Emilia sonrió.

Jairo llegó al Aleph, estaciono el auto donde Camilo le indico y fue a darle el encuentro. Camilo recibió a Jairo y antes de siquiera saludarlo dijo: – Y qué tal le fue a nuestra princesa. Jairo totalmente hermético ni siquiera alzó la mirada hacia Camilo. Conteniendo el repudio que sentía en ese momento, no respondió. Se limitó a sacar el dinero y las llaves del auto para entregárselos a Camilo. Al hacerlo le dijo: – Tu me pagas por ser chofer, no para hablar con ella. Este es el dinero que me entregó, podrías contarlo antes de que me vaya. No quiero tener problemas después. Camilo conto el dinero y dio su conformidad. Pagó a Jairo y éste paso a retirarse, quería lo menos posible entablar conversación alguna con Camilo. Antes de que se vaya Camilo le dijo: – Veo que eres discreto y de pocas palabras. Bueno para este tipo de trabajo creo que encajas bien. Estate atento a tu teléfono, a ver si uno de estos días te llamo para que vuelvas a llevar a Emilia con algún cliente. Jairo solo apretó los puños y no dijo nada.

Al salir del Aleph, Jairo camino unas cuadras cuesta abajo para llegar al pequeño parque que había visto cuando viajaba con Pepón horas antes. En el momento en que se disponía toma asiento en una de las viejas bancas, recibió un mensaje al celular. Al leerlo sintió que pese a todo no podía tener mejor suerte que la de en ese momento.

Emilia escuchó el timbre de su celular que anunciaba el ingreso de un mensaje. Lo leyó y bajó despacio las escaleras para que sus padres que acababan de llegar sabe Dios de donde, no se despierten. Abrió la puerta cautelosamente y dijo: – Pasa pero no hagas ruido, mis padres acaban de llegar y pueden despertarse. Jairo ingresó nervioso a la casa de Emilia. A pesar de que unos instantes había estado comiendo con ella en su cocina, esta vez se sentía diferente, no se explicaba porque Emilia le había pedido que vuelva pero le fascinaba experimentar esa sensación cuando estaba cerca de ella. Y sin saber cómo, se encontraba caminando casi de puntillas detrás de una muchacha que nunca en su vida la había visto, pero por la cual sentía que podía hacer lo que ella le pidiese. Emilia llevó a Jairo hasta su dormitorio y lo hizo pasar. Una vez adentro, cerró la puerta con llave para luego agregar: – Antes que nada quiero aclarar ciertas cosas. Primero si te he dicho que vengas a mi casa es porque la conciencia me mataba de saber que dormirías en la calle. Segundo, estoy haciendo todo esto en agradecimiento por la ayuda que me brindaste hace unas horas. Tercero y lo más importante, no va a pasar nada que no quiera que pase, así que no te hagas ilusiones. A pesar de estar metida en todo este lío, nunca antes había ingresado un chico a mi dormitorio y… Emilia iba a seguir hablando pero Jairo se le había aproximado de tal forma que pensó que en cualquier momento terminaría encima de ella, dudando por un momento si había hecho bien en ofrecerle un lugar para dormir. Separados solo por unos escasos centímetros, Jairo sin quitarle la mirada de encima, le dijo a Emilia: – Yo también voy aclarar algunas cosas. Primero es que deberías de ser tan ingenua y buena gente, recién me conoces y no sabes realmente como soy como para invitarme a tu casa. Segundo que a pueden calificarme de ladrón, busca pleitos, pandillero pero nunca de violador. A pesar de  vivir en la calle se respetar a una mujer. Así que si no quieres que pase nada, entonces nada va a pasar, no te preocupes. Además no es que te quiera ofender pero no eres mi tipo, estas demasiado flaca. Y por ultimo no justifiques tus ganas de verme con agradecimiento, si soy el primer chico que está en tu habitación debe ser por algo. Emilia le dio un empujón a Jairo, pero este en lugar de enojarse empezó a reír y luego agregó: – Ok veo que no soportas las bromas. ¿Y en donde voy a dormir si solo hay una cama?.

Emilia camino hacia un sofá que tenía frente a ellos y le dijo: – En este sofá te puedes acomodar. Sacó una de las colchas de su cama y se la dio a Jairo, luego le indicó: – Con esta colcha puedes cubrirte. El baño esta en esa esquina, suerte que tengo uno dentro de mi habitación. Bueno estoy cansada apagaré la luz solo quedara encendida la lámpara de noche. Acomódate. Terminando de decir aquello, se recostó sobre su cama tapándose con el cubrecama por completo y sintiendo las palpitaciones del corazón más aceleradas que de costumbre. Jairo rio para sus adentros ante la actitud de Emilia y fue hacia el sofá para recostarse, antes de hacerlo se quitó la camiseta que llevaba puesta para dormir más cómodo. Mientras tanto Emilia no pudo contener su curiosidad y tratando de no ponerse al descubierto, bajo su colcha observaba a Jairo, cayendo en la cuenta que a pesar de estar delgado contaba con buen físico. Hizo un leve gesto con la cabeza a modo de sacudón para sacar aquellas ideas de su mente. Decidió taparse nuevamente y dejar de pensar en él.

-Hey Emilia, debo irme. Jairo algo impaciente susurraba en el oído de Emilia. Esta despertó, exclamando: – ¡Jairo que fastidio, mira la hora que es¡. Emilia se puso de pie. Jairo estaba vestido e intranquilo, pues quería retirarse del lugar lo más rápido posible, el viaje que tenía que hacer era largo y debía realizar un sinfín de cosas. Emilia cogió una camiseta y un pantalón para cambiarse en el baño. Al ver la actitud de Jairo le replicó: – Jairo cálmate un poco. Pero Jairo no podía tranquilizarse, ya había perdido minutos valiosos, exasperado respondió: -¡Como quieres que me calme, necesito ir a vender los objetos esos que me van a dar¡ ¡ Y no puedo salir de tu casa porque desde que amanece, tienes a un centenar de personas andando de un lado a otro¡ ¡Donde vivo si no cumples con estar en la hora que dices, ya fuiste¡. Emilia al ver la desesperación de Jairo dejó la ropa que se iba a poner sobre su cama y abrió la puerta de la habitación cautelosamente, se fijó que no hubiera nadie cerca y le pidió a Jairo que la siguiera. Despacio fueron hasta una habitación que fungía de biblioteca. – Entra y echa llave por dentro. Yo iré a cambiarme, luego vengo a buscarte. Jairo hizo caso a lo que le dijo Emilia. Ella fue hasta su habitación, se cambió de ropa, recogió su cabello en un moño y bajo rápidamente. –Hola Clara, voy a desayunar rápido pues debo realizar un trabajo de investigación de la escuela. Mis papás ya se despertaron?. Emilia con una sonrisa inusual en ella se dirigía a la señora que ayudaba con la limpieza, quién se alegró de verla contenta después de mucho tiempo. Le sirvió un vaso con jugo de naranja y respondió: – Buenos días señorita Emilia. Su mamá aún sigue durmiendo, su padre hace media hora que salió. Dijo que iba al club a jugar tenis con unos amigos. Emilia seguía sonriente y luego de beber un sorbo del jugo de naranja agregó: – Ah me estaba olvidando. Ayer luego de la fiesta de cumpleaños de mi compañero de la escuela como era tarde  me acompaño hasta la casa Jairo. Es un chico nuevo de la escuela, antes estudiaba en el exterior. En agradecimiento le ofrecí que durmiera en la biblioteca, pues vive en las afueras de la ciudad. Crees que pueden pasarle la voz para que venga a desayunar, tenemos que tomar fotos y entrevistar a algunas personas para nuestro trabajo de investigación, la maestra no quiere que saquemos información de internet.

La señora Clara ordenó a otra de las chicas que ayudaba con los quehaceres domésticos, que vaya hasta el cuarto de estudio para que le pasara la voz a Jairo.

-Toc, toc. Jairo al oír los golpes en la puerta contesto con un tímido: –Quién. Del otro lado de la puerta contestaron: –Joven buenos días, la señorita Emilia lo espera en la cocina. Jairo confundido respondió: – Ya voy. Al llegar a la cocina, Jairo saludo a la señora Clara con un plausible buenos días. Emilia sonrió al verlo y lo invito a desayunar. Mientras comían, Emilia comentó en voz alta: – Jairo puedes apurarte. Tenemos que ir a tomar las fotos para el trabajo de investigación, recuerda que el lunes debemos presentar el avance a la profesora. Jairo miró a Emilia tratando de encontrar una explicación a lo que estaba diciendo. Ella solo hizo unas muecas, confundiéndolo más. Dedujo que todo era parte de lo que estaba tramando Emilia así que solo respondió: – Ya estoy listo, nos podemos ir. Antes de retirarse Jairo agradeció a Clara por el desayuno, ella sonrió y quedo observándolo. Por la ropa que llevaba puesta no parecía un  chico adinerado como decía Emilia, pensó que como había vivido en el extranjero tal vez la moda era así por esos lugares. Emilia jaló de la mano a Jairo y agregó: – Ya estamos contra el tiempo Clarita. Les dices a mis padres que salí con mi compañero de escuela para reunir información para el trabajo escolar que te comente. Clara asintió con la cabeza mientras Emilia y Jairo salían rápidamente del lugar.

Una vez fuera de la casa Jairo detuvo a Emilia y le dijo: – A dónde crees que vas. Emilia quito las manos de Jairo que estaban sobre sus hombros y le contestó: – Te acompaño. Jairo tratando de entender a Emilia quedo observándola. Luego meneo la cabeza de un lado a otro y mirándola fijamente le dijo: – Mira Emilia, no sé qué pretendes, pero tú no puedes ir conmigo a ningún lado. Yo no ando por barrios bonitos ni me junto con gente de buen vivir. Si te ven conmigo… Jairo iba a seguir hablando pero guardo silenció. Luego algo ofuscado agregó: – ¡En fin lo que quiero decir, es que no puedes acompañarme¡ Y diciendo esto, caminó cuesta abajo dejando a Emilia parada en una esquina. Minutos después Jairo tenía tras de él a Emilia agitada por haber corrido para darle el alcance. Al llegar hacia él, le dio un empujón por la espalda y cuando lo tuvo frente a frente le encaró: – Lo siento Jairo, lamentablemente lo que hagas quieras o no me compete. Pues si tu vendes objetos robados obtendrás más pastillas, las cuales necesito cuando Camilo me envíe con sus amigos. Yo puedo ayudarte a vender esos objetos, para eso debo saber exactamente en qué estado se encuentran. Además debo asegurarme que te mantengas con vida, de lo contrario quien me va ayudar. Dijiste que seriamos socios. Jairo se quedó en silencio y enrumbo su camino, mientras que Emilia lo seguía.

Capítulo 11

Jairo y Emilia tomaron un bus. Luego de unos minutos de viaje, Emilia decidió romper ese silencio denso que se había formado entre los dos desde que salieron de su casa: – Oye no has pensado en vender la mercancía que Camilo le dio a tu amigo a más precio y sin tener que trasnochar. Así puedes ganar más y no te desgastas tanto. No puedo permitir que te enfermes, debo asegurarme que estés bien para cuando Camilo me mande llamar, eres él único que puede ayudarme. Jairo veía los autos pasar a través de la ventana del bus y empezó a reír suavemente al oír los comentarios de Emilia. Viró hacia ella y dijo: – Crees que si fuera tan fácil no lo haría. Hay Emilia a pesar de todo lo que te ha pasado sigues siendo bien ingenua.

Emilia con aires de autosuficiencia carraspeó un poco y le dijo: – Aunque lo dudes si se puede, es una suerte que te hayas encontrado conmigo. Jairo alzó una ceja en señal de no entender lo que Emilia decía, entonces ella le explicó: – Ya te  dije que somos socios y por eso debemos velar para que  las cosas funcionen en beneficio nuestro. Tu amigo te da la mercancía de Camilo para que  la vendas, a él no le importa cómo o a quien se la vendas, lo único que tú debes hacer es cumplir en entregarle en el día estipulado el dinero pactado. En ese caso puedes vender la droga donde yo la vendía antes, en mi escuela. Cuando yo lo hice contactaba a los chicos interesados por internet, con una cuenta falsa creada y los citaba en un lugar específico. Tu podrías hacer lo mismo y los puedes citar por las inmediaciones de mi escuela. Esos chicos pagan muy bien, de hecho mucho más de lo que pagarían por tu zona. Así vendes de día en un lugar tranquilo sin exponerte a tanto peligro y el extra que saques te lo quedas para ti. Podrías ahorrar para salirte del lugar de donde vives. Jairo quedo mirando a Emilia boquiabierto, lo que le estaba proponiendo realmente no era tan descabellado. Finalmente Jairo dijo: – Acepto con la condición que también me ayudes a vender los objetos robados que me da mi amiga Marina. Pero como somos socios lo justo es que también te de algo de la ganancia para ti. No quiero que pienses que me estoy aprovechando.

Emilia accedió, pensó en ofrecer los productos a los chicos middle de la escuela. Jairo no entendía a qué se refería Emilia cuando hablaba de chicos middle. Entonces mientras avanzaba el bus, Emilia le explicó que a su escuela también van algunos chicos que no tienen tanto dinero como la mayoría de estudiantes. Son chicos que sus padres hacen un esfuerzo para pagarles una buena educación pero para eso deben restringir algunos gastos superfluos como el pagar por un pantalón que supere los 200. A estos chicos les decían los middle pues están en el medio, no son ni pobres ni ricos. Ellos compran artículos en oferta. Si los artículos que robaba la pareja de Marina eran legítimos y en buen estado, se les podía vender a los chicos middle a un precio no tan alto como en las tiendas. Emilia pensó en decirle que eran de algún familiar que necesitaba dinero. Para ese punto de la conversación Jairo se encontraba embelesado contemplando a Emilia, así que cualquier idea que saliera de sus labios a él le parecería más que fenomenal. Casi después de una hora y un poco más de viaje se bajaron cerca de un obelisco. Emilia observaba con detenimiento. Todo era tan diferente a donde ella vivía. La calle llena de gente vendiendo comida al paso, autos, buses por doquier, basura por las esquinas. Jairo la incitó a que apresurara el paso. No quería que se quedara por detrás por temor a que alguien le faltara el respeto o tratara de robarle.

Se aproximaron hacia un puesto de frituras donde una señora estaba metiendo en aceite caliente a la vista de todos unas piezas de pollo cubiertas de harina. La señora al ver a Jairo exclamó: – ¡Jairito que alegría me da que ya estés libre¡. Ante la frase de recibimiento de la señora, Jairo observó a Emilia y pudo visualizar en ella cierto temor. Tratando de no pensar en ello, sonriente dijo: – Seño, puede servirle acá a mi amiga una porción de alitas fritas. Tenga se lo pago. Ah se va a quedar comiendo sentada en uno de sus banquitos, la vigila hasta que regrese. Emilia instantáneamente cogió la mano de Jairo y con expresión de súplica le dijo: – Jairo no me dejes. Jairo la soltó. La llevó hasta el banco que estaba más cerca a la señora del puesto, le dio la porción de comida que había comprado y le dijo: – No puedo llevarte a donde voy. Es más seguro que te quedes acá. Regreso en quince minutos, tranquila nada va a pasar. Luego se acercó donde la señora y le susurro: – Señito, cuídela. Yo ya regreso.

Al llegar a la quinta, lo primero que hizo Jairo fue buscar a Marina para que ésta le entregue los objetos que quería que vendiera. – Oye marina a más tardar el viernes te doy el dinero de lo que vendo. Mira que me has dado cosas bien difíciles de colocar. La amiga de Jairo se encogió de hombros no le importaba si demoraba uno o cinco días con tal que le dé el costo que ella tenía pensado. Jairo se estaba retirando cuando fue interceptado por Pepón: – Hey Jairo parece que estuvo buena la noche, pues no llegaste a dormir. Jairo empezó a reír y agregó: – A qué hora vamos a ir  las discotecas a colocar la mercancía. Pepón se dio media vuelta y le dijo: – Vamos son muchas personas. Tú te encargaras de vender esos dulces. Yo estoy vigilado y no soy huevón para arriesgarme. Antes de retirarse Pepón agrego: – Ah por cierto, la merca esta debajo de tu colchón. Ya sabes que hay sitios que funcionan todos los días.Con tanto chibolo perdido que hay, vas a tener chamba para toda la semana. Tienes diez días como máximo para venderla toda al precio que te dije. Jairo asintió y Pepón se fue hacia uno de los recintos de la quinta, al parecer se iba a reunir ahí con unos familiares. Jairo pensó que Pepón nunca dejaría la vida que llevaba, a diferencia de él que por momentos se sentía harto de lo que tenía que vivir.

-Listo ya estoy de vuelta. ¿Y como se portó la señorita?. La señora del puesto de comida, hizo una mueca de pocos amigos ante la pregunta de Jairo. Y es que realmente le había incomodado la actitud de Emilia, toda recelosa. – Hay hijo, no creo que dure mucho tu relación. A esa niña le falta más calle, pero bueno entre gustos y colores. Ah por cierto no quiso ni comer. Jairo quiso aclarar que solo eran amigos pero Emilia se lo impidió al colocarse al lado de él y decirle: – Jairo ya nos vamos. La señora puso los ojos en blanco, Jairo empezó a reír ante la expresión. Con cierto nerviosismo Emilia se aferró del antebrazo de Jairo y le susurro: –Creo que es mejor que vean que estoy acompañada. Jairo no dijo nada, en realidad no supo que decir. Cruzaron la calle para tomar un bus de regreso.

Una vez sentados en el bus, Jairo sacó del bolso que llevaba los objetos que le había dado Marina y comentó: –Bueno acá tengo las cosas. Están en buen estado al parecer. Mientras Jairo hablaba Emilia se quedó observándolo y cayó en la cuenta que a pesar de la cicatriz que llevaba en el rostro, era un chico guapo. – Hey que tanto me miras. Estoy enseñándote los objetos que vamos a vender. Ante el llamado de Jairo, Emilia parpadeó para volver en sí. Para no delatar sus pensamientos ante Jairo, le preguntó: – Jairo, ¿por qué la señora dijo que le daba alegría que estés libre?. ¿Acaso has estado preso?.

Jairo quedo inmóvil ante la pregunta de Emilia. Tragó un poco de saliva y tratando de no dar tanta importancia a lo que iba a decir, respondió: – Pase unos años en un centro de rehabilitación juvenil. Estuve ahí por robo a mano armada, pero ya cumplí mi condena. Sigo esperando que me digas algo respecto de las cosas que traje para vender. Emilia no dijo nada. Tomó los objetos que Jairo llevaba en el bolso y se puso a revisarlos.

Fueron minutos de silencio durante el viaje. Emilia no dejaba de inspeccionar las cosas que Jairo le había entregado y no dejaba de pensar en el hecho de que haya estado encerrado en un centro juvenil. Y no es que lo juzgara, ella era la menos indicada para hacerlo, sino que no podía ni imaginar todo lo que había sufrido Jairo en ese lugar. Pensó que después de todo no eran tan distintos, la poca o nada atención de sus padres los había llevado tanto a ella como a él hasta donde estaban. Emilia reconoció un lugar, pidieron bajar. Caminaron hacia una escalera que desembocaba en la playa. Se sentaron sobre unas piedras y Emilia dijo: – Las cosas que te ha dado tu amiga son bastantes buenas. El lunes ofrezco como quedamos, también en este negocio creo que puedo sacar un extra. Sabes creo que deberíamos comenzar a ofrecer lo «otro». No puedo entrar de mi celular por temor a que me rastreen. Cuando ofrecía lo hacía de una computadora vieja de mi casa que nadie usa. Solo la prendía para ofrecer y ver si contestaban. Jairo saco su celular y dijo: – Toma entra de acá. Este número está registrado como desconocido.

Emilia ingresó al aplicativo y empezó a conectar a los chicos de la escuela que le compraban droga. Mientras lo hacía le pregunto a Jairo: – No tienes miedo que ubiquen tu celular. Jairo meneó la cabeza, pensó que el miedo lo había perdido hace ya mucho tiempo cuando pasaban dos, tres hasta cinco días y su madre no regresaba a casa. Para dejar esos recuerdos atrás le explico a Emilia que ese celular se lo había dado Pepón para estar en contacto. Por lo general son aparatos robados con números y líneas clonadas que pertenecen a otras personas, así es más difícil que te atrapen.

-Ya contacté a todos los que pude. Cuando te lleguen las notificaciones me avisas para poderte indicar donde puedes citar a los chicos. Jairo escuchaba atento a Emilia y pensó que sí tendría que delinquir toda su vida, si era al lado de Emilia podría hacerlo. Se pusieron de pie y caminaron hacia un puesto de venta de dulces y snacks. Compraron un par de refrescos embotellados y siguieron caminando sin rumbo, hasta que Emilia intervino: – Oye comemos algo. Jairo sonrío y siguió a Emilia. Llegaron a un pequeño y pintoresco restaurante. Entraron y pidieron un par de sanguches. Mientras comían Jairo vio los ojos verdes de Emilia, su cabello menudo que le caía sobre el rostro y pensó que podía mirarla toda una eternidad. –¿Que estás pensando?. Emilia lo sorprendió con aquella pregunta y para no ser descubierto, Jairo observó su celular y dijo: – Mira ya contestaron pidiendo todo tipo de químicos. Emilia empezó a guiar a Jairo sobre los puntos donde podía citar a los chicos y en qué tiempo.

-Bueno Jairo ya me voy. Gracias por la compañía. Emilia se puso de pie y a modo de despedirse besó en la mejilla a Jairo. Este no dijo e hizo nada. Pero en el momento en que Emilia salía del local, Jairo se puso de pie y gritó: -¡Emilia te veo el lunes a la hora que salgas del colegio¡. Es decir para que me indiques los puntos de distribución. Emilia sonrió.

Capítulo 12

Luego de unas semanas de intensos trabajos en los negocios pactados entre Emilia y Jairo, Úrsula interceptó a Emilia en uno de los pasillos de la escuela: –Emi en que andas metida, ya ni me hablas. ¿Ha pasado algo?. Emilia estaba apurada iba a encontrarse con Jairo en el parque cercano a la escuela, luego de que él terminara de distribuir. Apresurada y distraída Emilia contestó: – Nada de eso Uchi. Es que no quería ser la amiga metiche en tu relación con Antonio. Además ha llegado de viaje el hijo de unos amigos de mis padres y he estado saliendo con él. Tú sabes haciendo un poco de turismo. Úrsula denotando curiosidad y emoción propuso: – Entonces anda con tu amigo esta noche a la fiesta de blanco y negro que realizaré para esperar la llegada de mi cumpleaños. No habrás olvidado que es mañana. Emilia sonrió y pensó que la fiesta de Úrsula sería un buen lugar para que Jairo coloque la mercancía de Camilo. Luego agregó: –Claro Uchi, como voy olvidarlo. Te veo más tarde. Ahora me voy para poder alistar mi atuendo para la noche.

Emilia llegó al parque que estaba cerca de su escuela para darle el encuentro a Jairo, éste cuando la vio dijo: – ¡Que buen mercado el de tu escuela¡. Pagan calladitos lo que les pides. Luego de contar el dinero, Jairo separó su ganancia. Cogió la mano de Emilia y le entregó todo lo obtenido: –Guarda esto junto a las comisiones que me das por ayudarte a zafarte de esos amigos de Camilo. No pongas esa cara, con lo que me paga Pepón por colocar la mercancía y con lo que me da Camilo por trasladarte, tengo suficiente para subsistir. Emilia no entendía el gesto de Jairo, el al ver su extrañeza, explicó: – Quiero juntar todo lo que pueda, hasta que tenga suficiente y pode dejar el lugar donde vivo. Quiero una nueva vida. Pero no es seguro llevar el dinero donde me estoy quedando en estos momentos. Emilia sintió una alegría peculiar. Guardó el dinero en su mochila. Luego tomó las manos de Jairo y le dijo: – No te preocupes yo lo guardo. Eres muy importante para mí, me has ayudado un mucho. Te voy ayudar a dejar esta vida, ya verás que será posible. Confía en mí. Jairo nervioso, retirÓ sus manos y decidió cambiar de tema presuroso: – Bueno voy a entregarle el dinero a Pepón para luego pasar a recogerte. Has visto que Camilo envió un mensaje. Emilia volteó los ojos e hizo una mueca de asco. Luego agregó: – Si ya vi. Se le ha hecho costumbre enviarme todos los viernes con alguien. Lo bueno es que la cita de hoy será la última. Ya dijo que con esta visita saldo mi deuda. Tengo las pastillas que me entregaste la última vez. Así que hoy engañamos al último incauto y luego seré libre. Comenzare una nueva vida al igual que tú. Es por eso que después de la visita al amigo de Camilo debemos ir a celebrar. Que te parece si vamos a una fiesta de una compañera de la escuela, ahí podrías colocar lo que te queda de mercancía. Estarán chicos de otras escuelas, con buena solvencia económica.

Jairo se quedó pensando. Si era verdad lo que decía Emilia, tal vez esa misma noche podría completar para pagar por adelantado un cuarto en un lugar mejor al que vivía en esos momentos. Por fin dejaría a Pepón y sus negocios. Además Emilia dejaría a Camilo, ya nada lo ataría para estar en ese mundillo. Sonrió y dijo: – Ok, vamos luego de la cita con el cliente de Camilo. Emilia entusiasmada, se precipitó hacia Jairo y lo abrazó. Luego le dio unos golpecitos en el hombro y le dijo: – Hey socio, debes vestir de negro es una fiesta temática. Jairo se echó a reír.

En una de las tiendas de prendas juveniles más reconocidas de la ciudad, Jairo compro un pantalón negro de mezclilla  y camisa del mismo color. Con un frenesí poco frecuente en él se dirigió a la quinta. –Jairo que elegancia la tuya. Vestido así hasta me da ganas de besarte jajajaja. Pepón irrumpió en la habitación donde Jairo dormía, cuando este se terminaba de vestir. Jairo volteó y no dio importancia a los comentarios fuera de lugar de Pepón. Solo comentó: –Camilo pide que uno vaya presentable a su sitio. Oye luego de hacerle el encargo a Camilo bajo para colocar la mercancía. Jairo apuró el paso y salió del lugar. Pepón al verlo salir solo atinó a gritar desde el umbral de la puerta: – Esta bien Jairito, trabaja duro y parejo que te ganaras el cielo. Aunque vestido todo de negro pareciera que vas a trasladar a un muerto y no a una señorita, jajajaja…Jairo hizo caso omiso a los gritos de Pepón.

Jairo recogió el auto en el local de Camilo y enrumbó hacia la casa de Emilia. Al llegar a la vivienda de ella, le envió un mensaje para avisarle que estaba esperándola. Emilia le dijo que en un momento bajaba, estaba buscando su bolso. Pasaron los minutos y Jairo se puso intranquilo. Bajó del auto y se recostó en él. Prendió un cigarrillo para no perder la paciencia. Miraba el suelo mientras pensaba en lo que le hacía sentir Emilia, pero dejó sus pensamientos de lado cuando fue sorprendido con el saludo de ella: – Hola Jairo. Alzó la mirada, dejando caer el cigarro de lo impresionado que quedó al ver a Emilia en aquel vestido negro, su cabello suelto al viento y su sonrisa angelical. Intentó acercarse a ella pero Emilia se le adelantó dándole un beso en el rostro a modo de saludo para luego decirle: –Jairo estas guapísimo. Pareces un modelo de revista. Creo que esta noche más de una chica estará detrás de ti. Vamos ya. Jairo sonrió y deseó que solo ella sea quien se fije en él. Abrió la puerta para que Emilia ingrese al auto y luego subió él. Iba a prender el motor del auto pero sin saber porque le increpó a Emilia: – No crees que estas muy provocativa para ir a encontrarte con ese viejo asqueroso. Emilia sorprendida por el comentario de Jairo, volteó a verlo y le contestó: –Jairo no creerás que me he arreglado para ir a ver a un pervertido. Recuerda que luego vamos a ir a una fiesta de mi escuela. Porque crees que llevo este abrigo, me lo voy a colocar cuando baje a encontrarme con el vejete ese. Además recuerda es un anciano de 70 años, luego de tomar la pastilla no podrá ni caminar. Jairo más tranquilo con el comentario de Emilia y para evitar que ella pensara que estaba celoso, agregó: –Ok, es que debo prevenirte para evitar que tengas algún percance con ese tipo de gente. Como amigos debemos cuidarnos las espaldas. Emilia sonrió agradecida por el gesto de Jairo.

Llegaron al lugar de encuentro. Jairo estacionó el auto y Emilia ingresó al local. Luego de una media hora la vio salir. –Que te dije Jairo, ni bien terminó de beber la copa de vino con la pastilla, ya estaba tambaleándose. Ahora si asunto finalizado, enrumbemos a celebrar. Con la música a todo volumen se dirigieron a la casa de Úrsula para gozar de la fiesta.

-¡Emi, llegaste¡ ¡Amiga estas guapísima¡ Úrsula se acercó a Emilia con una copa de vino en mano para saludarla y luego posó su mirada en Jairo. Emilia al percatarse que Úrsula no dejaba de observar a Jairo dijo: – Úrsula te presento a Jairo. Úrsula los invitó a pasar y que se sirvieran lo que desearan. Antes de ir al encuentro de Antonio le susurró al oído a Emilia: – Ahora comprendo porque ya no te veo. Disfruta amiga, es encantador. Emilia sonrió ante la suposición de Úrsula y se quedó observando a Jairo. Pensó en lo bien que se sentía al estar con él, sin caretas ni poses, siendo solo ella misma. Mientras tanto Jairo observaba todo a su alrededor. Jamás había estado en un fiesta así tan llena de lujo, con comida y bebida por todos lados.

-Emilia, ¿como estas?. Emilia dio media vuelta ante el saludo y se topó con Fernando. Estaba ebrio. Ella intento alejarse, pero él la cogió por la muñeca para decirle: –Si gustas podemos tener la conversación que tanto querías. Emilia zafó su mano de él y le increpó: – ¡Vete a la mierda¡. Fernando totalmente ido, quiso tomarla por el brazo. Pero en ese preciso instante Jairo cogió la mano de Fernando y se interpuso entre él y Emilia, para luego decir: – No escuchaste que te dijo que te fueras. Emilia tomó la mano de Jairo y le solicito que la acompañe por unas bebidas.

Sentados alrededor de una pequeña mesa, Emilia temblorosa bebía un vaso de ginebra. Jairo ante su actitud preguntó: – Emilia ¿quién era ese tipo, que te has puesto intranquila desde que lo viste? Emilia observaba a Jairo, mientras las lágrimas mojaban sus mejillas. Bebió otro sorbo y le dijo: – Ese es el maricón que desgració mi vida. El que me metió en toda esta mierda. El que me presentó a Camilo. Jairo secó las lágrimas de Emilia, tomó su mano y le dijo: – Bueno que se cuide esta noche, ya no estás sola. Emilia abrazó a Jairo y sonrió al saber que el la cuidaría.

Bebieron ginebra y champagne. Al cabo de unas horas el ambiente estaba eufórico. Emilia ya no sentía miedo, tenía a Jairo de su lado y eso la volvía segura. Jairo por su parte había logrado colocar casi toda la mercancía solo le faltaba un par de gramos de coca para completar toda la venta. Pero ya no le importaba vender, solo quería compartir momentos con Emilia, quien insistía para que fueran a la pista de baile: –Jairo toma bebe champagne, nos merecemos esto y más por todo lo que tenemos que pasar. Jairo bebió de la copa de Emilia y ésta lo jalo para bailar. Al ritmo de las luces y la música contagiante, Jairo posó sus manos en la cintura de Emilia. Ella se contorneaba frente a él. Jairo sintió una chispa electrizante que le recorría desde la nuca bajando por toda la espalda. Con los latidos del corazón a mil y la respiración entrecortada, sin pensar en las consecuencias, se aproximó a Emilia y la besó. Ella cerró los ojos, dejándose llevar. Por cada beso que Jairo le daba, ella acariciaba su cabello, jugaba con la argolla que llevaba en la oreja izquierda, recorría con sus dedos la nuca de él. Sentía su olor y era feliz. Luego de unos minutos ambos se miraron y empezaron a reír. Emilia tomó la mano de Jairo y dijo: –Creo que ya debemos irnos. Estaban caminando hacia la salida pero Jairo pidió regresar, tenía que ir al baño, al parecer beber tanta champagne había hecho efecto. Emilia empezó a reír mientras Jairo se dirigía hacia los servicios higiénicos. Jairo se estaba retirando del baño cuando se cruzó con Fernando. Éste lo cogió del antebrazo y le dijo: – ¡Oye tu eres el que ha estado pasando¡. Jairo lo empujó aludiendo que no sabía de qué hablaba. Sin embargo, Fernando insistió en necesitaba aunque sea un gramo de cocaína, tenía que sacarse la borrachera de encima. Jairo veía como Fernando rogaba por un poco de droga, diciendo que pagaría lo que sea necesario. Jairo lo observaba, luego lo cogió del pecho y le dijo: –¡Arrástrate como la basura que eres¡. Fernando se ofuscó e intentó atacar por la espalda a Jairo, pero éste se anticipó y lo golpeó con el puño tumbándolo. Una vez tendido sobre el piso descargó toda su furia por haber dañado a Emilia. Hubiera seguido golpeándolo hasta dejarlo sin vida pero un grupo de muchachos que ingresó al baño hizo que se detuviera. Jairo escupió sobre el rostro de Fernando y salió corriendo. Dio el encuentro a Emilia, tomo su mano y le dijo: – Vámonos de aquí.

Subieron al auto y Jairo lo arrancó de inmediato. Emilia estaba sorprendida. No sabía que le pasaba a Jairo, nunca antes lo había visto así de intranquilo. Luego de unos minutos de silencio, se atrevió a preguntar: – ¿Qué te pasa?. Jairo detuvo el auto, la miró por unos instantes y sin saber porque se aproximó a ella y empezó a besarla. Luego se contuvo y agregó: –No pude soportar la idea de que te hayan hecho daño y le destrocé la cara al cabrón que te jodió. Emilia se quedó en silencio por unos minutos. Nunca había estado a favor de la violencia, pero con todo lo que había pasado en los últimos meses, supo que hay ocasiones en que no queda de otra que responder con un buen golpe. Además sabía que Fernando debió recibir su merecido hace tiempo. Hizo una pausa y agregó: – Jairo todo lo que haya pasado antes de este instante, ya no importa. Vamos a escribir una nueva historia para los dos, vamos a dejar todo lo malo. Disfrutemos lo que tenemos. Ahora anda a dejarle el auto a Camilo y quédate conmigo.

Jairo arrancó el auto pero no llevo a Emilia a su casa. Llegaron a una casona de estilo colonial, con balcones y pisos de madera. Parecía uno de esos pequeños hoteles de ciudad que Emilia había conocido en Europa. Una señora muy amable estaba en recepción. Jairo presentó la identificación falsa que Camilo le había dado para los «negocios» y en la que figuraba como mayor de edad. Separó una habitación a la que ingresó con Emilia. Sentados sobre el borde de la cama, Jairo preguntó a Emilia: – ¿Crees que puedas llegar a tu casa al amanecer?. Emilia sacó el celular de su bolso. Envió un mensaje a su madre, indicándole que se quedaría a dormir en la casa de Úrsula por que la fiesta aun no terminaba. Luego apagó el móvil. Jairo se puso de pie y le pidió que lo esperara. Dejaría el auto con Camilo y regresaría.

Pasaron unos 35 minutos para que Jairo regresara a darle el encuentro a Emilia. Cuando ingresó a la habitación la encontró recostada sobre la cama durmiendo. Se echó junto a ella y la abrazó. Emilia abrió los ojos y lo vio a su lado con los ojos cerrados. Lo besó y él despertó. Jairo le dijo: – Escucha quiero decirte que no va a pasar nada que tu no quieras que pase. Emilia quedo en silencio mirándolo y despacio fue aproximando su cuerpo al de él. Tomó una de las manos de Jairo y la colocó sobre uno de sus muslos debajo de su vestido y muy despacio empezó a besarlo. Jairo empezó a recorrer con sus manos todo el cuerpo de Emilia para luego desnudarla lentamente. Emilia reconoció con besos cada una de las cicatrices de Jairo, mientras él la llenaba de amor.

Recostada sobre el pecho de Jairo y abrazada fuertemente por él, Emilia le susurró: – Jairo no me dejes nunca. Jairo retiro el cabello que Emilia tenía sobre su rostro, le dio un beso tierno en la punta de su nariz y le dijo: – Es la primera vez en mis 17 años que soy feliz. No pienso renunciar a ti. Luego durmieron entrelazados con la certeza que ya no estaban solos, se tenían uno al otro.

Capítulo 13

-Emilia debemos levantarnos. Debo ir a entregarle el dinero a Pepón y sacar mis cosas de ahí. Quedaron dos paquetes, el lunes los coloco siendo esa la última venta. Jairo se levantaba de la cama, mientras buscaba su bóxer. Emilia envuelta entre sábanas, le propuso: – Nos bañamos.

La habitación tenía una bañera antigua. La llenaron de agua y como dos niños en carnavales jugaron dentro de ella. Salieron del hotel tomados de las manos y vestidos para una fiesta, rieron de esa situación. En la esquina de la calle donde estaba el hotel, había un pequeño cafetín. Ingresaron y comieron pastelitos con café. Mientras Jairo escuchaba a Emilia que de niña lo único que deseaba era vivir en un bosque como en los cuentos de hadas, se inclinó hacia ella y la besó. Emilia sonriente le preguntó: –¿Y eso a que se debió?. Jairo se puso de pie, tomó su mano y dijo: – Gracias por sacar lo mejor de mí. Ahora vamos ya.

Jairo dejó a Emilia en su casa y fue hacia la quinta con Pepón. Emilia al ingresar a su morada, se topó con su madre. Se acercó hacia ella, le dio un beso y le dijo: – Buenos días mamá. Qué guapa estas hoy. Su madre totalmente sorprendida respondió: – Parece que alguien está de buen humor hoy día. Emilia subía las escaleras para dirigirse a su dormitorio y desde ahí gritó: – ¡Corrección, no estoy de buen humor. Estoy feliz ¡

Jairo estaba tumbado boca abajo sobre el colchón que le servía de cama, cuando Pepón ingresó haciendo sus comentarios irrelevantes: – Hey Jairito, ya se te está haciendo costumbre no llegar a dormir. Jairo se puso de pie, cogió el dinero de Pepón y le dijo: – Toma. Fue una buena venta anoche. Ahora voy donde Marina a entregarle su dinero. Jairo se cambió de camiseta mientras Pepón contaba el dinero. –No sé cómo lo haces Jairo, pero siempre cumples con lo indicado. Aunque veo que acá falta. Jairo terminó de vestirse y respondió: – Así es. Faltó vender un par de gramos, pero no te preocupes los coloco en estos días. Pepón alzo las manos, haciendo un gesto que restaba importancia y dijo: – Bueno esa venta te la doy como parte de tu pago, puedes cogerla.

Al día siguiente, Jairo se encontró con dos estudiantes del Villa College. Entregó la mercadería y se dirigió hacia el malecón, divisó a Emilia sentada sobre una de las banquetas esperándolo. Se aproximó despacio y rodeó su cintura por detrás, para luego besar su nuca y decirle al oído: –Hola. Emilia sonrió y entrelazó sus dedos con los de Jairo, él le entregó el dinero de la última venta, suspiro y dijo: –Por fin todo termino. Podrás guardarme esto. Junto al dinero Jairo entregó a Emilia un pequeño maletín con sus objetos personales. Estaba dispuesto a cambiar. Alquilaría un cuarto en un pequeño hotel, con lo ahorrado podría pagar un mes adelantado, tiempo suficiente para encontrar un trabajo. Trabajaría en el mercado de la ciudad, cargando los costales de verduras que llegan al amanecer. Al no tener documentación completa era el único trabajo al que podía acceder, pero para él estaba bien, pues le dejaba tiempo para poder estudiar algo, tal vez terminar la escuela. Se quedó observando a Emilia y tímido preguntó: – No te importa. Emilia comía algodón dulce, se encogió de hombros, no entendía a Jairo. Entonces él confeso: – Es que tú estudias en un colegio de renombre, yo estudiare en una escuela no escolarizada. Tú vives en una zona residencial, yo voy a vivir en un cuarto alquilado. Lo que quiero decir es que… Jairo quería seguir hablando pero Emilia empezó a reír tan fuerte que él tuvo que callar sus palabras. Emilia dejo de reír se acercó a Jairo y mirándolo directo a los ojos le respondió: – Jairo, me haces reír con todas esas tonterías que dices. Piensas que voy a preocuparme por cosas tan banales como esas. Somos más parecidos de lo que crees. Hasta donde yo sé ambos vendimos drogas y objetos robados, engañábamos a hombres inescrupulosos y les quitábamos el dinero. Los dos hemos cometido los mismos errores, para sobrevivir o para llenar el vacío que teníamos en nuestras vidas. Lo importante es que ya no estamos solos, nos tenemos el uno al otro y de ahora en adelante todo va a ser distinto. Jairo jaló a Emilia hacia él y la abrazó, necesitaba sentir el latir de su corazón junto al de él, necesitaba sentirse vivo junto a ella. De pronto los celulares de Jairo y Emilia sonaron al mismo tiempo, al parecer estaban recibiendo algún mensaje. Jairo deslizó el dedo por la pantalla del móvil para leer lo que había llegado. Su mirada se tornó fría, alzo los ojos y observó a Emilia sin decir nada. Ella no entendía la actitud de Jairo. El bajó la mirada y le dijo en un tono sombrío: –Es Camilo, dice que el sábado debo llevarte con un cliente importante. El algodón dulce que llevaba Emilia en las manos, cayó al suelo. Presurosa sacó su celular de la mochila. Llena de horror y rabia vio el mensaje de Camilo: – El sábado tienes una cita muy importante. Enfurecida Emilia marcó el número de Camilo. Quien contestó despreocupado: – Aló. Emilia al escuchar la voz irritante de Camilo, descargó toda su rabia por el auricular: -¡Camilo, yo no soy objeto ni juguete de nadie¡ ¡Ya te pagué lo que te debía, tú mismo dijiste que el sábado pasado se saldaba todo¡ ¡No pienso ir a ver a ningún hombre y si quieres soltar al perro de Fernando, hazlo no tengo miedo¡. Emilia iba a colgar el teléfono, pero a Camilo le basto decir una sola palabra para que ella siguiera en línea escuchándolo: –Jairo. El silencio de Emilia le dio la certeza a la duda de Camilo y sin remordimiento alguno éste le dijo: – Mira no sé qué  rollo te traes con el chiquillo ese y la verdad no me importa siempre y cuando cumplan con lo que les pido. Fernando me contó que te vio muy cariñosa el sábado en una fiesta con un chico, que por la descripción dada se trataría de Jairo. Así que si no quieres que Jairo sufra algún accidente, vas a acceder a lo que te diga. Emilia colgó el teléfono y se echó a llorar. Jairo intentó consolarla, tomándole las manos. Emilia alzó la mirada y sollozando dijo: –Sabe lo de nosotros y amenazó con matarte si no iba al encuentro. Jairo camino de un lado a otro, hasta terminar dando puñetazos contra un muro. No entendía porque la vida siempre se empeñaba en quitarle los sueños. Emilia lo abrazó tratando de calmarlo. Luego de unos minutos Jairo suspiro. Por un momento pensó en llamar a Camilo y negarse de llevar a Emilia al encuentro ese, pero cayó en la cuenta que eso sería peor. Pues podría buscar a otro chofer, exponiendo así a Emilia. Jairo trataba de poner en orden sus ideas y se desesperaba al no hallar una solución. Emilia acarició su rostro y le dijo: –Ya lo he pensado. Iremos el sábado y vamos a hacer lo mismo que hemos hecho en otras ocasiones. Jairo la besó en la frente y asintió, luego agregó: – Pero esta vez nos aseguraremos que sea la última vez. Le dirás a Camilo que saldrás de viaje con tu escuela por uno de esos viajes de estudio que realizan. Emilia trataba de entender a Jairo pero le preocupaba que pasaría cuando Camilo se enterara que era mentira. Jairo le explicó que debía hablar con el colegio pues faltaba poco para terminar las clases, para que le adelanten los exámenes para que no pierda el año. Les diría que viajaría por una beca o algún concurso. A sus padres les debía decir que viajaría con un grupo del colegio para una obra benéfica. Él le ayudaría a falsear algunos documentos. Así cuando este todo listo, los dos viajarían por unas semanas. Con parte del dinero ahorrado podrían ir a algún balneario cercano, sin preocupaciones. Al no estar presentes tanto Camilo como Pepón, incluso hasta Fernando se olvidarían de ellos. Emilia aceptaba todo lo que Jairo le proponía. Sentía que no había otra salido, nerviosa rompió en llanto: – Solo quiero que acabe esto Jairo. Quiero dejar las mentiras, solo quiero ser feliz. Acaso es mucho pedir. Jairo la tomo en brazos, le pidió perdón por influenciar a que haga todo eso, pero no se le ocurría otra cosa. Él al igual que ella, también quería ser feliz, ser como cualquier adolescente, quería ser feliz con ella.

Esa tarde Emilia envió un mensaje a Camilo. Se disculpó con él, aludiendo que había reaccionado así pues estaba preocupada por el viaje de estudios que tenía que realizar con la escuela, lo cual le dificultaba cumplir con las visitas que él le pactaba. Luego de unos minutos de espera, Camilo le respondió que no la hubiese molestado si el cliente que lo contactó reciente no fuera tan importante, incluso había accedido a pagar el doble por ella. Si ella se portaba a la altura,  no tenía por qué preocuparse pues él le daba su palabra que esa sería la última vez, ya no la molestaría. Emilia sintió estremecerse al escuchar como Camilo comercializaba con ella.

Durante la semana Jairo y Emilia estuvieron planificando el viaje, de tal manera que nadie sospeche de su ausencia, sobre todo en el caso de Emilia porque si el desaparecía por unos días o hasta por un año, estaba seguro que nadie se preocuparía. En la escuela Emilia solicitó, tal como le indico Jairo, que le adelantaran los exámenes y le entreguen algún documento que le acredite que había finalizado los estudios del año en curso. Aludió que realizaría un viaje de voluntariado social. Mientras que a sus padres les solicitó que le firmaran el permiso de viaje diciendo que formaba parte de la delegación escolar que viajaría para una obra social. Por su parte Jairo no había aparecido esa semana por la quinta de Pepón, durmiendo de incognito en el desván de la casa de Emilia. No le debía nada a Pepón,  por lo tanto no quería que le diera más «trabajo» para no tener que verse obligado a rendirle cuentas. Cuando Pepón lo llamó le pidió que lo disculpara por esa semana, pues se le habían presentado problemas con su padrastro y su mamá, que tenía que solucionar.

Llego el sábado por la noche, Emilia debía ir a la cita pactada por Camilo. Se aseguraron de que no faltara la pastilla en el bolso de Emilia, ella se alegró de no haberla botado como pensó en algún momento cuando Camilo le había dicho que todo terminaba. Jairo pasó a recoger el auto donde Camilo quien al verlo le propuso: – Me han dicho que tienes problemas con tu familia y has tenido que ausentarte. Puedo darte un adelanto para que no tengas que estar padeciendo. Jairo recibió las llaves del auto y acotó: – No te preocupes, mis demonios los mato a mi manera. Además es algo que no se soluciona con dinero. Dio media vuelta para salir, no quería tener que deberle nada a Camilo ni a nadie de su entorno, él lo que quería es ser libre y estar con Emilia. Cuando ya estaba a punto de retirarse del Aleph, Camilo gritó: – ¡Hey Jairo, parece que te has ganado el cariño de Emilia¡. ¡A ver si la convences para que se porte bien esta noche, no estaba muy convencida de ir¡ Jairo detuvo su andar, quería regresar y romperle la cara a Camilo. Pero apretujó los puños y se contuvo, sabía que si lo hacía echaría a perder todo lo planeado con Emilia.

Recogió a Emilia, ella al subir al auto le dio un beso y le dijo: –Bueno pongamos fin a esto de una vez. Iban en silencio, hasta que Jairo intervino: – Camilo desea quedar bien con el hombre ese, debe ser alguien con bastante peso. Emilia no tenía ganas de hablar del tema pero sabía que el comentario de Jairo era para romper la tensión del momento, así que luego de un resoplido dijo: – La verdad que no he preguntado, pero escuche un rumor que era un político importante. Jairo detuvo el auto, tomó la mano de Emilia y le dijo: – Oye si quieres no vamos. Emilia lo besó y acarició sus mejillas. Sonrió tiernamente y respondió: –Hoy acaba todo esto, mañana estaremos de vacaciones juntos. Tienes razón al decir que al estar ausentes por unas semanas se olvidaran de nosotros y buscaran quien nos reemplace. Así que no voy arriesgarme a perderte, no quiero que te maten. Será igual que otras veces, drogamos al tipo, le hacemos creer que ha sido un gran amante y sin siquiera tocarme pagará.

Llegaron al lugar, Jairo se aseguró que Emilia lleve la pastilla. Repasaron como llevarían a cabo su plan. Ella le dio un beso y fue a darle el encuentro al hombre. Habían pasado ya treinta minutos y un poco más y Emilia no salía del hotel. Jairo tuvo un mal presentimiento. Cogió el celular y marco el número de Emilia, al escucharla sus sospechas se hicieron ciertas. Una Emilia desesperada y llorosa comenzó a hablar al otro lado del auricular , mientras se escuchaban de fondo gritos como de un ogro y golpes:   -¡Jairo, ayúdame¡ ¡Estoy encerrada en el baño, el hombre no se duerme¡ ¡Esta como loco golpeando la puerta para que salga, tengo miedo¡. Jairo se bajó de auto de inmediato para ir a su encuentro, trataba de calmarla. Le solicitó el número de habitación donde se encontraba. Al ingresar al hotel espero un descuido del personal para poder subir al ascensor y dirigirse a la habitación que le había dicho Emilia. Mientras tanto Emilia ya no sentía al hombre golpear la puerta, la abrió con cuidado y salió del baño. No vio a nadie, avanzó unos cuantos pasos cuando de repente por detrás de ella la aprisionaron. El enajenado hombre se encontraba desnudo y  como esos borrachos violentos, la presionarla cada vez más fuerte pareciendo que quería dejarla sin respirar. Emilia suplicaba que la dejara ir, pero sus palabras eran obviadas. El hombre intento arrancarle el vestido, en el momento en que ella intento zafarse al escuchar tocar la puerta, estaba segura que era Jairo. Entre forcejeos intentó abrir la puerta pero el hombre la empujó contra el piso. El grito ensordecedor de Emilia, provocó que Jairo pateara la puerta derrumbándola. Entró justo en el momento en que el hombre se abalanzaba sobre Emilia. Jairo sin dudarlo lo golpeó en la cabeza, el hombre intentó ponerse de pie pero al hacerlo volvió a caer dando arcadas y vomitando. Jairo tomó la mano de Emilia y la sacó de inmediato de ahí. Corrieron hacia las escaleras, escabulléndose de los empleados del hotel y guardias de seguridad que comenzaron a llegar ante tanto alboroto. Salieron del hotel y de inmediato subieron al auto. Avanzaron unas cuantas calles, se estacionaron cerca de una plaza. Jairo volteó a ver a Emilia, ella aún estaba temblando. Observó su vestido raído de un lado y el moretón que llevaba en el antebrazo. Emilia lo miro directo a los ojos y le dijo: –Solo son golpes, gracias a que tú llegaste ese hombre no pudo hacerme nada más. Jairo se sentía impotente. Emilia estaba así por culpa de él, ella accedió a ese encuentro para evitar que le hagan daño a él. La abrazó y le secó poco a poco las lágrimas, mientras repetía una y otra vez: –Perdóname. Te prometo que nunca más te voy a volver a dejar sola. Llegaron a la casa de Emilia. Jairo la acompaño hacia su dormitorio. La llevó a la ducha, despacio le saco el vestido y poco a poco la fue lavando. La ayudo a vestirse y la abrazo. Emilia se recostó sobre su pecho hasta quedarse dormida. Jairo tomó las llaves del auto y fue donde Camilo. Al llegar al Aleph, Jairo estaciono el auto donde siempre lo hacía, cogió las llaves y fue a darle el encuentro a Camilo. Al parecer éste aún no se enteraba de lo sucedido pues estaba bebiendo eufórico sentado en un sillón acompañado de una muchacha. Camilo al ver a entrar a Jairo le indico con la mirada que vaya hacia su oficina, no le gustaba recibir dinero a la vista de todos.

Una vez dentro en la oficina y estando solo Jairo y Camilo, éste en tono sarcástico dijo: – Al parecer nuestra princesa hizo disfrutar más de la cuenta al afortunado hombre, pues se han demorado más tiempo de lo acostumbrado. Jairo se aproximó lento hacia Camilo y sin piedad alguna le hundió en el lado izquierdo del ombligo la pequeña chaveta que llevaba consigo desde que vivía en las calles. Camilo se quedó sin decir nada, desplomándose sobre la silla giratoria que tenía. Jairo le dejo las llaves sobre el escritorio, se aproximó hacia él y le dijo: –Esto es por todo el daño que le has hecho a Emilia. Al salir de la oficina cerró la puerta y se fue sigiloso. Emilia despertó estaba por amanecer, se percató que Jairo no estaba a su lado. Marcó el celular de Jairo, el respondió de inmediato: – Estoy en la puerta de tu casa. Emilia cogió el dinero que habían juntado con Jairo, su maletín y las cosas de Jairo. Sabía que lo sucedido en el hotel con aquel político provocaría en Camilo represalia, así que tenían que huir. Antes de salir Emilia cogió un lápiz y un papel para escribir una carta a sus padres. Les explicó que no quiso ser mala hija, pero por más esfuerzo que hizo desde niña nunca obtuvo la aprobación de ellos. Tal vez por eso confió en quien no debió. Contó que unos meses atrás el primo de Úrsula aprovechando que ella había bebido en una reunión, abusó de ella. Cuando reclamó, la amenazó con golpearla y en lugar de buscar protección en ellos, la buscó en el lugar equivocado con Camilo. Un proxeneta y distribuidor de droga. Ella quiso en más de una ocasión contarles, pero nunca tuvieron tiempo, a tal punto que ni siquiera se habían acordado de su cumpleaños. Sin embargo, dentro de toda esa tragedia conoció a un chico, alguien que siempre la respeto y protegió en todo momento. Ahora él está en peligro por defenderla y es su deber estar al lado de la única persona que le demostró verdadero amor. Les pidió que no se preocupen, iba a estar bien porque tiene a su lado a la única persona que la comprende y la puede hacer feliz. Dejó la carta sobre la mesa del comedor, en el lugar donde su padre se sienta a desayunar.

Jairo tomó la mano de Emilia y le preguntó: – ¿Estas segura que quieres huir conmigo?. Emilia lo abrazó y respondió: –Nunca he estado tan segura de algo. Como te dije en un inicio, estamos juntos, somos socios. Antes de retirarse Jairo le pidió su celular a Emilia y junto al de él los apagó, saco el chip y los destruyó, no podían arriesgarse a ser ubicados por algún dispositivo. Se tomaron de la mano, cruzaron la calle y fueron hacia el paradero de transporte público. Tomaron un bus que luego de una hora y media de viaje los dejó en un cruce de dos avenidas transitadas. Bajaron en ese lugar y Jairo pregunto qué carro tomar para ir a las zonas periféricas. Un señor le indicó que había una custer que lo podía llevar a las afueras de la ciudad, pasaba cada cierto tiempo. Esperaron cerca de treinta minutos hasta que el mencionado transporte llegó. Pagaron el pasaje correspondiente y se sentaron en los asientos de al fondo, tomados de la mano. Emilia recostada sobre el hombro de Jairo y él sobre la cabeza de ella se quedaron dormidos hasta que el chofer los depertó: –Hey chicos, ya llegamos al último paradero. Jairo abrió los ojos, vio la hora en el reloj que llevaba en su muñeca izquierda y se percató que habían dormido casi dos horas. El sol brillaba y el paisaje era rustico. Despertó a Emilia, bajaron del auto y se dirigieron hacia una pequeña tienda a comprar algo para comer. Mientras comían unas galletas, escucharon decir que desde ese lugar partían pequeños buses hacia los pueblos de la sierra costeña. Las miradas cómplices de Emilia y Jairo se cruzaron y no lo pensaron dos veces, se subieron a uno de esos buses, acompañados de personas que llevaban cajas con frutas y algunos animales como gallinas y pollos, emprendieron viaje. El camino era un poco suntuoso debido a la carretera rustica. Por la ventana se divisaban cerros, abismos y el rio en la parte baja. La gente iba bajando de a pocos en cada pueblito que paraba el bus. Luego de unas cuantas horas de viaje, llegaron al último pueblo del recorrido. Una placita con calles empedradas, casitas alrededor echas de adobe blanco y tejas rojas contrastaban con un cielo azul. Sin señal de internet y de telefonía móvil, parecía que el tiempo se hubiera detenido en ese lugar. Jairo y Emilia pensaron que era ideal para iniciar una nueva vida dejando todo lo vivido atrás. Se acercaron hacia el señor que los había llevado, para preguntarle donde podrían encontrar un lugar para hospedarse: –Uy joven acá en el pueblo no hay hotel, como casi nadie viene. Pero esta Doña Jovita, ella tiene una chacra en el poblado anexo.  Ella ha dado posada a los misioneros que venían a catequizar, tal vez si le pregunta les puede alquilar. Lo malo es que para llegar hasta el poblado donde está, debe ir  a caballo o caminando, ahí no entran autos. Está a treinta minutos cruzando el río. Ella es amable y vive sola desde que enviudó. Emilia y Jairo estaban cansados pero decidieron hacer su último esfuerzo y poder conseguir un lugar para estar tranquilos. Así que bebieron un poco de agua y  enrumbaron hacia el poblado anexo en busca de Doña Jovita. Mientras caminaban empezaron a imaginar cómo sería su vida en ese lugar. Emilia comenzó a reír al decir que se convertirían en unos hacendados y luego con las hojas de una rama que había recogido se puso a fastidiar a Jairo. Ante el cosquilleo incesante que eso le provocaba, Jairo no tuvo mejor idea que tomar entre brazos a Emilia y pese a las suplicas de ella para que la bajara él la coloco sobre sus hombros, con lo cual casi pierde el equilibrio, empezaron a reír ante la situación. Jairo                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                            al tener a Emilia tan cerca de él y con esa sonrisa fresca pensó que si en ese momento moría , hubiera valido la pena todo lo que pasó para llegar a ese instante.

Llegaron a la chacra, era un lugar muy lindo. Lleno de plantaciones de árboles frutales, una pequeña granja y al fondo una pequeña casita hecha de piedra. Algo tímidos tocaron la puerta, no sabían si la señora les alquilaría una habitación o no.  Cuando Jovita abrió la puerta, los recibió muy entusiasmada: – Por fin. Pensé que ya se habían olvidado de mi pedido. Hace como tres meses que fui a la ciudad a solicitar un capataz, no puedo sola con todo el trabajo. Veo que has venido con tu esposa. Bueno son jóvenes que van a querer separarse, yo también andaba pegada a mi marido cuando recién nos casamos. Si les parece bien tal vez ella podría ayudarme con las labores de la casa, mientras tu trabajas en la chacra. Jairo y Emilia quisieron decir que no estaban casados, que en realidad eran unos adolescentes enamorados y fugitivos. Que lo más probable es que los padres de Emilia la estén buscando por mar, cielo y tierra, mientras que a Jairo la policía lo tenga fichado, pero Doña Jovita hablaba tanto que ellos solo callaron, aceptando lo que ella creía. Doña Jovita les invito refresco de frutas, luego los llevo a una cabaña ubicada en la parte trasera de su casa: –Acá pueden quedarse, no es muy grande pero tiene lo básico. Un dormitorio, su baño, cocineta y espacio para una mesa y cuatro sillas. Tengo el presentimiento que estarán felices en este lugar. Bueno acomódense. Los espero en la casa para que coman algo, he preparado un dulce de membrillo único, de paso aprovechamos para conversar sobre el trabajo. Doña Jovita con una gran sonrisa se despidió. Jairo cerró la puerta y quedó frente a Emilia, se aproximaron uno al otro. Jairo tomó a Emilia por la cintura, ella rodeo su cuello y se llenaron de besos. Sabían que eran tan solo dos chiquillos asumiendo una vida de mayores, pero también sabían, tal como lo dijo Doña Jovita, que en ese lugar podían ser felices y juntos aprenderían a vivir.

 

 

 

 

Sandra Ines
Últimas entradas de Sandra Ines (ver todo)

3 Comentarios

  1. Nine dice:

    No lo he leído aun pero volveré a escribirte cuando lo lea ^^ que emoción una lectura para una tarde entera ^^

  2. Nine dice:

    Puedo decir que es un buen relato, me recuerda mucho a una serie llamada Skins pero muy latinoamericano, Emilia y Jairo son lo que realmente se centrarían como jóvenes con la esperanza de salir de sus problemas fácilmente. Es bueno como se desenvuelve todo. Me gustó y espero mas historias de tu parte.

  3. Sandra Vidal dice:

    Gracias por leer y por el apoyo a seguir escribiendo.

Deja un comentario

Tu dirección de email no será publicada