Odisea de interior.
- publicado el 07/01/2014
-
La pieza
Un puzzle. Una pieza defectuosa que no termina de encajar. La niña, desesperada tras muchos intentos, cae rendida en la alfombra de su cuarto. Ha intentado rehacer el rompecabezas, revisando cada línea, cada color y cada forma de esos trozos de cartón. Todos encajaban a la perfección donde los había colocado la primera vez. Todos excepto uno.
No se da por vencida y vuelve a romper el puzzle, prometiéndose que esta vez lo conseguirá. Desmonta las piezas frenéticamente, las amontona a un lado y comienza de nuevo. Sus ansias por terminar crecen a medida que el montón se vuelve más y más pequeño. Y cuando por fin sostiene en sus manos la última pieza, se detiene a observarla.
La pieza que tiene entre sus diminutos dedos es la misma de antes. Sus colores son muy vivos, se pueden distinguir algunas líneas muy marcadas y otras ligeramente difuminadas. La niña vuelve la vista a la imagen que le ofrece el puzzle incompleto. Mira de nuevo la pieza y la sostiene encima del hueco vacío del rompecabezas. Apenas unos milímetros separan el trozo de cartón del rompecabezas completo. La niña estudia la imagen intrigada. No, no tiene sentido. A simple vista, la última pieza presenta exactamente el mismo contorno que el espacio que queda por ocupar. Parece como si solo tuviera que dejarla caer para que terminase de encajar. Pero un detalle más llama la atención de la niña. La imagen impresa en esa última pieza parece no corresponder con la gama de colores y líneas que rodean el hueco que falta por completar.
Desesperada, la niña deja el juego. Desliza el rompecabezas debajo de la cama sin desmontarlo y guarda la pieza que no encaja en un cajón.
Ese disco que tanto le gustaba cuando era adolescente se ha perdido. Lo ha buscado por todas partes en casa de sus padres, pero no aparece. Vuelve a intentarlo y abre uno de los cajones. Quita unos cuantos papeles viejos que había dentro y un par de cajas de pinturas de cuando era niña. Palpa con la yema de los dedos el fondo del cajón y no encuentra el disco. Pero algo le ha raspado el dedo anular de su mano derecha. Agacha la cabeza y en ese mismo instante se da cuenta de lo que acaba de encontrar.
Lo saca con mucho cuidado, temiendo que después de tantos años el cartón se haya resquebrajado. Quita un poco el polvo de la imagen y justo en ese momento es consciente de lo que está viendo. Comprende entonces qué representa la pieza del puzzle que tanto le frustró de niña, ese retazo aparentemente igual al resto, tan colorido, pero sin ninguna imagen clara a simple vista.
En la esquina superior derecha unos rayos de luz bañan un trozo de cielo azul. En el resto de la imagen, se puede vislumbrar parte de un pétalo rojo intenso, sostenido por un tallo verde y robusto, con un par de pequeñas espinas y alguna grieta.
Buscó el resto del rompecabezas, lo montó de nuevo y sostuvo esa última pieza como 20 años antes, muy cerca del hueco vacío. No intentó encajarla, simplemente se quedó observando el dibujo impreso en esa pieza sobre la imagen completa del puzzle. Fue entonces cuando la mujer comprendió que esa, no era una pieza defectuosa.
- El funambulista - 13/02/2022
- La pieza - 22/01/2022
- El nuevo - 22/01/2022
Un relato supercautivador. Hermoso.
Mil gracias