Ángel. Capítulo 8 (de 8)
- publicado el 07/11/2008
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¡Piratas!
Mi imaginación vuela por el tiempo mientras mi mirada perdida se posa en el azulado vaivén que mece al barco. La mar… un sinfín de olas que vienen y van. Van y vienen perseguidas por una cálida brisa que te acaricia la cara y se lleva tu juventud. De pequeño siempre me pregunté cómo sería ir en un velero, atrapar al horizonte, sobrevivir a una tempestad o cómo olería la mezcla entre la pólvora y la brisa marina. Ahora, perseguido por la ley lo sé mejor que nadie, y no me arrepiento. Yo elegí esta vida, o tal vez ella me quisiera a mí.
Mi nombre es Bernardo Curatos. Llevo veinte años de pillaje a bordo del Sable Rojo, la galera más rápida de todo México, comandada por el maese Juan Lafitte, el más rico de los piratas y el más rico de los hombres. Tal es su riqueza que una vez el gobernador ofreció 5.000 dólares por su cabeza. Esto es mucho dinero. Podrías comprarte diez navíos como éste y arrasar a todo un batallón de barcos, y aun así te sobraría tanto como para embriagar de por vida a toda tu tripulación. Pero lo sorprendente de esta historia es que Lafitte ofreció 50.000 dólares por la cabeza del gobernador. Días después el gobernador decidió retirar la recompensa por la cabeza de Juan Lafitte, el nuevo Polícrates de nuestro tiempo.
Y así pasan los días. El rutinario sol te abrasa y la amada luna te enfría. Nos alejamos de nuestra isla. Pasan más días. Los hombres se amotinan, la sed de sangre se hace presente. O la sed de ron, o de prostitutas paganas. ¿Quién no ha deseado ir nunca a la India a por una mujer para que alimente tus pecados? ¿Quién podría negarte tal deseo? ¿Sería Dios, o sería un hombre? Al menos sé quién podía darnos aquel preciado bocado. Juan Lafitte, el corsario más temido que la peste negra.
Y pasaron los meses. Las velas seguían ondeándose contra el viento. Los hombres seguían borrachos, cantando a gritos desafinados viejas canciones de batallas olvidadas. Nuestros cañones permanecían en silencio. Aguardando. Nuestras pistolas se oxidaban en las fundas. Las espadas lloraban en sus vainas. La vida de un pirata es muy caprichosa, y aburrida. O mejor dicho, monótona.
Sólo el deseo de riqueza y de poder puede avivar nuestros oscuros corazones. Y ese deseo nos lo concederá Juan Lafitte. Su promesa de ir a la India desde México no pudo ser rechazada ni por el más holgazán de los piratas. Si bien es muy arriesgado, pocos han estado allí. Sería todo nuestro.
Tras varias semanas, tal vez meses, llegamos al Norte de África. Paramos en un pueblucho a repostar. Traducido a otro argot, lo arrasamos. Cogimos algunos esclavos y a muchas más mujeres. Pero ninguna fémina es comparable con la legendaria belleza de las mujeres de la India. No obstante, servían para aliviarnos.
Para bien o para mal, el pueblo pertenecía a Hizir Bin Yakup. Mundialmente conocido como Barba Roja. Esto nos lo hizo saber uno de los esclavos recién capturados, con un tono de voz que me irritó, casi escupiéndonos las palabras. Miré a mi maese. El me devolvió la mirada con un gesto de aprobación. Sin dudarlo un instante, saqué mi rapier y le atravesé la garganta al esclavo. El maese no consideró justo que yo fuera el único que matara dentro del navío, por lo que por la noche hicimos una fiesta en la que asesinamos a varios de los esclavos y nos extasiamos con varias de las mujeres.
Esta pequeña diversión nos devolvió un atisbo de felicidad a los hombres. Pero pronto fue eclipsada cuando Joseph avistó un barco enemigo desde la cofa. Todos miramos emocionados hacia la popa. Tras unos minutos los que mejor vista tenemos vimos cómo una fragata con el símbolo que nos describió el esclavo, que era el de Barba Roja, se acercaba a nosotros. Estallamos en gritos de júbilo.
El maese nos ordenó ir a estribor. Esta zona del mar es muy traicionera, llena de colinas. Juan Lafitte, el maestro del engaño, había sobrevivido a numerosos encuentros gracias a estas colinas de mar. Gracias a que unas zonas del mar son más profundas que otras, a veces el agua forma unas colinas casi imperceptibles a simple vista, pero lo suficientemente altas como para poder esconder un barco si el que mira no está encima de ella. Para cuando descubre que detrás había un barco pirata esperando, ya es demasiado tarde.
Así pues, huimos durante más de tres horas, ganando poco a poco una ventaja que nos permitió salir del punto de vista de la fragata. Llegado el momento, nos escondimos detrás de una de esas colinas marinas y aguardamos, con el ancla echada, a que apareciera la fragata. Preparamos los cañones y apuntamos nuestras armas de fuego por donde iba a aparecer el navío enemigo. Estaban a la distancia justa como para que no pudierámos ni huir ni abordarlos.
No contamos los minutos de espera. Estábamos concentrados, esperando ese ansiado momento de olor a pólvora. Desgraciadamente, Joseph dio una voz de alarma que nadie se esperó. La fragata apareció por babor, justo por el lado contrario del que estábamos aguardando. Sonreí bobaliconicamente al darme cuenta de que nuestro adversario era muy inteligente. Pero, gracias a los mares, Joseph les avistó con tiempo, y pudimos correr al otro lado y preparar las armas. La fragata enemiga empezó a dispararnos cañonazos. Falló todos. Había algo que no logré entender. Cómo una fragata comandada por alguien tan perspicaz contrataba a artilleros tan pésimos. A lo mejor querían darnos un aviso.
Antes de que decidieran lanzar su segunda tanda, nuestro barco descargó sus doce iras. Siete cañonazos impactaron contra la bodega y los mástiles del enemigo. Después, nos tocó sufrir la rabia de la fragata. Esta vez si nos impactaron. Conté el número de cañones que tenían. Eran dieciocho, seis más que los nuestros. La fragata aun estaba muy lejos como para abordarla, por lo que el maese ordenó efectuar una de sus maniobras preferidas. Pese en haber fracasado con su primera táctica, estaba muy seguro de que esta se la tragarían.
Lanzamos al mar cinco barcas llenas de esclavos atados. También les pusimos unas varas de madera, que desde la distancia parecían rifles. Cuando las barcas se acercaron un poco al otro navío, empezaron a dirigir sus cañonazos contra ellos. Mientras tanto, levantamos el ancla y aguardamos a que se acercaran un poco más.
Cuando las cinco barcas estaban a la mitad, izamos nuestras velas y cargamos contra la fragata. Los muy idiotas de la fragata asomaron sus cuerpos para disparar mejor a los de las barcas. Con nuestros mosquetes abatimos a buena parte de ellos. Instantes después nuestro barco se ancló al otro gracias a innumerables garfios con cuerdas.
Con un rugir de la garganta salté a la fragata. Desenfundé mi pistola y mi rapier y empecé a insertar balas y estocazos a los enemigos. Mis compañeros me imitaron y pronto reducimos a los escasos enemigos. Cuando casi teníamos la batalla ganada, recibí un balazo en el hombro. Vi a un joven, de unos quince años apuntándome con su pistola. Con un gesto de puro odio grité “¡Sangre por sangre!” y le clavé mi arma en el pecho. El joven se desplomó en el suelo.
Al minuto siguiente la batalla terminó. Los pocos enemigos que seguían con vida fueron crucificados en su propia fragata. La misma que habían intentado defender con sus vidas le serviría ahora de cementerio. A estos supervivientes se les sumaron una docena de africanos, aquellos que sobrevivieron en las cinco barcas. Arrancamos más tablones de la fragata y los crucificamos junto con los enemigos.
Tras llevarnos todas las riquezas y víveres de la fragata nos fuimos, dejando bajo el sol abrasador de África a aquella treintena de supervivientes. El maese sacó su vieja brújula y nos indicó el camino hacia la India. Miré al cielo y la vi. Vi aquella mujer de piel dorada, de una belleza infinita mirándome. Sus largos pelos eran negros como la noche, y sus bustos grandes y redondos. Bajé a las celdas de la bodega y saqué a una de las africanas. No era nada comparada con lo que me esperaba en la India, pero serviría para aliviarme.
Autor: Germán Pérez Campo, 25 de Agosto del 2008. Basado en personajes históricos reales. Historia ficticia.
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La publico sin revisión. Mañana la corregiré. Espero que la disfrutéis.
Me parece que te lo has currado muchísimo, y eso tiene mucho mérito. Creo que aquí tenemos un candidato a destacado del próximo mes.
Una cosilla, tenlo en cuenta para los siguientes capítulos, te has pasado muy bastante de las 1000 palabras. Por mi parte, no pasa nada, pero recuerda las reglas.
Bueno, ya la he corregido. Y…si…se me fue un poco la mano a la hora de escribir xD
Me ha gustado mucho, es para mi de los mejores que has escrito, se nota el curro!!
para mi tb es claro candidato!
Me alegra que os haya gustado.