SENSACIONES DESCONOCIDAS

Había llevado una vida, completamente normal, igual a la de cualquier otra persona de su sexo, igual, creía, que todas sus amigas, sus ex-compañeras de colegio, de cualquier mujer que, después de su adolescencia, seguía los pasos de una vida normal, de la forma y manera que veía a su alrededor, sin más curiosidad que los «ejemplos» a los que estaba acostumbrada a seguir, a los que le habían inculcado en su educación, en las creencias ya dadas y enseñadas, sin más, sin preguntas, sin explicaciones, acatar lo que las enseñanzas y la sociedad marcaban ese único camino, el único que había conocido.

Su vida marcada por costumbres, prohibiciones, sin ni siquiera tener necesidad de saber más, incluso no queriendo saberlo, intuía un miedo a saber más allá por si no le conveniese conocer «más de la cuenta», cerrada a saber lo desconocido, miedosa a perder esa inocencia, esa ilusión y el cándor de una niña que nunca quiso crecer.

Así fué, a veces, hasta sus propios hermanos querían abrirle los ojos, sin ánimo ninguno de hacerle daño, sino de advertirle de alguna manera, de enseñarle lo que no sabía y, que no la tomasen de tonta por tener creencias aún de niña, no quería oir hablar de quienes eran los Reyes Magos, de que la cigüeña no traía a los niños en el pico y que, tampoco venían de París, ahora, hay veces, después de tantos años que todavía se meten con ella por aquellas inocentes historias que le recuerdan como cerraba ojos y oídos para seguir soñando, para no ver la realidad de la que, quizá sin saberlo, pero en su inconsciente intuía, su vida, al conocer tanto íba a cambiar radicalmente, como así fué.

Se enamoró varias veces…¿¿¿???, eso pensó, o sintió, amoríos de niña pequeña, por no ver más que a esos niños, amigos de su hermano, con una edad más allegada a la suya, pero sin saber lo que de verdad era el amor hasta la adolescencia.

Conoció entonces al que, sin ninguna duda, fué su verdadero amor, por él sintió lo que no había conocido anteriormente, el «chispear» de sus ojos en cuanto lo veía aparecer y, el que le quedaba cuando desaparecía de su vista… seguía viéndolo en todos los sitios aunque su presencia no estuviese ante ella. En casa, en clase, en la calle, en todos los sitios habidos y por haber, nunca le había pasado, sólo aquel «chico» que era tan niño como ella, hizo que le cambiase y que, olvidase de vez en cuando jugar a las muñecas, a las casitas, a los colegios…ya solamente pensaba en él, todos sus cuadernos, sus carpetas, sus libros, estaban grabados con su nombre, con alguna frase dedicada, incluso se tatuó con un alfiler, que quemaba antes para desinfectar, sus iniciales en el envés de su mano izquierda, haciéndose heridas que acababan infectándose, sacando las postillas para dejar la marca en blanco, haciéndose el «harakiri» una y otra vez y tapándolo con esparadrapo para ocultar la herida y no se enteraran en casa o en el colegio. Cuando llegaba el  verano, con el bronceado, se notaban más las cicatrices por quedar más claras, creyéndo, la muy ingenua que ya le quedarían para toda la vida, como cualquier cicatriz de una pierna cuando se caía cuando de pequeña jugaba a la comba o patinaba.

No tenía ojos para nadie más, tenía su mente ocupada, no recuerda haber soñado con él mientras dormía, pero sí recuerda que soñaba con él con los ojos bien abiertos, su vida fué un sueño desde que le conoció. Nunca pensó en casarse, era demasiado joven, creo que a esa edad nadie lo pensaba, él tampoco, nunca hablaron de ese futuro ni de ningún otro, era el presente, pero pensando que aquello ya era definitivo, porque ya creía que no existiría nadie que ocupase ese lugar tan importante para ella en aquellos maravillosos años, era así, hoy, mañana…, pasado, como si ya no pudiera salir de su vida, como que ya era el único sin ir más allá.

Siempre estuvo en su mente, a los quince, a los veinte, a los veintiocho… a esa edad se casó, quería tener un niño sí, o sí, le encantaban los niños, después de ese amor ya no sintió lo mismo, sólo que, a los dieciocho, conoció a alguien que la quiso igual que aquel «chico» al que nunca había olvidado, también le escribía cartas declarándole su amor, la quiso muchísimo y ella pensó que era el que podía sustituirlo por demostrarla tanto amor, pensó que nadie y la querría tanto y, se sintió tan querida como recordaba… era imposible que alguien pudiera superarlo, asique creyó que íba a ser feliz y que de esa manera olvidaría su pasado, olvidaría a aquel «chico» que había quedado en su corazón.

Aún así, no sé si por sus creencias, por su educación, por sus miedos… en todos esos años no quiso tener más experiencia y conocimientos sobre la vida en pareja, se «guardó» como una «mojigata» que era y que, convencida no, convencidísima, actuó como las «doncellas» de los cuentos… hasta el día de la boda. Lo que ahora le hace «gracia» es pensar que actuó bien, que era lo más sensato y lo más decente, jajaja, luego, se entera que ni una de sus amigas, que habían sido igual que ella, se saltaron «aquelo» a la «torera» en la primera ocasión que tuvieron y, la cara la tenían igual… jajaja, ¡no se les notaba!, ella creía que, por alguna razón, en la frente se le vería el cartel y que su padre se lo descubriría a la primera… era pánico el miedo que le producía, aquel señor que era su padre se veía demasiado serio y no podía «manchar» su nombre, era tan sagrado o más que Dios mismo, iría toda mi vida arrastrando la cadena de sentirme culpable por hacerle ese daño…

Nunca tuvo en su pecho el revoloteo de mariposas que aquel primer amor le producía, creía que eso solamente pasaba cuando te enamorabas por primera vez y que luego… desaparecía que una vez «notado» ya no volvía a aparecer, como la cosa más normal, como si fuese «ley de vida», así sin más. La verdad que las mariposas casi eran lo de menos, no notaba… practicamente NADA. Simplemente siguió su vida como creía que le pasaba a los demás…así sin más. Tampoco sintió que ese «amor» hacia él, fuese igual, a más o… a menos, le daba igual, se conformó con su manera de vivir, pensando que no habría otra, sí o sí. Los sentimientos y las sensaciones, ahora, después de tantos años, sabe que no las sintió, que no las conoció.

Sólo después de muchos años, siente ahora lo que para ella fué desconocido, es hoy cuando ha descubierto que hay otra vida, otra, de la que no tuvo oportunidad de saber, otra tan distinta que ni ella misma podía imaginar y de la que aún no puede creerse. Ha conocido otra manera de amar, que quizá era la que debía haber tenido y no pudo. Ya el amor, sin dejar esa ternura y dulzura, se ha convertido en un fuego que quema palmo a palmo de su cuerpo y que profundamente arde en su corazón de una manera distinta a la de antaño, pero que, cree ha conocido a tiempo, en esta nueva adolescencia en que, sin perder del todo la inocencia, ha ído convirtiéndose en una pasión contenida que, por desconocida vive día a día lo que los años le vetaron, ahora el deseo ha sido convertido en placer, el que nadie le había enseñado, el que estaba por enseñar… hoy es completamente feliz, ahora conoce el amor más íntimo, más entrañable, más pasional, más completo, ahora es suya en cuerpo y alma y sólo tiene una esperanza… seguir a su lado hasta el fín de sus días, aprendiendo y sintiendo lo que jamás pensó que podía alcanzar, «notar» día a día esas SENSACIONES que solamente él ha conseguido, que sólo con él ha conocido… ESAS que crecen tan aprisa como los latidos de su corazón.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Los primeros años, aunque de vez en cuando venían sus recuerdos, fueron poco a poco yendo a menos, aunque nunca fué definitivo

 

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