Serendipia
- publicado el 22/01/2020
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El Titiritero Capítulo 1 (Parte I)
No es que no le gustara, pero ya estaba harto. Harto de ir de pueblo en pueblo, de casi mendigar, y de suplicar unas pocas monedas con las que comprar una comida caliente. Además, no le hacía la más mínima gracia la zona donde se ganaba la vida, donde lo que se encontraba era todo agricultores perezosos, pastores maleducados y niños que te dejaban limpio. Nada que ver con la capital, Lerte, o sus alrededores, donde seguramente no le habrían dejado entrar con esas pintas.
Ían Valeur era un muchacho joven que siempre iba acompañado de sus dos fieles caballos, Eml y Shauny. Nunca le habían fallado en momentos de apuro, como cuando se marchaba sin pagar, o robaba algo sin bajarse de uno de ellos. Ambos tiraban con desgana de una carreta, donde su dueño vivía. No era nada del otro mundo; unos pocos tablones de madera puestos de tal forma que pareciera mínimamente habitable, aunque prefería dormir al aire libre ya que dentro no había casi espacio. Tenía una pequeña puerta en la parte de atrás que permitía entrar en el pequeño carro, donde tenía almacenados sus útiles de trabajo, con lo que se ganaba el pan de cada día. Sus marionetas. Había de todos colores, tamaños y formas. Hasta tenía una réplica de sí mismo. De madera y en pequeño, claro. Era de unos 20 centímetros, con una cabeza redonda, con pelo de Dolme naranja que le tapaba el ojo derecho, y unos ojos pintados con bastante precisión de verde. La boca era una simple rendija que mantenía una sonrisa algo forzada, hecha con un cuchillo. El resto de las articulaciones eran bastante móviles, a excepción del cuello, que siempre se mantenía rígido.
En fin, que se dirigía a Sennia para montar, por las fiestas, un improvisado escenario en medio de la plaza del pueblo, donde los niños y no los que lo eran tanto, disfrutaban de un espectáculo que a él le parecía bastante aceptable. Lo de todos los años, vaya.
Casi siempre sus obras se basaban en temas actuales o históricos, con dosis de humor negro para los adultos, y caídas estúpidas y palabras malsonantes para los críos.
Personalmente le gustaba mucho recrear la famosa historia de la muchacha de Ylea.
Se trata de una vieja leyenda sobre una mujer que aterrizó sobre la plaza de un pueblo. Es joven y hermosa, y todos los allí presentes la toman por un ángel. La mujer se asusta e insiste que no es un ángel, que se ha caído del tejado. Pero los pueblerinos eran muy religiosos y la capturan. La amordazan y la encierran en la Iglesia. Al día siguiente, el Monje aparece muerto sin signos de violencia y no hay rastro de la mujer. En su lugar se encontró un tronco. Fino, pero con consistencia. Dicen que era más blanco que la Luna y más brillante que el sol. Lo llamaron el tocón de las Divinidades.
Esta es la historia original, pero tenía que sintetizar y cambiar muchas cosas para que resultara rentable y fácil representarla. La verdad es que la leyenda es cierta, o al menos el pueblo.
Valeur suspiró. Estaba sentado en Eml, el caballo blanco, mientras observaba aburrido el paisaje, monótono, y oía el suave traqueteo de la carreta.
Los árboles, cada vez más infrecuentes, rodeaban el angosto camino por el que iba.
Todavía faltaba un rato para su destino, así que decidió relajarse y disfrutar de la tranquilidad que pronto le sería arrebatada.
*****
Sennia, un pueblo aburrido, gris y sin movimiento. Incluso en los días de fiesta, como era esta semana.
Casas algo destartaladas, un par de molinos…. Una aldea extremadamente aburrida y sin acción alguna, con calles estrechas y agobiantes que fácilmente lograban que se perdiera cualquier forastero que no conociera el pueblo.
La gente esperaba ansiosa la llegada del titiritero, que todos los años venía a aportar algo de vida a Sennia. Cada vez que venía, la obra era distinta, y la de este prometía serlo incluso más. Era un espectáculo que Telis Maltar no pensaba perderse.
Maltar era una vagabunda pacifista no muy tomada en cuenta entre la gente, ya que había malvivido en las calles desde pequeña, y su único sustento era la ropa usada y la comida donada por ancianas benevolentes. No tenía trabajo, aunque sabía leer gracias a lo que los niños le habían enseñado. Demasiado debilucha para ponerse a trabajar en labores que requirieran esfuerzo físico y demasiado pobre como para costearse lo básico para montar su propio negocio, directamente no se ganaba la vida. Además, nadie la aceptaría como empleada o ayudante solamente por su aspecto.
Era alta, y delgada, con un aspecto algo desaliñado debido al abandono, pelo de color violeta y unos ojos ligeramente rasgados, de un precioso color almendra, que delataban cierta tristeza. Sus labios finos dibujaban casi siempre una sonrisa, acompañada por un aura de inocencia y amabilidad.
A Maltar le gustaban las obras que se representaban en las fiestas, fueran de titiriteros, actores o similares. Siempre que podía, se escabullía de la realidad, y soñaba con ver mundo, con alejarse de allí, de un futuro previsible.
Llevaba puesto un vestido con más remiendos que los pantalones de un niño, de un color marrón pálido.
-¡Ya llega!-se oyó a lo lejos. Era la voz de un niño, ansioso por ver la representación.
Maltar se desperezó, se levantó del suelo y corrió hasta la plaza del pueblo que no estaba muy lejos. Oyó varias conversaciones que alababan al titiritero de camino a la plaza, mientras cada vez más y más gente se unía a aquella marea de gente que se dirigía al único lugar de interés y centro de toda conversación durante un tiempo.
Enseguida, familias enteras intentaban conseguir el mejor sitio para ver la obra, mientras que otros se conformaban con una lugar apartado. Al poco rato, la aldea entera estaba congregada allí, viendo como una carreta se movía a paso lento.
La plaza no era muy grande, adoquinada sin mucho cuidado con piedra de color neutro. Estaba rodeada de casas desde donde varias personas observaban con interés desde ventanas y balcones, y niños saltaban impacientes.
Conforme se acercaba, los aplausos fueron más fuertes, hasta que acabaron en gritos y silbidos de admiración, a los que el hombre respondió con un leve movimiento de cabeza, sonriendo.
Llegó al centro de la plaza y los aplausos pararon repentinamente. El hombre bajó del caballo y se dirigió a la parte de atrás del carruaje. Era alto, pelirrojo y de grandes ojos verdes, con paso decidido y una sonrisa de picardía.
Estuvo dentro unos minutos y salió con un pequeño escenario de madera y una sábana roja.
Las colocó de modo que la sábana, colgada de unos clavos, cubriera de forma vertical el escenario. Tras esto, se volvió a meter en el carro y sacó tres marionetas, con sus respectivos hilos y crucetas.
Procedió a hablar:
-¡Bienvenidos otro año más al espectáculo más esperado de estas fiestas!-saludó con voz clara y firme-Tengo una sorpresa para vosotros esta vez, y seguro que seréis mucho más generosos…
Este comentario fue recibido entre risas de gente que pensaba que era un chiste y de las que no se lo creían.
Sonrió con un deje de autosuficiencia, se metió detrás de la sábana y la actuación comenzó.
- El Titiritero Capítulo 2 Parte III - 12/11/2008
- El Titiritero Capítulo 2 Parte II - 12/11/2008
- El Titiritero Capítulo 2 Parte I - 12/11/2008
oyes,
antes de nada, bienvenido!
un tema muy muy importante. En las reglas lo pusimos, en principio los relatos no deben exceder las mil palabras (aprox), y tu relato sobrepasa las 2000. Esta vez no pasa nada, no queremos chafarte la bienvenida, pero la próxima vez, divídelo en capítulos más pequeños, ok?
Un saludo!
según el contador tiene 1200 palabras xP. Lo corté por ahí porque era donde más pegaba. Si resulta mucho, lo cambio.
Y gracias por la bienvenida.
mis disculpas, he visto que lo has partido en dos partes. Ego te absolvo XD
Intenta no pasarte de 1000 palabras, no pasa nada porque esta vez hayas puesto 1200 pero intenta que quede por debajo de 1000, al fin y al cabo son relatos cortos, y aunque hay veces que puedes escribir mucho porque estas inspirado,… al lector le resulta mas sencillo leerlo tranquilamente en dos partes…
animo y bienvenido!