Casi cien puñaladas
- publicado el 28/02/2015
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Construyendo un Ángel. Capítulo 3
– Hola, Juan Luis.
La habitación del hospital era horrenda. Tal y como Juan Luis las recordaba de sus tiempos de prácticas, y peor aún, de la época de la enfermedad de su esposa. Paredes blancas, sábanas blancas, cortinas blancas y un gotero con un líquido amarillento. Seguía semiinconsciente, tumbado en la cama, apenas reconociendo la figura que le hablaba.
– Despierta, Juan Luis, llevas demasiado tiempo sedado.
Se sintió repentinamente mucho más espabilado. Como una leve descarga de adrenalina.
– ¿Qué…? -dijo débilmente. – ¿Quién…?
-Hola. ¿Me reconoces?
Juan Luis abrió de golpe los ojos, sobresaltado. No podía creerlo.
– ¡Tú! -intentó levantarse, pero apenas podía moverse, aún aletargado por los sedantes.
– Sí, yo. Hola, Juan Luis. ¿Qué tal? -Manuel Bayón mostraba una irónica sonrisa, y le miraba con sorna.
– ¿Qué significa esto? ¿Quién eres? ¿Qué quieres de mi esposa?
Manuel Bayón soltó una pequeña carcajada.
– Pobre Juan Luis… No quiero nada de tu esposa. Quiero, y necesito, algo de ti. Y la vida de tu esposa está en juego, eso desde luego.
Juan Luis se alteró aun más, mostrando un enrojecimiento en la cara, propio de la ira.
– ¡Deja en paz a mi mujer, hijo de puta! ¡Te juro que te voy a…!
Manuel Bayón hizo un ademán con la mano, su cara ahora era mucho más seria.
– Shhh… Cálmate, Juan Luis. -Juan Luis se sintió extrañamente más sereno. – No te preocupes, a tu esposa no va a pasarle nada. Porque sé que vas a colaborar conmigo.
– Contigo… ¿Por qué? ¿Qué quieres? ¿Por qué cree la gente que eres mi suegro? ¿¡Qué has hecho, cabrón!? -aún se retorcía en la cama, pese a lo extrañamente calmado que se sentía ahora.
– Ah, pero… ¿Soy tu suegro, Juan Luis? ¿Es la adorable Marta mi hijita? ¿No serás tú el equivocado?
– ¡Conozco a mi suegro! ¡Ni siquiera te pareces a él! ¿Cómo lo has hecho? ¿Cómo has engañado a todos?
– A todos no, Juan Luis. A todos menos a ti. A ti no te engaño porque te necesito. Pero me ha sido más fácil acceder a ti engañando a los que te rodean. Y la paliza de tu mujer… ¿Cómo sabes que no se la has dado tú? ¿Acaso no recuerdas? -miraba a Juan Luis fijamente a los ojos.
– Yo… -se sentía perturbado, más aletargado. – Es… posible… Estaba furioso…
– Efectivamente, Juan Luis. Tú eres un maltratador. ¡Ja, ja, ja, ja, ja! -apartó la mirada de Juan Luis, que despertó de su trance.
– ¡No! ¡Yo no haría daño a Marta! ¡Nunca!
– ¿Estás seguro? Entonces, ¿quién fue?
– Fuiste… Fue… -se llevó las manos a la cara. -Yo… Es posible que… -empezó a llorar. -¿Por qué me haces esto? Déjanos en paz. ¿Por qué…?
- Ya te lo he dicho, Juan Luis, necesito tu ayuda.
– ¿Qué quieres? -dijo Juan Luis entre sollozos.
– Quiero que te levantes.
Juan Luis se levantó, ahora más despejado. No notaba los efectos de los sedantes, como si nunca se los hubieran administrado. Se movía con desesperación, con total abandono de la felicidad que alguna vez pudiera haber tenido.
-Ve hacia la puerta. Ábrela.
Arrastró los pies por el blanco suelo. Todavía rodaban lágrimas por su cara. Abrió la puerta y dio un salto hacia atrás, sorprendido.
– ¿Qué…?
-Mira lo que hay. Asómate.
Nada. Tras la puerta no había nada. La blancura del cuarto se veía cortada por la negrura más absoluta. Absolutamente nada.
– ¿Qué es esto? ¿Dónde estamos?
– No estamos en ninguna parte, Juan Luis.
– Pero…
– Es para que lo comprendas. ¿Entiendes ahora el inmenso poder que tengo? ¿Ves lo que soy capaz de hacer?
– ¿Quién eres? -preguntó Juan Luis con voz temblorosa. -Eres… ¿el Diablo?
Manuel Bayón rió a carcajada limpia. Una risa estridente, aguda, desagradable.
– ¡Ja, ja, ja! No… Ni por asomo. Pero témeme como si lo fuera, Juan Luis. Porque si no me obedeces, si no haces lo que te voy a pedir… Tu vida se volverá un infierno. Te lo aseguro. Considera lo que te ha pasado hasta ahora como un aviso.
Juan Luis volvió a sentarse, pues no creía que aguantara en pie, asustado como estaba.
– ¿Qué he de hacer?
– La futura niña. Claudia se va a llamar. ¿Sabes de lo que te hablo?
Juan Luis asintió.
– Quiero que la mates. En el momento de su nacimiento, tiene que morir..
***
Habían pasado tres días, y Juan Luis recordaba todo con detalle. Aunque después de su encuentro con Manuel Bayón había aparecido en casa. Junto a su mujer, que no mostraba ninguna lesión ni recordaba nada de lo ocurrido. Ni siquiera Peláez, al que telefoneó. Directamente no sabía de qué hablaba, pero le instó a que tomaran una copa ese fin de semana, ya que hacía mucho tiempo que no se veían. Juan Luis la rechazó cortésmente, alegando que tenía mucho trabajo acumulado.
De noche, tenía pesadillas en las que su mujer estaba flotando en la negrura, en esa nada que le mostró Manuel Bayón, y él, desde la puerta de la habitación de hospital, no podía hacer nada para salvarla. Otras veces soñaba con el nacimiento de la niña, y veía en la sala de espera a Manuel Bayón, que le guiñaba un ojo y sacaba de una bolsa la cabeza sangrante y pálida de su mujer.
Siempre se despertaba sudoroso y exaltado. Pero veía a su lado a su tierna esposa, y se recostaba otra vez, muerto de preocupación, pensando en si vale más una vida que otra, incluso si es la de su mujer.
Yizeh. 15 de Diciembre de 2008
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Si hay algo que se me resiste, y que me parece que es fundamental en un relato son los dialogos, encontrar las palabras exactas que marquen una personalidad en un personaje. Tu los bordas tio, los bordas ^^
me ha gustado mucho, tienes mucha imaginación. Consigues enlazar las cosas de manera muy natutal y sorprendente!
a ver… quiero leer las siguientes partes ya!
Parece ser que llegué en el capítulo tres, buscaré los anteriores y te seguiré leyendo en los siguientes 🙂
Creo que a veces esas angustias internas se reflejan en nuestros sueños y vas mezclando la fantasía y la realidad, cuando te pierdes en el límite de entre lo que es una y la otra es difícil ubicarte. Es un excelente relato…vamos por más.
Gracias por agregarme…me agradó el espacio que tienen
Saludos
Gaby
muchas gracias a todos, aunque este capítulo y un par de los que le seguirán son la transición hasta llegar al desenlace, por lo que son más lentos, más de desarrollo. Espero colgar el capítulo cuatro antes de año nuevo. Un besiño!
Jolín!! Mantienes la expectación al máximo, haces que la gente se enganche y pida más… En el buen sentido, claro!! XD