Un día cualquiera

Como cada día, se levanta masticando la almohada. Se revuelve y para el despertador de un golpe. Bosteza a la vez que se rasca los legañosos ojos y hecha un vistazo a su mujer; sigue fingiendo que no ha escuchado la alarma.

Él se inclina y le susurra al oído que van a llegar tarde, a lo cual ella reacciona y se levanta para ir a preparar un desayuno rápido. Aprovechando esto, el hombre ocupa el cuarto de baño, se ducha y se afeita también. Una vez ha terminado, coge la taza de café que con esmero le ha preparado y bebe rápido. Su mujer cae sobre él y le ajusta la corbata.

Una cabeza morena y despeinada aparece en el umbral al tiempo que una mano le cubre un sonoro bostezo. El hombre pasa por su lado y le toca la cabeza a modo de saludo. El chico hace una mueca de aburrimiento y murmura algo inaudible. Con un gesto, se despide de ellos; tiene que trabajar.
La noche anterior ha recibido una llamada de su suministrador, así que se dirige hacia allí sin vacilar. Vive en unos pisos de fachadas desconchadas y llenas de pintadas de esos artistas callejeros.
Toca a la puerta con vigor y espera. Se escucha un ajetreo detrás de ella y un ojo asoma por una rendija, desconfiado. No obstante, en cuanto lo reconoce, se hace a un lado y lo invita a pasar. A Él siempre le viene a la mente aquella imagen de la Luna cuando ve su cara; toda marcada de un viejo acné juvenil.

Rechaza una cerveza y le pide que le muestre el género. Su hombre pone cara de póker y se retira a la habitación contigua para volver al minuto con un maletín de color negro un poco sucio. Él lo abre y comprueba el producto. Acto seguido, asiente y saca un pequeño fajo de billetes de su chaqueta y los cuenta delante del importador, mientras este se relame de avaricia.
Una vez terminado el negocio, ambos se despiden.

Es tarde; el Sol se ha escondido, pero el día le está saliendo redondo. Ya ha vendido casi todo. Decide llamar a su esposa para decirle que no lo espere para cenar, que llegará un poco más tarde. Y es que, cuando uno siente que su estrella de la suerte está brillando, tiene que aprovechar.
Ella se preocupa, por supuesto, pero entiende que el trabajo de su marido es duro y que tiene que hacer cosas como esa de vez en cuando.

Justo cuelga el teléfono cuando ve doblar la esquina a una señora mayor con un extravagante sombrero. Ella se fija también y esboza una sonrisa con su arrugado rostro en cuanto lo ve. En cuanto llega a su altura, le da dos besos y le pregunta por la familia. Él responde con sinceridad y con una extraordinaria labia, consigue redirigir el tema hacia su mercancía.

Como era de esperar, consigue venderle algo.

Por fin, decide regresar a casa. Si las cosas siguen funcionando tan bien, quizás le compre a su hijo esa consola nueva que tanto pide, y quizás le de una sorpresa a su mujer en forma de regalo. Sonríe.

Se interna en el barrio, aquel barrio en el que la mitad de las farolas ya ni encienden y las prostitutas se agolpan en cada esquina. Ojalá el chico no tuviera que terminar de crecer en un barrio como ese, es lo que piensa.
Mientras camina, contempla con sorpresa como un desaliñado se acerca a un tipo que espera sentado en un banco. No ve lo que hacen, pero sí su juego de manos.

Una vez el yonki se ha alejado lo suficiente, es él quien se acerca. El tipo alza la mirada y se encuentra con la suya. Le hace la pregunta del millón y este asiente mientras se lleva la mano al bolsillo, escarba y saca una pelotilla en cuyo interior se encuentra un polvo blanco. Le asegura que es de la buena y le insta a llevarse un poco.

Él mete la mano en su chaqueta, pero en lugar de aparecer dinero, lo que aparece es el cañón de una pistola. Sin pensarlo dos veces, vacía el cargador en su pecho y apenas se inmuta cuando el cuerpo inerte se estrella duramente contra el suelo.

Se da la vuelta y continua el camino a su casa. En la ventanas, la gente asoma su nariz, pero la vuelve a esconder en cuanto le reconocen; porque este es su territorio, porque es el rey del barrio.

Por «Wind»

Wind
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2 Comentarios

  1. Wind dice:

    Bueno, he aquí otro ensayo, esta vez de novela negra.

  2. LaPutaCuerva dice:

    Está cojonudo! Poco a poco el lector se va dando cuenta de qué va el rollo, y tampoco te pones en plan narrador dramáticoempalagoso (la historia ya es dramática de por sí). 🙂

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