El Error

¿Fue culpa de sus hormonas en ebullición? ¿Fue culpa de ella por ser tan lasciva? ¿O de ella, que no supo complacerle?

En cualquier caso, el alcohol le nubló la razón, y pasó lo que pasó.
Ahora, él se encuentra caminando por la calle a altas horas de la madrugada, o quizás a primeras horas del día, según cómo se mire, en dirección a una casa que ha quedado gravada en su memoria por los buenos ratos que ha pasado en ella.

Apenas sí se cruza con algún madrugador que saca a su perro de paseo, cosa que él nunca ha entendido. También hay gente sana que hace deporte tan temprano, o a algún barrendero.
Pasa por delante de uno de sus locales preferidos; dentro todavía hay vida. Puede que no se hayan percatado de la hora que es, o que les dé exactamente igual. Súbitamente, siente ganas de entrar y de olvidarse de todo, pero no puede. Hay algo dentro de él que le insta a continuar hasta su destino, un destino que se le antoja más difícil por momentos.

Por fin, llega a su meta. Saca su viejo móvil del bolsillo y hace la llamada que supone el principio del fin. Ella está durmiendo, por supuesto, y se levanta de mal humor. Realmente, nada juega hoy a su favor.
Le abre la puerta con los ojos legañosos y le pregunta el motivo de su visita tan inoportuna. Hay una pausa no demasiado larga, pero lo suficiente como para que ella intuya que algo malo pasa. De hecho, ni siquiera lo invita a pasar dentro, sino que se le queda mirando fijamente.

Él contempla sus ojos azules, y siente que está a punto de desatar un incendio.
Toma aire, y comienza a relatar lo que ha ocurrido esa noche desde el principio, pues así tiene tiempo de pensar de qué forma lo va a decir cuando llegue a ese punto. Ella asiente levemente con cada frase, mientras mantiene los brazos cruzados justo debajo de sus pechos, que se transparentan bajo la fina camiseta que tiene por pijama.

Inevitablemente, llega el momento de contar la verdad, y opta por no dar demasiados rodeos. Termina, y espera en silencio la respuesta, al tiempo que suelta un par de palabras mágicas para intentar suavizarla, pero ese intento tan bajo no surte efecto. Ella comienza a incharse y a ponerse colorada, y entonces sabe que no hay esperanza. Allí mismo, en la puerta, unos gritos de rabia y dolor hacen girar la cabeza a los transeúntes, que aceleran el paso y huyen de una ira que parece desbordarlo todo.

Él sabe que se lo merece, pero tenía la ligera esperanza de que se derrumbara y se echara a llorar; eso habría sido mucho más fácil, pero obviamente, no la conoce lo suficiente. Como un animal herido que intenta defenderse, continúa imprecándolo, mientras sus preciosos ojos van siendo anegados por las lágrimas. Como un relámpago, una mano salida de ningún sitio cruza su cara. Sus gafas parecen flotar durante un momento en el aire antes de caer al suelo y romperse.

El chico se agacha lentamente para recogerlas, mientras siente palpitar la mejilla.
– Lo siento. – Dice. Ella contesta algo, pero ya no escucha. Se levanta y se aleja de aquel sitio, consciente de lo irreversible de la situación.

De repente, siente que ha perdido algo muy importante por algo tan efímero.

Wind
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3 Comentarios

  1. ameliemelon dice:

    se puede justificar una infidelidad?
    mas bien dar las razones e intentar entenderlas, pero esconderse en la inconsciencia.

  2. Lascivo dice:

    lo único que me choca un poco es «sus pechos, que se transparentan bajo la fina camiseta que tiene por pijama». No me pega con el hilo del relato. Es decir, usas un tono muy neutro, explicando los sentimientos, siendo muy descriptivo en lo emocional, más que en lo físico. Y puestos a describir algo físico, justo caes en las tetas XD
    A mí me parece bien, por otra parte.

  3. Wind dice:

    Tienes razón, Lascivo, pero creo que es cómo un cambio de tercio en el relato, para devolver la atención ^^

    Gracias por vuestras críticas 🙂

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