El amor de mi vida
- publicado el 27/05/2012
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Claro de Luna
La brisa del verano
Acaricia tímidamente la cortina.
Abierta la ventana,
Un rayo de la luna se filtra.
Sus dedos sobre el teclado
Crean una mágica melodía;
Suave, tranquila. Lloro.
Pero ella no me mira.
Mis ojos recorren sus dedos
Blancos como el mármol,
Que pisan el marfil del piano
Sin apenas deslizarse.
Lloro.
Cada nota es para mí
Una silenciosa agonía.
Fuera, el viento,
Exhala un gris lamento.
Ya la brisa no es brisa,
Es una débil ventolera
Que acompaña sus compases
Como si él cantar supiera.
Se mecen las ramas de los árboles
Al ritmo del son delicado.
Tiemblan, nerviosas,
sus manos sobre el piano.
Contemplo la estancia, vacía,
La sombra de los retratos,
Cuyos semblantes severos
Me conducen al pasado.
Mis ojos se posan en ella,
De espaldas a mí, tocando
Su fiel amigo, el piano,
Y muevo lentamente la cabeza.
¡Cuánto daría por regresar
A lo que en otro tiempo tuvimos!
En mi mente aún resuenan
Los ecos del beso perdido.
Y de esas tardes apacibles
A la sombra del almendro
O en la orilla del río.
Me atormentan los recuerdos.
Es suplicio silencioso
El que por ella estoy sufriendo.
Y la música ahoga mis penas
En un mar de notas nuevas.
Me percato de la belleza del rayo
de luna que, derramándose sobre el suelo,
a la melodía sigue
como un invisible compañero.
Cierro los ojos.
Allá, lejos, las ruinas
De una antigua catedral,
Muerta años ha,
Igual que la cadencia
Que ya dejó de sonar.
Jacinta
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