Femme Fatale

Femme Fatale
Davo Valdés de la Campa

La veo salir rumbo al balcón. Esta harta de todo. De la multitud y el tedio de fingir. Lo puedo notar en sus ojos verdes, en sus labios carmesí. Se escabulle por la puerta y se interna en el frío de la noche. Yo también estoy cansado y aburrido de la fiesta. La sigo con la mirada y la veo temblar con el roce del viento. Me termino mi Martini de un trago. Camino rumbo a la terraza sin perderla de vista. Me tiene hipnotizado. La parranda avanza sobre mis pasos: escucho lejanas las copas que se unen en brindis repetitivos y las risas de hipócritas y monos vestidos de smoking. Ella esta recargada en el barandal. Su espalda descubierta, bronceada. Su cabello rubio ondulado. Esta mirando el horizonte. Parece inquieta, atenta y hastiada del mundo. Parece la última hoja de un árbol famélico. El sonido de mis pasos la estremece. Intenta disimular que no me escucha venir. Su vestido rojo danza con la brisa nocturna. Me acerco y me detengo detrás de ella. Puedo oler su perfume.

Pienso cómo empezar la conversación. ¿Será prudente decirle que la amo, sin ser tomado como un loco? ¿Querrá un cigarro? ¿Qué será lo que busca entre las calles silenciosas pero mortales de la ciudad? ¿Qué puede haber en el horizonte que la obligue a mirar sin parpadeo alguno? Lo único que quiero es sexo fácil. Sonrío, ella voltea con una lentitud casi fatal. Veo sus ojos; estrellas de la mañana, una última vez más. Distingo la sombra de un hombre en el edificio de enfrente escabullirse entre la oscuridad y de pronto una ráfaga de luz diminuta se aproxima a toda velocidad. La sombra desaparece como un fantasma felino. Ella esta tirada en el suelo. Escupe sangre y se arrastra hacía la luz. Su piel brilla, su mirada ya no es la misma y sin embargo, me parece más hermosa que nunca. Su sangre se confunde con el vestido. Un disparo al estómago. Le digo que todo estará bien. Se va, tan suave y tersa. Cierra los ojos, parece no pesar nada. Su alma se ha fugado. El disparo final fue casi un lamento silencioso, casi inexistente de no ser por aquel ángel muerto en el balcón entre mis brazos. La conciencia regresa a mí y me percato de la encrucijada en la que me encuentro: una mujer muerta en mis manos. No hay arma homicida, no hay asesino. Mis huellas en su cuerpo.

Después de entrar al salón de nuevo, me limpio el sudor y le indico al mesero que en el balcón hay una mujer ahogada de borracha. Salgo a toda velocidad y me lavo las manos en la fuente del hotel. Veo a lo lejos luces azules y rojas uniéndose al sonido de la ambulancia que se acerca a toda velocidad. Arriba se escuchan gritos. La fiesta se terminaba trágicamente mientras yo caminaba solitario rumbo a mi departamento.

Davo Valdes
Últimas entradas de Davo Valdes (ver todo)

4 Comentarios

  1. Pequadt dice:

    Pobre hombre. Esa noche no sólo no moja, sino que a lo mejor le acusan de asesinato xD

  2. laindeba dice:

    Buen relato. Me gusta tu manera de narrar.
    salu2

  3. ererre dice:

    Bastaaaante parecido a la intro de Sin CIty, incluso en algunas frases literalísimas. Y el balcón. Ella. Él. Le digo que todo estará bien… xD

    Pero muy bien escrito. Es bueno inspirarse. 🙂

  4. Davo Valdés dice:

    Ererre. Está inspirado totalmente en esa escena. Buena observación. Gracias a todos por sus comentarios.

Deja un comentario

Tu dirección de email no será publicada