XVII

Aun recuerdo aquel árbol de mi jardín, de tronco firme y largas ramas vestidas de hojas de violáceo color, haciéndole excepcionalmente bello cuando, en los días de tiempo revuelto, veías resistirse a cada una de ellas a dejarse llevar por los caprichos del viento.
Recuerdo también aquel otoño, en que, como de costumbre, salí a contemplarlo y a admirar el esplendor y brillante colorido de sus hojas frente al semblante mortecino de todas las demás. No pude creer lo que ví cuando lo alcancé a mirar: El árbol había perdido todas sus hojas, quedando solamente una única de ellas en el extremo de la rama más alta.

El invierno llegó: Fuertes nevadas, lluvias y ventiscas amenazaron con arrancar al árbol de cuajo, pero éste resistió junto a su única hoja hospedada en lo más alto.
No obstante, uno de aquellos días, una leve brisa acarició a la hoja que, en un movimiento casi imperceptible, se soltó.

El árbol tardó en morir a penas unos días.

ilogikah
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1 Comentario

  1. arquero zen dice:

    No soy quien para opinar pero, aún asi… Me parece un relato interesante y una idea más que buena.

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