El castillo de Dolbadern
- publicado el 27/08/2008
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¡Problemas en la granja!
El improvisado grupo de rescate formado por un variopinto puñado de granjeros, encabezados por el panadero y junto con la colaboración de dos forasteros, se dirigía al tecnomolino a marchas forzadas bajo los escasos rayos de luz del atardecer. Nadie podría explicar porqué algunos iban armados con el clásico Springfield de plasma KH-8, retirados del Ejército Estelar hace más de doscientos años y sustituidos por el mejorado KH-9, ni por qué otros portaban rastrillos y horcas de grafeno como si de lanzas medievales se trataran.
Lo que sí que podría explicar un observador imparcial es que se les veía furiosos, agitados, asustados, temerarios… como si un pavor contenido durante días hubiera explotado dando lugar a una mezcla de rabia y miedo, ingredientes secretos de todo héroe, que sólo el tiempo o el destino podían mostrarnos cómo acabaría la cosa.
Una posterior investigación de los hechos aclararía que, casi una semana atrás empezó a correr el rumor de que uno de los granjeros del condado, Jimmy Quite, estaba perdiendo diariamente más de 7000 Ovejas Tordon UP3 (una reciente y carísima variedad de la Oveja Tordon U3, cuyo código genético había sido modificado para que su lana además de ser más resistente y elástica tuviera un aminoácido capaz de reflejar y disipar la luz polarizada de cualquier espectro luminoso, ideal para el espionaje), o prácticamente 5 ovejas por minuto.
– ¡Cómete mis ovejas! –Le gritó Jimmy al panadero, quien encabezaba la avanzadilla de jadeantes y sudorosos granjeros– ¡Démonos más prisa! ¡El culpable se encuentra en el tecnomolino y debe pagar por lo que me ha hecho!
El panadero soltó un pequeño gruñido. “¡Cómete mis ovejas!” pensó. Que absurda frase. El panadero, por no volver a escuchar aquella coletilla que Jimmy soltaba día sí y noche también, aceleró el paso dejándolo atrás. El resto de granjeros apretó el paso y en pocos minutos llegaron hasta la entrada del tecnomolino.
– Sea lo que sea que haya dentro, debemos dispararle a la cabeza –explicó uno de los forasteros mientras respiraba ruidosamente, intentando llenar sus pulmones con oxígeno- o de lo contrario podría atacarnos a nosotros con nefasto resultado –el forastero miro a los granjeros a los ojos y añadió–. No sabemos a lo que nos enfrentamos, pero sí sabemos que es nuestro enemigo.
La entrada del tecnomolino estaba cerrada por dos portones de madera. Dos granjeros se pusieron delante de ellos, y a una señal los abrieron a la vez con un gran esfuerzo. En el instante en el que tecnomolino se abrió, un putrefacto olor penetró por las pituitarias de todos los presentes provocando pequeñas arcadas. De todos los rincones del molino se podía escuchar el balido característico de las ovejas. La oscuridad del tecnomolino no dejó ver nada, excepto una cabeza que se giró al tiempo que se abrían los portones, dejando atisbar dos ojos lumínicos que miraron sorprendidos a los granjeros por su repentina e inesperada aparición.
Los granjeros armados con sus Springfields KH-8 dispararon a la cabeza, acertando la mayoría de ellos. Los que portaban armas improvisadas de cuerpo a cuerpo cargaron contra el ser usando los alargados dientes de los rastrillos como si de garras se trataran. Le arañaron toda la superficie de la cabeza con el poderoso material de grafeno, a la par que otro granjero golpeaba el cuello del ser con una pirohacha de leñador.
Los granjeros permanecieron en total mutismo, intentando evaluar el daño causado al ser anónimo. Al principio sólo se podía escuchar los balidos de las perturbadas ovejas. Intentando agudizar el oído, los asustados granjeros no tardaron en escuchar un extraño sonido de despedazamiento, como si alguien estuviera desgarrando un muslo de cordero con las manos y tragándoselo sin masticar.
De pronto se encendieron las luces. Uno de los granjeros había sido lo suficientemente listo o valiente como para adentrarse y encender las luces. Lo que a continuación vieron los granjeros les heló la sangre. Un Robot Z92J, la nueva generación de robots ultra obedientes e indestructibles, se estaba comiendo a las ovejas de Jimmy, probablemente alentado por su muletilla favorita.
Autor: Germán Pérez Campo, 23 de Septiembre de 2010.
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Espero que os guste, hacía mucho que no escribía ningún relato (más de 7 meses). Dedicado a todo Sopa de Relatos. Subdedicatoria a Champinon, Lascivo, Richie y Silvia por hacer el Geister Feister posible :P. Subsubdedicatoria a Ronald Mc Donalds por unos Happy Meals competitivos en cualquier parte del mundo.
Dedicatoria especial a Amaya 😉
- Crisis en la Autopista - 16/06/2011
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Asimov! Un robot debe hacer siempre caso a un humano, salvo que ponga en peligro la integridad de otro humano o robot… pero no dice nada de ovejas xD
Genial, muchacho, ha sido una grata sorpresa volverte a leer, no lo esperaba.
PD: Échale un ojo a un párrafo en el que repites la palabra «portones» como tres o cuatro veces.
Y gracias por la dedicatoria 😉
Gracias, corregido lo de los portones, vaya fallo :S
hombre, no es para tanto
Me gustó Pequadt, no dejes de escribir, como me pasó a mí. Tmbién me encantó Tres relojes rotos. Es que nadie me lee, seguramente no debo ser de interés de nadie. Ahora lo hago solo para guardarlo en un rincón del placard.
Saludos y adelante!
Lucía, te animo a que sigas escribiendo. No siempre podemos comentar todos los relatos, incluso se nos puede escapar leer alguno, pero es muy extraño. Que no te eche para atrás la falta de comentarios en tus relatos, aquí siempre te leerá alguien.
Un saludo!
La verdad es que por un lado los comentarios no son sinonimo de que te lean o no. Simplemente puede haber varios lectores que no comentan. Pero por otro lado, desanima mucho ver que nadie comenta tus escritos. Yo, ahora que estoy activo, me comprometo a comentarte, tanto si es para bien o para mal ^^
Animo!