Amont - Capítulo 3
- publicado el 09/12/2010
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El Violin
El ocaso agonizaba en el horizonte bajo el ominoso sello de Venus, el manto celestial se abría paso cargado de ignotas estrellas y el eco de tiempos abismales parecía tragarse las sobras de un vespertino vuelto tinieblas. Carmen no sabía cuánto tiempo habría pasado desde que sus ojos se sumergieron dulcemente en aquella ventana, aquel paisaje diáfano mesmerizaba su alma. El arduo crepúsculo empezaba a tragarse las nubes en el horizonte. Las leyes del karma no son fáciles de interpretar y el alma humana puede sumergirse en vástagos y lúgubres vacios… pero en ocasiones la memoria olvida por piedad.
Entonces allí estaba ella… sin pasado y con un presente envuelto en un melancólico ocaso. Habrían pasado unos pocos días desde que arribo a su nuevo hogar, realmente no sabía cuántos, solo podría decir que se hallaba en una vieja casa a las afueras de lo que alguna vez pudo ser una ciudad. El espacio habría guardado el polvo y cenizas de generaciones. En él no se encontraba nada más que el mismo polvo y una sensación gélida de soledad y melancolía. El mágico ocaso se había ido y las estrellas eran devoradas por nubes siniestras que apersogaban una pronta tormenta. No tardo en caer el vasto aullido de la naturaleza, los truenos parecían venir desde lo profundo del infinito. Carmen tuvo que buscar algún refugio en aquel lugar sombrío. Así que empezó a buscar entre los longevos estandartes ocultos bajo el polvo. Mientras se apresuraba por encontrar algún refugio noto que bajo uno de los más recónditos rincones del lugar yacía envuelto entre antiquísimas sedas un objeto de extraña figura. Hay momentos en que los humanos funden sus sentidos ante la curiosidad. Se adentro entre las sombras y el polvo. Dentro de poco tuvo en sus manos aquel misterioso objeto. Sobre la seda encontró escrita una frase la cual emanaba “Para mi amante, que sea guardado en la eternidad” Bajo aquella frase solo pudo leer lo que parecían ser las iníciales del autor de la misma las cuales eran: “A.E.Z”. El objeto que se escondía bajo las sedas era un antiguo instrumento de cuerda al que reconoció como violín. Jamás había tenido un objeto como ese en sus manos únicamente había podido verlo en algunos libros. Sobre la superficie intacta y finamente conservada del objeto pudo encontrar un grabado, pero este se encontraba en una lengua que ella no conocía. Su alma sintió tal fascinación por aquel antiquísimo que no pudo soltarlo de sus manos, intento emanar un sonido de hermosura en medio de aquella vasta oscuridad y atroz silencio. Mientras delicadamente tocaba las cuerdas de aquel acompañante su alma abandono aquel lugar, aquel mundo de rodillas al caos. En algunas ocasiones se ha hablado de viajes astrales o regresiones y tal vez un alma muy embriagada de melancolía y sedienta de luz pueda escapar del mundo así sea un instante.
Realmente se encontraba en el mismo lugar, pero el tiempo no era el mismo. El gélido espectro de la noche había desaparecido, ahora ella se encontraba bajo el abrazador y tenue sol de medio día.
El mágico acompañante aun se erguía orgulloso sobre sus manos, pero la visión sobre la ventana sufrió un cambio abismal. Sobre su ventana ya no lloraba el pálido horizonte lleno de la más fría oscuridad. Ahora una antigua ciudad se alzaba sobre sus ojos, aquellos que evolucionaron en lágrimas al ver que no estaba sola. Pero aquel sueño fugaz fue diminuto. Para cuando su conciencia intentaba asimilar sin saber porque había regresado al trágico paisaje de tinieblas emponzoñadoras.
Entonces lo más profundo de su ser pudo comprender que la mas mínima vibración de aquel misterioso objeto podía romper las puertas de aquella lúgubre dimensión.
De inmediato retomo el arte y volvió a la ciudad, aunque había abandonado momentáneamente su tiempo no podía moverse plácidamente en el nuevo lugar. Al estar frente a la ventana pudo notar en el reflejo que su cuerpo no era el mismo. Tal vez su alma se encontrara en la mágica ciudad pero sabía que su carne se hallaba en el tiempo de las tinieblas. Todo parecía moverse en una extraña dirección su nuevo cuerpo se movía programado como si ella fuese solo una intrusa viendo desde fuera el desarrollo de una obra teatral. Entonces noto que su nuevo cuerpo respondía al nombre de Ana Tal vez tendría su misma edad física y algunos rasgos similares, pero su cotidianidad era algo incomprensible. Aunque sintiera le sensación de un sueño fugaz, fuera de las dimensiones el tiempo es no tiempo. Así que algunos días pasaron al sonar de pocas vibraciones. Su nuevo cuerpo de algún modo se había enamorado del infinito mundo de las sensaciones auditivas tal vez más onírico que los mismos sueños. Y así pues se deleitaba con las melodías que retumbaban desde ese universo infinito, cada vez más amplio para un alma sedienta de belleza. Aquellos días de no tiempo envueltos de luminosidad vislumbro que su huésped físico cada mañana antes de que el sol se alzase a medio día tenía que visitar a su maestro. Aquel hombre de apariencia imposible de describir poseía gran variedad de instrumentos con los cuales lograba hacer llegar melodías desde lo más profundo de los planetas supremos. El maestro respondía al nombre de Erick Zann. De ese modo entendió el origen del grabado sobre la superficie del violín.
Ana pasaba la mayor parte de su tiempo con su más fiel amante. Frente a aquella ventana su sublime arte rompía las barreras del tiempo. Algunas veces dejaba fluir las partes más lumínicas y puras de su alma. Pero otras veces liberaba aquella cruel parte de los humanos que pertenece al infierno, los humanos que viven en ambos lados del eclipse. De este modo C… entiendo como Orfeo sedujo a los demonios del inframundo. El mismo sentimiento puro que Orfeo sentía hacia Erudice, ella al igual que A… lo llevaban en su pecho destinado a su amante de cuatro cuerdas.
Llego la hora de despertar. Pronto una tarde frente a aquella ventana la melodía de A… fue más sublime que la misma realidad, las vibraciones fueron tan densas que el tiempo fue adormecido por melodías que rompían las paredes de mundos a los cuales estamos atados. Ana había encontrado la llave de los universos y de este modo acababa la visión para Carmen
Ahora ella se encontraba sola en el lóbrego escenario. Aquel sueño fugaz le había sumergido en lo más profundo de los placeres físicos y espirituales. En sus manos se encontraba aquel seductor amante esperando por su primer beso.
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