Un monstruo de otro mundo en mi salón
- publicado el 25/11/2019
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Tras la puerta del 3.º C
Tú los has visto varias veces. Os habéis cruzado en el rellano y habéis cambiado una sonrisa o unas palabras sobre el tiempo, has mostrado cierta cortesía por obligación. Son amables. Es posible que hayas tenido un atisbo de su casa un día que, por casualidad, se dejaron la puerta abierta por accidente. Parece que se les olvida a menudo.
A lo mejor entraste para advertirles acerca de la puerta abierta, o alguien a quien no conoces te pidió que al subir les entregaras algún objeto. Su recibidor es casi como el de cualquier familia. El aire pesado de un espacio en el que nunca se abren las cortinas, que dejan pasar una luz filtrada y tenue. Plantas de plástico. Un olor que no puedes identificar, pero que tampoco es desagradable.
Te invitarán a tomar algo, un vaso de agua, a sentarte un segundo para tomar aliento. Aún estás a tiempo de mascullar una excusa y marcharte. Nunca sabrás lo cerca que has estado.
El salón está oscuro, como todo el resto de la casa, y hace demasiado calor. Quizá una inquietud, una desazón inexplicable, se apoderen de ti. Algunos han escapado, incluso entonces, pero tendrás que correr más que ellos. Aún así, puede que tengas suerte. Si permaneces, te sentarás en una mesa donde te servirán café y pastas, y gradualmente te darás cuenta de que lo que sea con lo que estás hablando no es una persona. Descubrirás que en esa casa se oculta una habitación sin puerta.
Cada año tres mil personas de entre un millón desaparecen sin dejar rastro. Una persona entre trescientas veinticinco. Exactamente la tasa de pérdida experimentada en manadas de animales de sabana por la acción de grandes carnívoros.
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Me gusta, aunque me ha dejado la sensación de que le falta un poquito de pulido. Eso sí, me gusta la implicación en la realidad y el uso del tiempo verbal principal (y creo que cuando rompes con él es lo que tendría que afinarse, aunque no te podría decir cómo). Pero me ha gustado.