El alba

Y de este modo, ante la lápida de su tío en la que se podía distinguir aquella frase que tanto disfrutaba recitando, tomó su espada, su último legado y volviendo la vista atrás una última vez, el joven de sombría mirada emprendió su camino prometiéndose que éste no llevaría a un lugar distinto de la inmortalidad.

Kignacio
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