La bestia interior.
- publicado el 19/02/2014
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La Erinia.
La desesperación era continua. No podía huir de eso. Me perseguía una Erinia. Cuando me alcanzara su peso caería sobre mí como una tumba. Su aspecto era horrible, dantesco. Tenía unas garras afiladas y en vez de cabellos tenía serpientes.
¿Pero que había hecho yo para merecer tal hostigamiento? Por mucho que lo pensara, no hallaba la respuesta. Sólo hice lo que me ordenaron. Y ahora era acosado, por la peor de todas las pesadillas.
La Erinia con sus fieros ojos me escudriñaba y seguía atormentándome, con un ímpetu inquebrantable e irreducible.
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