La Muerte
- publicado el 28/01/2009
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Mi pequeño Gerbillo
Mi Gerbillo, el señor Ernesto:
Mucho gusto mi pequeño gerbillo, ¿le gustan los juegos? Porque estamos en uno, pero es distinto. El no perder aquí es más importante que el ganar, porque se puede ganar el orgullo pero se puede perder la vida.
Juguemos a soñar, mi pequeño gerbillo. Aunque quiero que recuerdes que las pesadillas también son sueños, y yo soy la tuya. Sueña que tienes un cuchillo atorado en la garganta, ¿qué sientes? ¿El sabor metálico del cuchillo o la calidez de la sangre? O sueñe que tiene unas manos robustas alrededor de su cuello ahorcándolo, ¿le dolería hasta el final? ¿O siente que sería menos doloroso hervirlo en aceite? ¿Se ha parado a pensar que esas son preguntas que quizá necesite hacerse hoy?
¿Pero por qué usted? ¿Por qué lo elegí para satisfacer mis necesidades de matar? Simple. No hay motivo, lo vi pasar un día por la calle, y lancé una moneda. Decidí que si salía cara, lo dejaría en paz. Adivine. Salió cara, pero no me satisfacía alejarme del pequeño gerbillo que encontré, no podía alejarme de una presa tan indefensa.
No lo alteré, ¿verdad? Lo veo tenso, sentado en su silla leyendo la carta. ¿Estaré en la cocina? Puede ir a buscarme, no sé si sea aconsejable. Agarre el cuchillo y vaya, deje la carta aquí.
No ha encontrado nada, por lo visto, ¿ve lo fácil que es manipular una persona? Como si su vida dependiera de ello, hizo caso a mi carta. También es probable que esté en un armario, o en mi casa. Un día vendré a visitarlo, morirá, pero usted decidirá cómo. Sólo le diré que sus acciones determinarán su manera de morir. Eso es todo, señor Ernesto, que disfrute de su poca vida restante.
¡Ah! Se me olvidó mencionar algo. Estoy detrás de usted.
Con mucho cariño:
Jeremiah Metzergenstein
- Mi pequeño Gerbillo - 23/03/2014