La rosa negra
- publicado el 14/10/2013
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Palmira Jones.
A las 5 y media de la mañana Palmira Jones, se levantaba para ir a trabajar al campo.
Todas las mañanas su gran culo se balanceaba desde la cama al baño y desde el baño a la cocina; donde se sentaba un rato a tomar una taza de café negro y amargo. Negro y amargo como Palmira Jones.
A las siete menos cuarto, Palmira tomaba su burrito metálico, donde un cubo de goma azul con restos de frambuesas del día anterior la esperaba meciéndose en el gancho lateral.
Palmira era una mujer grande por fuera.
Los lunes, miércoles, viernes y domingos llevaba un pañuelo de flores a modo de turbante en el pelo, para protegerse del sol y el calor. El resto de manzanas azules. Le gustaban las manzanas, pero no el rojo de ellas. Era un color para la gente feliz y descarada.
Encima de la camisa de cuadros de franela, portaba una mariconera donde metía un paquete de cigarrillos que nunca sacaba, pues nunca tenía tiempo para un pitillo en el sucio baño portátil, que aguardaba en las esquinas de la plantación. Siempre se imaginaba allí sentada en la taza, descansando unos minutos con los ojos cerrados, y exhalando humo. Suave, blanco, cálido…pero nunca recogía las suficientes cajas como para poder permitirse aquello.
Cada vez que comenzaba la primera hilera de matas de frambuesas se decía a sí misma que hoy podría hacerlo bien. Recoger 16 o 16 cajas, tal vez 18.
Se colocaba bien los calcetines que llevaba en los brazos y los guantes cortados en los dedos y la palma. Como odiaba acabar con arañazos y picaduras aun así. Aquellas odiosas plantas eran como pequeñas rosas comestibles. Hermosas pero traicioneras. Con su odiado color rojo rosado, carnoso, jugoso.
Día tras día sin parar, como en un bucle pasaba las 8 horas de punta a punta recogiendo el odioso fruto; día tras día, Palmira miraba en silencio, callada a sus compañeras ir más deprisa que ella, charlando a través de las calles, como en un laberinto verde, riendo y llenando una y otra vez las pequeñas cajas de fruta…
Mueve más ese gran culo negro Palmira, me haces perder dinero…
El jefe de la finca rondaba los campos, y aparecía y desaparecía entre los líneos floridos como un ogro controlador y asustadizo.
La negra callada día tras día iba y venía al monótono trabajo sin dejarse soñar más allá de los setos verdes, las cajas llenas de frutas y los burritos de hierro amontonados esperando…
Pero un día la manijera delgada y escuálida, la que siempre vestía igual que un carcelero triste y sin futuro; mientras apuntaba dijo: Patrón, cambión usted la música de su móvil verdad? La del piano me gustaba más.
Earl ‘Fatha’ Hines – Breezin “Junto con la brisa”. No la cambié Svetlana, perdí el móvil…
A las 8 de la mañana Palmira Jones apareció a trabajar con un jersey de manzanas, la manicura echa el pelo suelto y los labios rojos tarareando una canción.
Voy al baño patrón.
Fuera del wáter olía a tabaco; dentro Palmira tarareaba “Junto con la brisa” mientras repasaba los mensajes de la amante del patrón.
- Palmira Jones. - 31/05/2014