A ti, donde estés

Éramos felices. Al menos, yo sí lo era. Muchas veces permanecías callada, pero siempre te mostrabas feliz. Me pregunto si realmente fingías.
Un día sugeriste que durmiéramos en camas separadas. Naturalmente quise saber el motivo, pero sólo explicaste que necesitabas espacio. No sé cómo se te vino eso a la cabeza, pero respeté tu decisión. Me contentaba con verte despertar cada mañana. Quise mejorar lo nuestro. Y, cada vez que me acertaba a ti, sentía que más te alejabas, como si entre nosotros hubiese un túnel infinito.
Desperté una mañana y vi que te habías marchado. Me sorprendí, aunque no tanto por tu actitud. Si te sirve de algo, no quiero que estemos separados el uno del otro. En fin, supongo que es lo mejor. Quizás no fui perfecto para ti, pero te aseguro que te amo.

Ursula M. A.
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