¡Ahora no!

Escondió a los dragones en un enorme baúl. A las brujas, las encerró en el armario de la ropa, asegurándose de que no atrancaran la puerta con sus escobas. Los duendes acabaron en el cajón de la mesilla de noche y el unicornio, debajo de la cama. Luego quitó las novelas fantásticas y los cuentos infantiles, y se puso a desempolvar y sacar brillo a todo. Esa noche tenía una cita. No podía parecer un niño. Él era ya un joven responsable. Encandilado, se sorprendió dando lustre a la lámpara del genio. Entonces llamaron al timbre. “¡Ahora no!”, gritó.

Oscar Navas
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