El chip del destino

El profesor Kentz estaba ocupado haciendo los últimos arreglos de su nuevo invento. Tan concentrado estaba que no percató de la llegada de su compañero Stevens.

— ¡Ah, sigues aquí! Creía que ya te habías marchado.

—Aunque haya sido excluido del proyecto —dijo Kentz sin dejar de hacer su tarea—, no me gusta dejar las cosas inacabadas.

El rostro de Stevens se volvió un poco serio.

—Voy a echarte de menos —confesó.

—Podrás hacer la explicación sin mi. De todos modos, estuvimos juntos en esto.

—Siempre me ha asombrado la idea de cambiar el destino, pero, ¿crees que evitaríamos crímenes si implantamos un chip a cada presidiario?

El profesor Kentz suspiró mirando un punto imaginario, más por la frustración de haber sido despedido que por la pregunta de Stevens.

—Aunque no sepamos el destino —respondió finamente—, podríamos averiguar qué intenciones tienen.

Ursula M. A.
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