Y ELLA LE ECHA DE MENOS…

Y, empezó a echarle de menos en cuanto le dió la espalda, no había dado apenas dos pasos, se habían despedido dos segundos antes, ella fué mirándole hasta que su figura se hizo pequeña en la lejanía, hasta que fué desapareciendo de su vista para ya no verle.

Y se nublaron sus ojos, sin saber cuándo volvería a tenerlo cogido de su mano. Y con esa incertidumbre se quedó en el primer peldaño de la escalera en la que la dejó. No sabía si esa sería la última vez, algo en su interior le decía que podría ser pues él no volvió su mirada atrás en su trayecto hacia su destino de todos los días.

Así transcurría día a día con la misma duda desde que se veían a «hurtadillas», a escondidas de todas las miradas y con el cuidado meticuloso de no dejar huella alguna por dónde paseaban y se amaban, todo cerrado estaba para ellos, sólo el destino se abría para poder adivinar si, algún día podrían mostar su amor allá dónde ellos quisieran, delante de quien fuera y sin el temor de ser vistos. Disimulando unas veces, separándose otras, como unos adolescentes que intentan  enfrentarse a la prohibición que, alguno de sus padres imponía en su relación, su amor paseaban en secreto y se soltaban de la mano si alguien conocido se cruzaba con ellos.

Y, como dos adolescentes vivían ese amor que, por ahora, se les tiene vetado. La inseguridad se apoderaba de los sentimientos y el miedo a perderlo, la hacía cada día estar todavía más triste.

Se íba a casa, sóla por el camino de vuelta. Pensaba si esa sería su última vez. Como Romeo y Julieta tendrían que enfrentarse a todas las adversidades que se encontrasen, a todas las trampas que se les pusiese delante, a los peligros a que estaban expuestos y ver zambalearse los fuertes cimientos que habían construído en sus corazones desde aquella edad temprana en la que comenzaron a amarse sin que pudieran olvidar en tanto tiempo lo que habían sentido y… lo que no habían podido dejar de sentir. Llevaban el pasado en sus corazones todavía latiendo de esos amores tempranos, inocentes y puros que iniciaron su historia de amor.

Y con esa duda llegaba a su casa, disfrazando su cara y mintiendo como cuando era pequeña del lugar en dónde había estado… mentira tras mentira, solamente hacia los demás, la verdad estaba latente en su corazón y ahí no existía disfraz alguno que pudiera ocultar su verdadero rostro, ni la realidad de su veraz y firme sentimiento.

Pasaron los años, rápidos en cuanto al tiempo que se les volvía en contra… pero a la vez lentos de no ver llegar el día de cumplir con sus ilusiones, con el sueño que, entre los dos habían creado y que querían ver cumplido antes de que la muerte, como aquellos amantes les saliera al encuentro.

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