Casi cien puñaladas

Casi cien puñaladas le asestó a su marido. Ya estaba cansada de no ser más que su criada para él. Eso, sin hablar de cuando volvía tarde a casa, las veces que no le prestaba atención, más aquellos ratos que pasaba con amistades de género femenino que él hacía. Harta de soportar los sinsabores, echó una pastilla para dormir en la lata de cerveza, la última cosa que con certeza sabía que le iba a pedir. Cuando hizo efecto, tomó el cuchillo de hoja más ancha que tenía y apuñaló su corazón hasta quedar satisfecha.

Ursula M. A.
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