Noches de mi Barrio –Melancolía-

Es otra noche mas en el barrio, a eso de las ocho de la noche salgo a la fiel esquina donde nos reuníamos, donde vi risas, peleas, alegrías, lamentaciones, tristezas, formación de amistades, amores, corazones rotos, a veces y solo a veces soledad. Me siento en el anden y los pocos vecinos que están alrededor se extrañan de que no esté nadie más que yo, no está el de la guitarra ni el de los chistes, no está nadie más que mi persona. Respiro una gran bocanada de aire que quiero sostener hasta que me sienta mareado, no soy de ingerir algún tipo de alucinógeno, pero la falta se oxigeno da una pequeña sensación de mareo. Hasta ese punto en el que veo que las cosas oscilan a un lado y al otro como arriba y abajo, suelto el aire y respiro profundo nuevamente para recuperar oxígeno, me acomodo al poste de energía y dejo divagar mi mente frente al momento a lo solo que se está.

Puedo advertir que he sido de pocas palabras al hablar y todo lo demás lo plasmo en papel o digital, si me preguntan en el momento que me pasa posiblemente diré que nada, y así pasa cada vez que ocurre, pero todos pensamos cada uno de nosotros se deja llevar por pensamientos que a su vez esa noche en que lo pensaste si quiera una vez ya es mella para no dejarte dormir. Dinero, soledad, problemas en base tantas vivencias. Y si en algún momento recuerdas haber sonreído es posible que no sea suficiente para sacar de la mente todo lo demás. Veo el asfalto picado por el tiempo como turupes llenos de huecos en un barrio de estrato bajo lo único bonito son las sonrisas de las personas que en su vivir buscan algo, un poco de ese algo que todos quieren. Lo que yo quiero, tal vez es común pero deseado, con tanto anhelo que puedo volverme peor que aquel que por su ruptura tocaba la guitarra incesante buscando paz. Sé a dónde quiero ir, pero no reparo en pensar cómo y con quien, a veces mirar el cielo estrellado y la luna llena no es suficiente para apaciguar.

Escribo cada vez que suspiro en mi mente a un diario que reviso constantemente y muchas de las cosas que queda allí las paso por estos medios. Es mi forma de terapia personal tal vez todos necesitan una forma de solventar su melancolía de maneras distintas, unos beben y van a fiestas, otros ligan y se desenfrenan en la carne. Yo solo escribo, y lo que escribo todo tiene un sentido, pero a veces las personas lo leen y no entienden, pues escribo para mí no para alguien más. Me gusta que en ocasiones las personas me digan que lo hago bien, incluso que corrijan mi ortografía pues aprendo mas y mas cada vez.

Lo que es malo aquí es cuando no escribo para mí, cuando alguien es motivo de por qué escribir, sin medir consecuencias dejo salir muchas cosas que tal vez se pierdan en algún chat y como cualquier otra cosa mas no sea recordada, mis palabras no se graban y son prolijas al viento, a un recuerdo efímero que da en el momento y como “inlfuencer” malogrado debe estar escribiendo constantemente para que sea parte de algo. ¿Para quién escribo en ese momento? No es para mí eso lo entiendo, y en delirios momentáneos me dejo llevar por la melancolía del momento y la soledad de la esquina.

Veo el caminar de muchos desgastando aún más la calle de mi cuadra como los escombros de asfalto se mueven o los patean al pasar, esta noche hay más actividad, la gente va por el andén, en ocasiones por la calle con sus ir y venir intento identificar sus rostros, felicidad, enojo, tristeza, pocos muestran un rasgo aparente como si portaran una máscara social que es carta de presentación ante todos, soy un hipócrita, que usa una máscara para guardar todo, como muchos no hago alarde de las vivencias que tengo. Pocos entenderán lo que acarrea esto, ya que muchos tienen amigos con quien contarse las cosas, y yo los tengo, pero en ocasiones, así como aguantar el aire aguanto palabras que solo suelto en una hoja en blanco frente a la computadora.

Con tantas personas pasando aun así se siente sola la esquina, o tal vez no, soy yo quien se siente solo, tras tantas cosas sigo replicándome, se ha donde quiero llegar, la pregunta es con quien tal vez es el peor momento para recordar que como dice la canción de los prisioneros “yo no sirvo para amar” pues es un pensamiento casi inamovible y empiezo a vivir con eso en claro. El temor de escribir sin que me lo pidan, aun si me lo piden, ya no quiero dejar palabras sueltas al viento y que simplemente se pierdan de nuevo en algún chat prolijo de muchas cosas que no se si realmente valieron la pena.

Es una eternidad en mi mente, pero no ha pasado más de unos minutos y ya soy consumido por cada pensamiento, por cada error por cada sensación de decadencia que se hace abismal cuando retrocedo la película, esa que ni título tiene aún que lleve mi nombre. No soy un chico pequeño, pero en momentos así es difícil no sentirse un pequeño que se deja agobiar por todo ello.

Saco el celular y escribo en el grupo de mis amigos para ver si alguno llegará el momento de melancolía se ha acabado, tiempo fue es lo que digo, pues todo quedara después de esta noche plasmado en un papel. Una melancolía barata que a nadie mas interesa solo a mí, porque al final al único que le importa lo que escribo soy yo. A veces con rimas con palabras normales o rebuscadas, al final es lo único que hago, aunque no muy bien es lo que tengo que al pasar de los años se vuelve como un momento de reencuentro. Donde ese gusto instante se vuelve eufórico, feliz y apremiante. Lo único que queda al final es mi lápiz y papel.

Imagen de Krystian Wielgus en Pixabay

Nine

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