Tres relojes rotos
- publicado el 11/02/2010
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Plañidera de estación de autobuses de un barrio perdido en una ciudad desestructurada.
En una ciudad en la que las largas distancias en tren, coche, autobús, metro o moto (cambié mi bicicleta por un reloj con cronómetro) no dejan tiempo para (…).
En una ciudad en la que las largas distancias en tren, coche, autobús, metro o moto (cambié mi bicicleta por un reloj con cronómetro) no dejan tiempo para pasarte por el hospital a ver a tu abuelita; en una ciudad en la que las largas distancias en tren, coche, autobús, metro o moto (cambié mis alpargatas por las Nike de Gasol –pero de mi talla-) no dejan tiempo para tomarte tranquilamente el café de después de comer con tu madre; en una ciudad en la que las largas distancias en tren, coche, autobús, metro o moto (cambié mis dos gallos por un despertador con radio) no dejan tiempo para cocinar una fabada casera, comerla tranquilamente, digerirla y cagar sin reparar en el tiempo que estás en el cuarto de baño; en una ciudad en la que las largas distancias en tren, coche, autobús, metro o moto (cambié las cartas por un teléfono móvil multimedia) el oficio de plañidera ya no era útil en su concepción antigua, había que renovar la profesión, aire fresco.
Por eso en la última reunión mensual de Plañideras S.A. (logré convencerlas para crear la sociedad anónima hace 3 meses) propuse hacer tábula rasa con las viejas tradiciones y adaptarnos a los nuevos tiempos.
Tal y como funciona hoy en día el ciudadano de la metrópoli, a nadie le interesa contratar una plañidera para sus muertos, porque en una sociedad “dinámica” (cambié “fría” por “dinámica”, menor sentimiento de culpabilidad, sensación única) lo que no se mueve ya no sirve, se pasa página y a otra cosa mariposa.
Se me ocurrió la brillante idea de buscarle el lado positivo al tema de la migración y las largas distancias entre las grandes ciudades (hoy contamos con 457 en todo el territorio nacional), hay mucha gente que se va de una gran ciudad a otra por temas de estudios, trabajo y a veces familia (aunque esto último es menos común en las sociedades “dinámicas”), y las largas distancias en tren, coche, autobús, metro o moto no permitían a los ciudadanos despedir a sus amigos o familiares cuando emigraban. Así que una posibilidad para sacar a flote nuestra empresa podría ser convertirnos en plañideras de estaciones de autobuses y trenes, y por supuesto aeropuertos, una delicia.
Aunque me costó convencer a las más veteranas, la idea acabó cuajando.
Hoy es mi segunda semana ejerciendo este nuevo trabajo. Estoy en la estación de trenes de largo recorrido Fatocha. Veamos la ficha… Hum. María Teresa (“Maritere” para su familia), 22 años, tren destino Villa Clavos de Cristo, vía 14, se va a estudiar fuera porque no aguanta a su hermana mayor y quiere escapar de su novio, que parece que la zurra. Hum. Ya la veo. Me acerco a ella, la abrazo, le empapo el hombro con mis lágrimas; ella también llora, pero creo que de alegría por partir de esta ciudad con olor a rata o de risa, la verdad es que al ser tan nuevo este oficio la gente parece que no se lo toma muy en serio, pero bueno, tiempo al tiempo.
Cuando se marcha, salgo corriendo con mis zapatillas Nike, llamo a mi gerente, le digo que el trabajo ya está hecho y que por favor, me mande un sms con los datos del próximo cliente y que no tarde, que yo a y 27 finalizo mi jornada y a y 32 cojo el tren para mi casa (a 215 km. de la ciudad).
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XDDDDDDDD
háztelo mirar, tia!!! me has echo descojonar!!! cojonudo, a parte de que no sería una mala idea llevar a la práctica esto de las plañideras.s.a. XDDD
seguro k salen a bolsa y todo!
Yo me he reido a la tercera vez que lo he leido, cuando porfin entendí lo que significaba todo, estoy un poco espeso hoy, xD
eso si me he reido mucho, xD
Jeje, está muy currado. No me esperaba para nada el final xDDD