Cómo llorar sangre,
cómo amar la guerra,
cómo tener esperanzas,
cuando ya no queda nada.

Cómo escribir este dolor,
que no es mío, ni es tuyo,
que es de todos y de ninguno,
que mantiene nuestra alegria
a cambio de un pequeño tributo,
la dignidad.

Un problema que miramos,
como mucho lo sentimos,
puede que le escribamos algún poema,
quizás una canción.

Tierra roja de tanta sangre,
tierra negra tostada al sol,
tierra de océanos de desiertos,
¿qué mal hiciste tú?

Tal vez traernos al mundo,
tal vez amamantaste al mal,
tal vez equivocaste tu elección,
o te eligieron para gobernar.

Te eligieron para sustentar
el falso cetro de humildad,
de tristes medallas que llevar
a la cama de la vanidad.

Y no llegará ese día,
con el que tanto soñaste,
cuando el sol caliente
pero no abrase.

Tú sigue sonriente,
sigue con tus tam tam,
con tus bailes y tradiciones,
iluminándo un mar de noche.

No porque merezca la pena,
no para redimirte,
no para demostrar nada,
sólo porque te toca.

A cambio tienes dignidad,
tienes historia, crueldad,
pero nada que ocultar,
nada que callar.

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