ESCÉPTICO - Segunda parte
- publicado el 09/05/2009
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Coches grandes para gente pequeña
Joaquín estaba a bordo de su coche Land Cruiser, inmenso y colosal. Y veía al resto de los mortales por encima del hombro. Tan patéticos y pequeñitos. El ego de Joaquín era tan grande como pequeño su pene. Su complejo de inferioridad era compensado por otro de falsa superioridad que crecía día a día. En su trabajo (un buen trabajo, tenía a más de diez personas a su responsabilidad) era un verdadero cabrón, y un perfecto lameculos para con sus superiores.
Pero vamos a lo importante, Joaquín estaba a bordo de su Land Cruiser. Él y su ego seguían pensando en las musarañas cuando un minúsculo coche, un Smart, de esos tan minúsculos que sólo tienen dos plazas, se le puso delante haciendo una maniobra relativamente brusca. Indignado, Joaquín intentó adelantarle. Pero en el carril de su izquierda, un viejo mierdoso a los mandos de otra minucia de coche circulaba paralelo a él, sin cambiar su velocidad. «Putos viejos», pensó Joaquín, cada vez más cabreado, mientras pegaba su morro al culo del cabronazo de delante. También le dio ráfagas con las largas, a ver si no iba él a tocarle los cojones a un mierda, con el pedazo de carro que le costó un pastón. Joder.
Por fin el viejo se quedó atrás y, dando un brusco giro, puso su coche al lado del Smart. Miró a su ocupante, un chaval joven, con pinta de haberse acabado de sacar el carnet y con aspecto de pijo, niño consentido de papá. Cómo odiaba Joaquín a los pijos, con su ropita cara y su flequillo eterno. Encima le miraba medio riéndose.
– Hijo de puta… – masculló Joaquín entre dientes, mientras el chaval del Smart le seguía mirando insolentemente. Absorto en la venganza, Joaquín aspiró fuerte, carraspeó la garganta intensamente y en un segundo posó sobre su lengua el gapo más grande, más denso, más viscoso y más verde que había expectorado en toda su vida. El chaval del Smart, viendo la cara de hijoputa que se le iba poniendo a Joaquín, volvió a mirar a la carretera, pero no pudo evitar un estremecimiento y un sudor frío recorrió su cuerpo cuando vio a Joaquín abrir la boca y percatarse del engendro que estaba a punto de lanzarle.
Joaquín posó el monstruoso gapo sobre la punta de la lengua, puso los labios en forma de «O» y…:
– ¡¡¡ZZZUPPP!!!
La inmensa masa verde se estrelló contra la parte interior del cristal del Land Cruiser. La cara de Joaquín era de absoluta perplejidad. Se había olvidado de bajar la ventanilla derecha, por donde iba a lanzar el tremendo misil. El pijo, descojonándose, aceleró y se escabulló por entre el tráfico dando pitidos de victoria. Joaquín, al borde del vómito, miró hacia delante, ignorando la mancha que cubría prácticamente toda la ventanilla y siguió su camino, con su ego por los suelos, y contando las horas para la próxima sesión con su psicólogo.
Yizeh. 25 de Abril de 2008
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jajajjajajajaja justicia divina, lásmita que esas cosas no ocurran en la realidad
realmente creo que ocurren a diario xDD, cómo se nota que no conduces jeje
jajaja!me ha encantado=)
Mola mucho, y además está muy bien escrito, me gusta el final… vaya gapo, ¿no?