Faltamos nosotros

*Dedicado a todos los que como yo abandonamos el instituto, y no fue tan alegre la marcha como hubiésemos pensado

Los pies pisan fuerte y la mirada, fijada en un horizonte neblinoso, descansa, tranquila, con la sensación del deber cumplido.
Casi sin quererlo giras la cabeza, y no puedes evitar que un sentimiento al que podemos llamar nosequé te invade, en esos momentos puntuales en los que no sabes si sentir tristeza, alegría, pena… Y ese nosequé lleva de la mano una horrible presión (es el peso de la nostalgia, ¿quizá?) que te ata la laringe, la faringe y el esófago, y te sientes impotente ante la lágrima que cae por tu cara.
Días y días de poner el reloj a las 7:30 para levantarte, el principio, duro siempre, encontrar las clases, no perderte entre los pasillos, la biblioteca, la cafetería, los profesores, incluso los conserjes y los bedeles, piensas en cada una de esas personas que hizo que tu etapa en el instituto haya sido, como mínimo, inolvidable, y quieras o no, llevas contigo parte de todos, de absolutamente todos. Nos entrecruzamos, juntamos nuestros caminos en algún punto, para bien o para mal.
Y que es lo que queda? Parece que dolor, o ansia de dolor, el no saber qué pasará, cuántos amigos seguirán siendo tus amigos, de cuántos de olvidarás cuando los perversos años ataquen la memoria. No sabes que guardarás en ti. Pero tú también eres parte de todo eso.
Y te da por pensar, mientras el la segunda pupila se enjuaga, en conjunto, con la otra, en todo lo que dejas atrás, y como siempre, como todo, lo que nunca volverá a ser. Los exámenes, los gritos, los cambios de clase, los cotilleos, las calculadoras olvidadas, los ¿Me abres la puerta, por favor?, los recreos, el jardín maravilloso que sirve de refugio para todo aquel que quiera palmar en los dias de junio, o mayo… Y también piensas en si habrás desaprovechado tu último año, ese año duro, a simple vista, pero que enriquece, creo, más que ningún otro, ese en el que dejas de ser un chico de instituto para ser un futuro universitario… No se nota la diferencia, pero penetra en cada uno de nosotros como una sombra silenciosa, tic-toc, esperando el momento justo.
Y es cuando, entonces, en el fondo, sientes una enorme fortuna, la fortuna de ser alguien, de pertenecer a eso tan mágico, de haber sido alumno del IES Concepción Arenal.
Suena el último timbre. Giras la cabeza y miras el reloj. Son las 12:10.
Hora del segundo recreo. Así era antes.
Cruzas la puerta y piensas que nunca lo olvidarás. Jamás.

Y la gente sale por la puerta. Se oyen gritos, saludos y risas. Estamos a finales de curso. La alegría es palpable.
Y tu te vas. Pero otros ocuparán tu lugar, al igual que hiciste tú, y todo seguirá igual que casi siempre. Casi.
Faltamos nosotros

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