El reflejo en la ventana

En la habitación de un hotel de tres estrellas, la mirada ausente de un hombre que disfruta del tabaco atraviesa la ventana para perderse por los tejados y azoteas del centro de Madrid. El azul de sus ojos se torna gris cuando la luz del ocaso atraviesa el humo lechoso del cigarro.

Un poco más atrás, una chica con coleta y vestida con vaqueros y camiseta amplia le observa en silencio, sentada sobre la cama. A pocos pasos, descansan sobre el escritorio una grabadora y un cuaderno de notas, junto a un cenicero lleno de cigarros. La habitación huele a un humo de tabaco condensado a lo largo de horas de conversación, que se une en lenta procesión al olor de la nicotina adherida sobre la moqueta y al ambientador con aroma a lavanda.

Al cabo de un rato, el hombre se vuelve hacia la mujer. La piel tostada por el sol no logra ocultar el cabello rubio y los ojos de color tormenta. El acento eslavo del hombre es el trazo final con que el pintor culmina el retrato del eslavo arquetípico.

-¿Todavía estás ahí? Ya no tengo más que contarte. No hay nada más que decir.

La chica se levanta, con un suspiro largo y pesado. Agacha la cabeza y recoge su cuaderno y grabadora del escritorio. Se queda en pie sosteniendo sus cosas y mirando hacia la ventana mientras el otro sigue fumando.

-Después de oír todo esto, aún no entiendo por qué lo hacías. –La voz de ella suena algo ingenua en comparación con la de él.

El eslavo apaga el cigarro sobre el cenicero, en absoluto silencio, y se levanta de la incómoda silla con una sonrisa sardónica pintada en las mejillas. Se quita las zapatillas y se tumba en la cama apoyando la cabeza sobre sus fuertes manazas.

-No has entendido nada, niña. ¿Por qué? ¿Por qué te preguntas por qué? –El hombre ríe entre dientes, con cinismo.

La chica hace ademán de caminar hacia la puerta, pero la voz del eslavo le retiene.

-No hay porqué que valga. Eso es para los políticos, para los idealistas, para los intelectuales. Yo sólo hacía lo que tenía que hacer.

-Podrías haberte negado. Podrías no haberlo hecho, al menos no…-La chica se atraganta. –Al menos no tantas veces.

-No estabas allí, no lo entiendes. –El eslavo se incorpora y se sienta al borde de la cama, apoyando los pies cubiertos por los calcetines blancos sobre la gastada moqueta. Se frota la cara para despejarse y se acerca a la ventana para abrirla. De espaldas no parece más que un turista ruso entrado en carnes y quemado por el sol. –Esto está lleno de humo. Yo ya estoy perdido pero tú eres joven y tienes que cuidar de tus pulmones niña. –Las eses silban ligeramente, pero el castellano de Andrey es bastante correcto.

-No es culpa tuya, aún no entiendes muchas cosas. –El hombre mira a la chica de arriba abajo, que permanece en un vergonzoso silencio mientras tanto. –Entregarás tu entrevista y tu trabajo y te pondrán una buena nota. –Hace una pausa y chasquea los dedos de la mano derecha. -Pero sólo si dices lo que quieren oír.

“Dirás que Andrey Plovsk es un serbio que vive en Lavapiés. Que fue soldado y francotirador en la guerra de Kosovo y que mató a mucha gente. Que pasaba horas apostado junto a una ventana con un Dragunov en las manos, y que decidía quién debía morir o vivir, con total frialdad e impunidad”.

-¿Acaso no fue eso lo que pasó? ¿No jugaste a ser Dios? ¿No apretaste tú el gatillo? –La voz de la chica refleja una tensión apenas disimulada.

Andrey suspira y se sienta sobre el escritorio. A través de la ventana llega el rumor de los coches y de las voces en la calle. De una tarde de Madrid en pleno agosto. -¿Crees que me importa lo que piensen de mí?

“Mira, siempre es igual. La gente busca explicaciones, confía en que ciertos actos como matar a otra persona que simplemente camina por la calle, sólo nacen de la maldad o la locura. Del fanatismo, de la ideología. ¿Cómo explicar si no el Holocausto?”

Susana se sienta en la cama, sosteniendo el cuaderno con las notas que ha tomado. Con un dedo sigiloso, aprieta el botón del “play” en la grabadora. Parece ser que la entrevista aún no ha acabado.

“Embusteros de mierda. Todo eso nace del odio, del odio y nada más. Y todos lo tenemos dentro. Sólo hace falta que ciertos estímulos lo despierten, y entonces nos convertimos en perros de presa, en auténticos hijos de puta. Toda esa moral y esos valores no valen una mierda cuando hay que luchar por los tuyos, o por tu vida. Se esfuman cuando todo el mundo a tu alrededor hace algo que antes considerarías impensable”.

El hombre hace una pausa y, cuando sigue, su voz suena como el susurro de los copos de nieve al caer.  -La guerra nos pone cara a cara con nosotros mismos. Nos refleja tal como somos.

El estruendo de un autobús que hace su recorrido habitual rompe el silencio en la habitación.

-Una señora corría con las bolsas de la compra. Después del disparo, calló de golpe y varias latas de tomate quedaron desparramadas por el suelo. Al cabo de unas horas, un viejo con la ropa hecha jirones se acercó hasta las bolsas y recogío todas las latas. Una a una, con mucho cuidado. Incluso registró el bolso de la señora, a pesar de que estaba en medio del charco de sangre. ¿Crees que ese viejo era mejor que yo?

Andrey sacude la cabeza, negando para sí.

-La vida sólo tiene valor en verano, cuando las cosas van bien. Cuéntale esto a tu profesor, a ver qué te dice. Seguro que te habla de los principios, de la ONU y de la Convención de Ginebra.

Andrey comienza a reír al recordar algo. –Jajaja. Los periodistas eran mis preferidos. Se creían protegidos por sus chalecos y las letras TV trazadas con cinta. Una especie de superioridad moral les llevaba a exponerse para informar de lo que estaba ocurriendo. Hay que joderse lo que cambian las cosas, Susana.

La chica sale de la habitación con un portazo. Andrey sonríe ensimismado, asomado a la ventana con una satisfacción que ya apenas recordaba.

Gonzalo López Sánchez
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8 Comentarios

  1. Yizeh dice:

    No es el mejor que leo de ti («Hielo» me pareció insuperable). Sin embargo, me gusta el uso que haces de ciertas metáforas en las descripciones. La redacción, como siempre, genial. El argumento, en este caso, se me hace algo más difuso. Creo que hubiera preferido un relato más largo, profundizando más en el tema.

    Ah, y para no irme sin meter una crítica tocacojones: veo que muchas veces usas dos tipos de guiones en los diálogos: – y –. El largo suele escribirlo el Word automáticamente cuando tras él hay una palabra (pegada, sin espacios), pero no sé por qué en el comienzo de los párrafos te sale el corto. Yo personalmente prefiero el guión extralargo, que asocio más con diálogos. En Word se escribe presionando ctrl+alt+- (el – del teclado numérico). Aquí tienes los tres: – – —. Espero que te sirva de ayuda.

    ¡Un abrazo!

  2. Logan dice:

    Hola, xplorador:
    Tu relato me ha gustado bastante. Por esa razón te lo he calificado con cinco estrellas.
    Por otro lado, he de comentaros —tanto a ti como a Yizeh— que en la construcción de diálogos se utiliza, obligatoriamente la raya (—) y no el guión (-). Como referencia de lo indicado, seguidamente os copio el enlace al Diccionario Panhispánico de Dudas de la RAE: http://buscon.rae.es/dpdI/ (sección «Artículos temáticos»; apartado «Raya».
    Espero que os sirva de ayuda.
    Recibid un un saludo.

  3. xplorador dice:

    ¡Gracias por tu comentario y por la referencia! La verdad es que tengo, o tenía, una laguna importante en cuanto a rayas y guiones. Aún así, tengo un problema, y es que en mi ordenador portátil no está la raya de marras.

    ¡Un saludo!

  4. khajine dice:

    Eslavo, eslavo, eslavo (demasiadas veces repetidas en poco espacio). Por lo demás me ha gustado, aunque no acaba de convencerme al 100%. Iba a intentar explicar el porqué…pero no he podido.

    (me he imaginado a Andrey apuntando con el dedo a Susana desde su ventana mientras ella se iba y haciendo el gesto de disparar XDDDD).

  5. xplorador dice:

    En mi opinión, este no es un relato bueno pero tiene algo que me gusta especialmente, (obviando que soy el padre de la criatura).

    Quizás no lo haya conseguido o el mensaje no haya calado, pero intento hacer un juego en torno al reflejo en la ventana.Quería expresar que la única diferencia entre la ventana de Sarajevo y la de Madrid no es la persona, sino las circunstancias. Vamos, que muchos de nosotros podemos ser una bestia parda si llega el caso y que los valores y principios sólo valen en ciertas islas de comodidad y aparente civilización.

    Más que afirmar algo tan drástico, quería que el lector reflexionase y sacase su propia opinión.

    Repito eslavo muchas veces y uso un nombre ficticio algo cutre. Quizás caigo en algún tópico que otro, pero no es mi culpa, vi algo parecido en un telediario hace mucho tiempo. 😀

    Bueno, ¡gracias por comentar!

  6. Ladydaiquiriblues dice:

    Jo pero, ¡no te quedes con esa sensación! Puedes modificarlo, la historia esta bien; tal vez con un par de pinceladas…

  7. xplorador dice:

    Cambiarlo sería complicado, pero tendré en cuenta los posibles errores para los siguientes escritos. 😀

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