Otra vez un adiós definitivo
- publicado el 04/11/2014
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El caballo de Helena
Sobre la alfombra de la habitación, reposa un caballo de juguete. Está esculpido en madera, con unos ojos cilíndricos de color azul que parecen estallar en lágrimas. En su lomo se ha cincelado un epígrafe con letras rojas, apasionadas, llenas de cariño. Rezan lo siguiente: “betirako maite zaitut”, y debajo, con una grafía diminuta, aparece el nombre del escultor junto al de la princesa a quien va dedicado semejante regalo. Un juguete con forma de caballo y corazón que llora ante la soledad a la cual se le ha desterrado.En la misma habitación, en una cama individual que limita con la alfombra, se escuchan unos gemidos intermitentes, agudos e intensos. Los muelles del colchón gritan infieles ante la ofensa de su uso. La almohada se encoje ante el sudor lujurioso de los dos amantes. Y el caballo de madera, exiliado en la alfombra, contempla entre lágrimas como su amada abre las piernas a un amor desconocido.
El aire se vicia y la luz se ensombrece; los segundos se ahogan y el cariño agoniza; la vida parece una ironía y la muerte un destino anhelado. Ante los ojos del juguete de madera, su Helena ha regresado con Menelao.
El caballo cierra los ojos, incapaz de asistir a tanta deslealtad y desapego. No quiere mirar; se enclaustra en sus pensamientos recordando el duro trabajo que le supuso al escultor tallar aquel juguete.
Unos minutos después, el hombre se baja de la cama y aterriza encima del juguete de madera.
El caballo se parte en dos, como un corazón roto.
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Me ha gustado mucho, mucho. Cuentas una historia importante en poco espacio y además muy bien. Me apunto la frase en euskera, siempre viene bien decir eso en varios idiomas. 😀