Mi disfraz de húsar.

Tenía nueve años y, como cualquier niño, quería disfrazarme por Carnaval. Coincidió que el martes de Carnaval estaba con fiebre y desesperado porque veía que no podría disfrazarme ese año. Mi madre me dijo que, si el miércoles no tenía mucha fiebre, podía salir a la calle, disfrazado de húsar, pero sólo hasta el fotógrafo, para hacerme fotos porque el miércoles de Ceniza ya no se celebraba el Carnaval. Ese día, aún con poca fiebre, iba yo todo orgulloso con mi madre por la calle y entramos en un estanco para comprar unas cerillas. Allí, estaba un cura que, al verme, reprendió a mi madre, por llevarme disfrazado en Cuaresma. Sé que mi madre le respondió, aunque yo estaba tan avergonzado que no escuché esas palabras. Sólo más tarde, ella me lo contó cuando le pregunté por qué yo aparecía llorando en la foto, disfrazado de húsar.

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