Un viaje por el universo

La niña dormía bajo el influjo de un raro espejismo,

así, Ana se embelesó de las estrellas del ocaso,

entonces un fulgor asomó por sus ojos, en el abismo

de su radiante mirada llevaba ensueño de gran paso.

¡Llévame contigo! -dijo la niña- a tibios fulgores.

-Seré  tú acompaso en el devenir: ¡Brillo de cielo!

Iré contigo tras  claros soles y nebulosas multicolores,

y al ritmo de tu luz, será indómito el viaje en el rielo-.

Casi intuyó del brillo, vaguedad de incierta respuesta

cuando el fulgor cruzó mirada de ensueño de la niña,

insólito resplandor del infinito le fue manifiesta,

una lluvia de zafiros como mediodía en la campiña.

Así, la niña volvió en ondulación;  a la altura el océano

de la Tierra,  oscuros celajes de una gris tormenta,

el relámpago como corcel impetuoso, era lo arcano,

y enfilaría con los tibios fulgores a la luna argenta.

Había vuelto en niña-luz, y  viajera a las estrellas,

haría trazos, como en un bajel, en mares oscuros

del infinito, aproximaciones celestes tras sus huellas,

acariciaría soles radiantes, y planetas tras sus muros.

Apenas sutil vacío en el entramado, el sol a cuestas

en el ocaso, y alborada,  arrebol en pausa era señorío,

el solario de los mundos y la estrella, que enhiestas,

caían sobrias a Virgo. Constelación de vasto poderío.

Revolución en maremágnum de  la nada  brumosa,

la valerosa niña-luz, cual pirata, arrebataba del viso

el ímpetu de un salto cuántico hacia una luz fragorosa,

y al fondo, lo oscuro haría de un guardián insumiso.

Retrataba en su pupila-luz, energía del frío infinito,

atrás la vía Láctea, y Andrómeda en  concordancia,

escondía nebulosa  oscuridad celeste en incógnito

como  turbio remolino que se agitara en beligerancia.

Pasos en orillas, galaxias como figuras primicias

trazos rutilantes  del corcel brioso en la lejanía

rizos  que en resplandores de hadas, parecían albricias

a su gentil mirada; era el encanto que se le abría.

Como  rodete oscuro sobre negra cabellera

lo negro creaba deslumbrante espejismo

el profundo hoyo del que nada torciera,

ni escapase luz,  verdadero y extraño abismo.

Novas y supernovas, binarios y rojas gigantes

estrellas que fueron soles y ahora en mudanza,

rara sensación de que algún día fueron amantes

en el génesis, y en su hora, sería otra su esperanza.

En parábola con otras realidades, sumergió la niña-luz

más allá del derrotero,  los bordes de la creación

lo infinito volvía en acabado, y cosmos a contra-luz

el incierto universo paralelo, visto desde su bastión.

Vuelta la niña dejó luz;  y lejos su romance lucero,

despertaba de su sueño; albor de arenas infinitas

motas de polvo en conglomerado volverían tintero

de las quimeras, las que serían, de nuevo, exquisitas.

isabel galvan
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2 Comentarios

  1. Mary Rdz. dice:

    Me gustó mucho el trabajo literario la felicito Isabel.

    1. Isabel galvan dice:

      Muchas gracias Mary Rdz

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