¡Una inolvidable aventura!

Una inolvidable aventura:

En un día soleado y tranquilo de verano, Pablo y su familia, fueron de visita al Museo de Arte Abstracto, en la ciudad de Nueva York. Al llegar, se encontraron con hermosos cuadros de fantásticos colores, y maravillosas esculturas talladas en oro y plata, y hasta con apliques de piedras preciosas.

Pablo, sorprendido  y fascinado al mismo tiempo, corría, y corría,  para no perderse nada de ese arte atrapante, colorido y hermoso.

De pronto, Pablo, encontró una salita muy pequeña y escondida al mismo tiempo. En  ella, se escuchaba un sonido muy extraño, era como un dulce tintineo para los oídos. Sorprendido, y sin dudarlo, entró. Al hacerlo, se encontró con una gigante cápsula llamada “Tulsa” que ocupaba toda la superficie de la pequeña sala. Era de color plata y con muchas luces de color verde, de ella colgaba un pequeño cartel, pero que se podía leer muy bien,  en el que decía “no entrar”, pero Pablo, no lo dudo ni un instante, y corrió de prisa hacia ella sin importarle la indicación de aquel cartel. Al entrar, apareció una pantalla gigante, donde se podía ver una ciudad muy, pero muy, muy extraña. Inmediatamente, se empezó a mover todo muy rápido. La ciudad, que para él resultaba cada vez más y más extraña, se encontraba habitada por cientos y cientos de seres muy pero muy pequeñitos.

De pronto, se abrieron las puertas de la cápsula, y Pablo sin pensarlo ni un segundo salió rápidamente. Y vio con sus propios ojos esa ciudad, que era sin lugar a dudas magnífica, pero, muy distinta, a su lugar de origen.

Los pequeños seres, hicieron una ronda a su alrededor. Lo observaban, totalmente sorprendidos, pues su figura les era muy pero muy extraña, nunca antes, habían estado frente a un ser tan pero tan especial y diferente a ellos y menos aún de su tamaño.

Pablo, también sorprendido, pero con muchas ganas sonrió y un poco temeroso abrió sus brazos, intentando acoger por un segundo a los pequeñitos seres, que sin parpadear, no dejaban de mirarlo. Ante su sonrisa, la respuesta no se hizo esperar, y todos al mismo instante sonrieron y fueron a su encuentro.

Más tranquilos todos, y sin nada que temer entablaron un diálogo, que no necesitó de palabras, simplemente aconteció en el silencio. Pues, en ese mundo virtual  todo lo mágico e imaginable se puede alcanzar. Solo hay que atreverse a soñar.

Pablo, que se caracterizaba por ser un niño mas bien tímido y de pocos amigos, se convirtió de pronto, y sin imaginarlo jamás, en un gran referente para los pequeños y  frágiles seres de aquel lugar.

Feliz,  y disfrutando de la más grande e inolvidable aventura, de la cual a cualquier niño y quizás por que no también a cualquier adulto, le gustaría protagonizar, perdió por completo el control del tiempo, olvidándose que del otro lado. En su mundo, su familia podría estar muy preocupada sin saber donde lo podrían encontrar.

En efecto, sus padres, su pequeña y traviesa  hermana llamada Amelia, los guías y hasta los demás visitantes del lugar, recorrían de un lado al otro, muy nerviosos, el gran museo de arte abstracto de la ciudad de Nueva York sin encontrar su paradero.

Amelia, su pequeña hermanita, atraída también, entró en aquella pequeña habitación, que dio inicio a toda esta increíble y mágica aventura, y al igual que su hermano mayor, sintió la misma curiosidad por aquella gigante cápsula llamada “Tulsa”, que ocupaba todo el lugar, se movía velozmente, emitía un sonido tintineante e iluminaba toda la sala con brillantes y múltiples tonalidades de verde.

De pronto, “Tulsa”, la enorme cápsula,  se detuvo bruscamente, las luces se apagaron, el silencio se hizo presente, y una gran puerta, casi invisible, se abrió.

De ella, y lentamente, salió Pablo, sonriente y sorprendido al mismo tiempo. Quizás también un poco temeroso, queriendo contarles a su familia, y a todas las personas allí presentes, todos  las experiencias que vivió. Pero sin encontrar palabras y hasta con miedo a que no le creyeran, la increíble aventura virtual vivida en aquel simulador quedó como un íntimo secreto dándose al mismo tiempo cuenta, que todos estaban preocupados en su búsqueda.

Sin duda, aquella visita al museo, quedaría muy grabada en la memoria de toda la familia.

Pablo, vivió una increíble y fascinante aventura, pero al mismo tiempo aprendió que no debía separarse de su familia que tanto lo ama, pues ellos vivieron momentos de gran preocupación, sin poder disfrutar de ese paseo tan planeado y esperado por todos.

Pues, todo podría haber sido  perfecto, con un simple:

_ ¡Mamá, papá, Amelia, aquí estoy!.

Pia Pereira
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