Ceñido a tu garganta

Ceñido a tu garganta, a tu respiro,

a tu pálida voz de moribunda,

ceñido a la cascada de tu pelo

y a tus sienes, ceñido a tu mirada.

 

 

Ceñido a tus caderas desceñidas,

ceñido a tu entrecejo, amalgamado

al profundo delirio de tus párpados,

ceñido a tus silentes comisuras.

 

 

Ciñéndote y ceñido entre tus brazos,

ceñido a tu cintura, a ti ceñido,

aferrado a tu cuerpo como un náufrago.

 

 

Así me quiero siempre, para siempre

a tu espalda ceñido o a tu pecho,

ceñido y confundidos para siempre.

Andres Osorio
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