El estilo en LA VOZ DEL ORGULLO,  de Momata (1).

IN MEMÓRIAM.
Por Ahmed Oubali-
(Publicado en Abril 1994).
NOTA.
Por «discurso» se entiende la actualización de un conjunto de procedimientos lingüísticos por un locutor para alterar la actitud del oyente en un proceso de interlocución donde, en poesía, la lengua adquiere sentidos sobredeterminados gracias a ciertas figuras de estilo que el locutor utiliza intencionadamente.
Poner a descubierto dichos procedimientos de actualización es el propósito de este artículo. Una de las lecturas eficaces para lograrlo es la de interrogar el enunciado e interpretar la enunciación del poema.
Presentación global.
1- El título está compuesto de dos substantivos unidos por la preposición partitiva y determinados ambos por dos artículos definidos que especifican y particularizan su naturaleza. La deriva metafórica engendra tres figuras de estilo: una sinécdoque, por ser la “voz” la parte de un todo; una sinestesia, por dotar al orgullo de una facultad acústica y una prosopopeya, por personificarlo e individualizarlo. El título tiene como función la de enganchar al lector y sirve de aperitivo o de entrada al tema principal que representa o resume: el orgullo decide expresar su indignación y su dolor.
2- Una rápida lectura muestra que tanto la disposición de la estrofa como la respiración de las rimas (que cito en prosa, para simplificar) sufren aparentemente un gran desorden, como sí por alguna razón fueran sacudidas intencionadamente. Las secuencias enteras parecen en efecto  torturadas. Diría que el contenido dilata la forma y ésta encorva a aquélla para traducir fiel y musicalmente la experiencia dolorosa del poeta.
Pese a esto, la estructura métrica y el proceso semántico logran mantener un equilibrio estrófico coherente.
La estructura del poema es piramidal, es decir, se puede indistintamente leer desde la cúspide o desde la base porque la palabra “camino” y el verbo “caminar” atraviesan todo el poema, es su hilo conductor su columna vertebral:
(…) andar sosegado… Caminé siempre a ciegas (…)
Fui haciendo camino entre perfumes y brisas (…)
Seguí solo el camino, (…)
Pretendí cruzar solo el camino (…)
Ya flotando en jirones sobre el río que al mar camina (…)
La isotopía que da sentido y coherencia al poema es pues explícita: el “caminar por la vida” es una metáfora que representa el recorrido vital del poeta, su quehacer existencial, su obsesión, su amarga experiencia.
La forma del poema.
Es una elegía con narración autobiográfica según lo muestran los deícticos, en particular el pronombre personal “Yo”. Aparentemente aparece una distancia entre el enunciado (los versos) y la enunciación (lugar desde donde se habla) debido:
– a la presencia del pretérito indefinido (7, 10 en el poema entero) que Benveniste llama «l’aoriste» por ser el tiempo de la diégesis:
/caminé siempre a ciegas entre efluvios de la vida,
quemé muchas horas para poner al dolor freno.
Rendido a mi fortuna, maldije mi estrella,
caducó mi valentía (…) pretendí cruzar solo el camino.
Inútil fue el empeño/
– y a los tiempos de la enunciación (presente de indicativo, tiempo verdadero del poema, tiempo axial, pretérito perfecto y el pluscuamperfecto).
(…) hasta que un día, todo había terminado.
(…) a mis audaces sueños la verja se ha cerrado.
(…) quiero gritar y no puedo,
cuando la voz del orgullo muda se ha quedado.
La percepción del tiempo-espacio en el poema se organiza en torno al poeta que gime y se queja, encorvando todo lo narrado a la voz del «yo» poético, manifiesta en cada estrofa. Es la voz del orgullo que se rebela.  No se trata de una acusación (el poeta no denigra ni condena) sino de una revelación, una amarga confesión: la vida es traidora, nos maltrata de mil formas, nos obsequia con regalos que a menudo resultan ser envenenados.  Abre la caja de Pandora.
Este extracto del corpus (que califico de programa narrativo) ilustra cómo se abre esa caja:
Errante como el viento, perdido en la sombra,
fui haciendo camino entre perfumes y brisas,
hasta que un día, cual horrenda pesadilla, todo había terminado.
(…) a mis audaces sueños de limpios horizontes, la verja se ha cerrado.
Con ojos llenos de llantos (…), pretendí cruzar solo el camino.
Ya flotando en jirones (…) y el mundo indiferente a mi adversa suerte,
quiero gritar y no puedo, cuando la voz del orgullo muda se ha quedado.
Inútil fue el empeño.
Después de tanto luchar y batallar por alcanzar los ideales de la vida, vemos cómo el poeta se rinde a la evidencia: fue todo inútil, un fracaso, porque la vida es una gran traidora.
En semiótica, se puede transcribir esta narración en recorridos figurativos que simplifico luego en dos enunciados:
Representación praxeológica del programa narrativo.
            (S U O)   →      (S ∩ O)
–    F-H [(S ∩ O)    →     (S U O)]
En el primer enunciado, S es sujeto de estado (el poeta), es decir, no sufre ninguna transformación: solo quiere y debe ser feliz. Las modalidades que intervienen a este nivel son constativas, afectivas, subjetivas y asertivas. Se dice que califican este estado.
En el segundo enunciado, en cambio, F (vida, destino= el oponente) representa la fuerza manipuladora que realiza la transformación del hacer (H →) de S (aquí, sujeto de hacer) en relación con 0  (objeto valorado, la felicidad).
Para simplificar, diré que aquí S pasa de un estado inicial deseado e idealizado (S ∩ O) -donde Λ simboliza una conjunción- a un estado impuesto y frustrado (S U O)  -donde V simboliza una disyunción, un fracaso. Las modalidades aquí son objetivas, axiológicas y evaluativas. El fracaso se justifica por la falta de un saber-hacer y de un poder-hacer.
Retomando todo el poema, se desprenden dos isotopías fundamentales que por comodidad he calificado de eufórica y disfórica.
La disforia (del griego: difícil de llevar) se caracteriza generalmente como una emoción desagradable como la tristeza (estado de ánimo depresivo), ansiedad, irritabilidad o inquietud. Es el opuesto etimológico de la euforia.
Isotopía eufórica
          Contenido del poema:
Estado de ánimo del poeta
Isotopía disfórica
Estado eufórico: Sosiego, deseo, gozo, dicha, sensualidad, etc.
Versos:  1-4, 13, 22-24, 27, 29-31,
(14 ocurrencias)
             
Estado disfórico: Inquietud, abulia, aflicción, melancolía,
mortificación, etc.
Versos: 7, 6, 9-12, 14, 17, 19-21, 25, 32-53     (38 ocurrencias)
A primera vista se ve claramente que la disyunción que engendra el dolor y la queja en el poema es superior a la conjunción.
Los actos de lenguaje son pues ilocutorios y perlocutorios ya que ambas isotopías desarrollan un campo semántico dual cuyos semas nucleares vehiculan metafóricamente dos sememas antagónicos fundamentales:
/Gozo versus frustración
O
Serenidad versus desesperación/:
O
Vida/Eros
(Instinto vital, salud y exuberancia)
Versus
Muerte/Tánatos
(Dolor, desengaño, odio, otoño)
Así, el poeta, que estaba en un estado inicial eufórico (S  ∩ O), pasa a un estado disfórico (S U O),  tras engañado por la vida.
Volviendo al programa narrativo, vemos cómo principio Eros muestra su disposición a luchar. Interviene Tánatos, mostrando su superioridad. Eros resiste y persevera pero fracasa lamentablemente ante la inexorable crueldad de Tánatos.
Queda ahora por saber cómo narra el poema esta desilusión ante la vida.
Estructura sintáctica.
Los procedimientos lingüísticos de actualización representan un universo inmediato ontológico que el poeta describe con objetividad pero connotativa al utilizar artículos definidos y también indefinidos y al instituir su experiencia individual en el flujo tiempo-espacio social y colectivo. E1 valor temporal (la conjugación del verbo) se marca de forma decisiva al fundirse el «yo» de la enunciación (lo ocurrido) con el «yo» de la narración (lo contado): pasado y futuro se desvanecen y dejan espacio a un tiempo axial, el instante donde se escribe, un instante eterno.
El presente de indicativo tiene la función de indicar una acción realizándose pero en el poema aparece bajo tres aspectos que, sin duda, el poeta quiere resaltar:
– Iterativo (la repetición de las palabras);
– Durativo (dolor y frustración del poema);
– Inconclusivo (no hay fin al poema).
De allí la permanencia yusiva (del yo) en el sufrimiento causada por la contracción del tiempo-espacio y traducida por la estructura frástica fragmentada, como cuando se quiebra el sentimiento por el dolor.
La estructura métrica lo muestra también: ninguna estrofa empieza según el modelo canónico:
/sujeto+verbo+complemento/.
El verbo es relegado intencionadamente en un lugar que no es suyo. También el sujeto resbala y es postpuesto, haciendo que por un momento se ausente la acción y su autoría.  En cambio, el orden sugerido es:
/adjetivo+conjunción+substantivo
+complemento+preposición+verbo/
Infiero que Tánatos contamina y envenena hasta las palabras del poema al invertir el orden sintag¬mático (metáfora aceptable); pero en realidad, muestra que el poeta nos presenta un estilo sostenido, expresionista y cargado de asocia¬ciones psíquicas.
Por ser el estudio muy técnico, solo analizaré la primera estrofa.
Las figuras de Momata. La impresión de tortura sintáctica provocada por la profusión y la inversión de las palabras es debido a las figuras de estilo que rigen en el poema. Tradicionalmente sirven de adorno y tienen como función la de ornamentar el aspecto métrico. Pero aquí, siendo el poema una elegía y debido al lirismo e intimidad que caracterizan este género, las figuras son básicamente afectivas y se inscriben en un conjunto de factura becqueriana con tintes expresionistas.
Lleno (1) de la esperanza que sostiene y guía (4),
con ansia infinita (5)  y andar (2) sosegado (6),
caminé (3) siempre (5)  a ciegas entre efluvios de la vida,
por los cabellos arrastrado.
Vemos que predomina la metáfora (1) hilada adjetival (que describe y califica estados abstractos y profusos), pero el pronombre personal inscrito en verbo (3) tiende a desambiguar la dispersión semántica, permitiendo así identificar al comparado. Este verbo emblemático (3) asocia precisamente la vida a la emoción o actitud del poeta ante su labor existencial,  modalizada por la presencia de una prosopopeya (4) -atribución de cualidades humanas–, de una hipérbole (5)  –aumento y exageración de lo que se habla–y de una sinestesia (6)  –mezcla de sensaciones de sentidos distintos–.
Esta imbricación de figuras engendra dos metáforas, una verbal y otra adjetival. Brota entonces seguidamente un oxímoron  /ansia # sosiego /,  donde la segunda conjunción / y / abandona su papel de unir y enumerar para comportarse como disyunción.
El lexema verbal (3) es más bien un eufemismo metaforizado que engendra semas como /luché/,  /Franqueé obstáculos/,  /viví difícilmente/,  /me devané los sesos/.
Aquí el verbo funciona como una epanalepsis  (consiste en repetir una palabra o un grupo de palabras con el fin de dar más fuerza a la expresión) porque tiene varias recurrencias en todo el poema, haciendo que brote aquí la isotopía de un poeta errante, desarraigado, bohemio, además de ser duramente engañado por la vida.
El adverbio de tiempo /siempre/, funciona como un deíctico porque remite metonímicamente al “yo” del poeta.  Esta anaforización verbal expone con maestría otro ciclo de modalizacíon metaforizante:
Aquí, /efluvios de la vida/ significa /avatares y adversidades/ y /por los cabellos arrastrado/ equivale a /forzosamente y sin voluntad propia/, metáfora que traduce un esfuerzo inhumano frente a un destino inexorable.
E1 orden frástico obedece a la presencia de un hipérbaton –alteración en el orden lógico de la oración- que sitúa todo un proceso catafórico antes del verbo /caminé/ y expulsa el adjetivo /arrastrado/ después de  /cabellos/.
Por otra parte, la tensión sensorial de las rimas se debe a la inversión perifrástica (o circunloquio) que sin duda alguna logra el efecto de sorpresa al relegar el adjetivo al final.
La hipálage  –equivalencia entre verbo y sustantivo–  y la sinestesia en:
/andar sosegado/+/la esperanza que guía/
choca con
/caminé a ciegas/ + /arrastrado/,
crea así una antítesis u oxímoron:
/que guía//A ciegas/
La metalepsis –que alterna la metonimia y la sinécdoque–,  asociada con el símil,  nos da el negativo de  la estrofa que es:
/Mi lucha por ser feliz  fue vana/,
creando así un matiz romántico y barroco que evoca sensaciones de profundo pesimismo.
En cuanto a la parataxis, es aquí a la vez asindetónica (rehúye la repetición, ver otras estrofas) y polisindetónica (la coordinación /y/ es repetida dos veces, aunque la segunda es disyuntiva).
Así, las figuras de estilo de la primera estrofa organizan los signos lingüísticos, que gracias a ellas ensalzan el sentido del poema, engendran coherencia y cohesión y componen el cuadro de un paisaje real donde palpita una consciencia dolorosa, una vivencia y donde son ex nihílo creado uno actante demasiado humano, que aunque quiere y debe, no puede o no sabe ser feliz:
Querer-hacer/Deber-hace
Versus
No saber-hacer/No poder-hacer
La estrofa es representativa de todo el poema y nos da un sentido global.
Aunque recuerda la estructura de una elegía convencional, la primera estrofa es de un estilo muy elevado debido a la presencia anormal de las figuras de estilo que Momata expone con ingeniosidad.
La intención del poeta es, en primer lugar, generalizar, implicando al lector que toma por informado o que cree que comparte su experiencia; y en segundo, enumerar, ensanchar y desvelar el cuadro de su experiencia vital. Ambos procedimientos generan la elipsis y el derrame anafórico descrito.
Mímesis.
Mímesis es un concepto estético. A partir de Aristóteles se denomina así a la imitación de la realidad como fin esencial del arte.
EL tema del poema (que se extiende desde la primera estrofa hasta la última), donde el narrador confiesa su amarga experiencia (no hay que confundir autor, poeta, narrador y personaje), constituye por sí solo un relato, pese a su forma poetizada y elegiaca.
Analizando los torturas del «yo», omnipresente en cada verso, las imágenes de dolor se reconstruyen de por sí solas. Son emociones introvertidas e indefinidas, pero bastante agudas para formar un recorrido existencial de un ser que ha amado, sufrido y que, tras haber sido engañado por la vida, decide escribir su autobiografía, sin mostrar recelo ni odio.
E1 retruécano de la última estrofa lo resume cruelmente si invertimos el verso:
/Quiero gritar y no puedo
Versus
Puedo gritar y no quiero/
Cada verso del poema deja brotar explícitamente  rasgos descriptivos de la amarga experiencia del narrador, mediante la profusión de adjetivos, la transcripción de los deícticos y la pareja tiempo-espacio, que logran plasmar ese estado morboso que la vida ha infligido al poeta: el tiempo cronológico desvela un carácter voluptuoso y persistente del poeta, por querer alcanzar metas inaccesibles. El tiempo psíquico se impone ante el tiempo real: ¿Quién hace que las ambiciones del poeta se revelen al final vanas y utópicas?  ¿En qué consisten éstas?
Es un recorrido existencial pesimista, pero hay muchos indicios en el poema que muestran que el tema amoroso, aunque alusivo, es predominante:
/Fui haciendo camino entre
perfumes y brisas,
entre el amor y el miedo/
El placer, como se sabe, va unido al dolor, y por eso, tras analizar el poema, he destacado dos isotopías, de las que hablé ya (Eros/Tánatos y Euforia/Disforia) y que en este apartado (mímesis) redefino, partiendo de Freud,  como:
/Principio de placer
Versus
Principio de realidad/
Donde el último regula y controla al primero, para evitar la degradación y la obsolescencia del “yo”.
Podemos observar en el poema (que es un relato condensado) una lucha cruel entre estos dos principios:
– empeño en la lucha por acceder al placer: Idiosincrasia, vida de bohemio, literatura, amor y sexo, amistad, ocio, viajes, salud física y mental.
– y frustración en querer contrariar la adversidad: fracasos en la vida cotidiana, desamparo, incomprensión, restricciones, destino morboso, enfermedad, pesimismo.
El principio de realidad frustra los deseos del poeta a tres niveles:
-Viajes: estancias en tierras remotas infructuosas;
-Profesión: compromisos sociopolíticos y profesionales sin homenaje;
-Intimidad: amores contrariados e incomprensión generalizada.
El recorrido narrativo es pues el de la trayectoria de un individuo rebelde e hipersensible al principio, pero que, a medida que va sufriendo frustraciones, se rinde ante el principio de realidad:
/Quiero gritar y no puedo,
cuando la voz del orgullo muda se ha quedado (…).
Inútil fue el empeño/.
Ahora bien, al querer quejarse con delicadeza, el narrador quiere transmitirnos en definitiva actos creativos de pura estética:
– En literatura, amor y odio y muerte son cosas inherentes al hombre; generan y reactivan el drama de la vida y concluyen tras ser vencidos por la muerte.
– En filosofía, el arte  (aquí la escritura) plasma ese drama de la vida, lo inmortaliza y eterniza. E1 acto poético es por esencia perenne y transcendental.
Tánatos vence al individuo, pero el artista toma su revancha y permite a Eros salir victorioso.
Esta visión es explicita en la última estrofa, donde el narrador-poeta, en vez de optar por un acto letal, recurre a la solución estoica y metafísica,  la del poeta¬ filósofo A. de Musset, consagrando así una verdad eterna:
/Quien no ha sufrido y ha perdonado,
no es digno de ser poeta/
Como se ha dicho anteriormente, la personalidad dual del autor (arquitecto y poeta por antonomasia) deja su sello en el poema, ello se plasma en el temperamento racional e irracional del narrador: realista (se lo impone el principio de realidad) e impresionista (se lo impone el ansia de ver sus deseos satisfechos). El autor es un Don Quijote, por ser capaz de discurrir horas y horas sobre un tema fríamente elaborado por él y por dar rienda suelta a un discurso literario, erótico o metafísico, sin mostrar señas de indiferencia. Este temperamento se proyecta ineluctablemente en su obra poética: su formación de arquitecto le impone apremio teórico y metodológico al transcribir sentimientos y sensaciones, dando como resultado una autocritica permanente y lúcida de su quehacer poético; su labor de poeta quebranta esa metodología, viola la lengua para presentar u poema donde brota desnuda la materia prima, la de las emociones y pasiones. De allí que lo superficial y accidental de la métrica desaparece como por arte de magia, para dejar lugar a lo sobrecogedor, logrando así traducir las tensiones psíquicas que acometen al narrador. Los recursos retóricos e idiomáticos están presentes, pero solo sirven de cuadro y soporte al drama humano, al teatro de la vida, el nuestro, verdadero leitmotiv de la poesía de Momata.
CONCLUSION.
Momata, más que innova, imprime a su texto un estilo inconfun¬dible, porque, en vez de describir brutalmente los hechos en su mediocre realidad, los interpreta para presentárnoslos en su verdadera desnuda. Por eso es sobrio en argumentos y generoso en anécdotas. Admirable en su narración, domina con maestría y flexibilidad su tarea de poeta.
Sin duda alguna, obran en su Momata motivos que hacen creer que el escritor es un innato poeta, provisto de unas excepcionales facultades que logran traducir el acto poético más enigmático y problemático, el de la elegía.  En ésta predomina la sagacidad que es agudeza por intuición, vivacidad de espíritu que es perspicacia pura en captar la esencia de la poesía como acto primordial e inaugural.
Perseverante y austero poeta, para quien el arte nunca fue mera recreación o medio de ganarse la vida, sino una necesidad vital, una prioritaria a la que antepone las demás, subordinándolas a ella.
Queda mucho por decir sobre este fabuloso poeta. Pero basta con leer sus dos voluminosos poemarios para comprender que él es, sin duda alguna, el primer poeta hispanófono marroquí, por ser profundo y exhaustivo, y pronto, tras otras publicaciones, uno de entre los mejores de su tiempo.
(1) Mohamed Mamoun Taha: “Momata”, autor, entre otros libros, de Lágrimas de una pluma (Tánger, 1993) y de Susurros (Casablanca, 1995).
Por Ahmed Oubali
(Publicado en Abril 1994).
Ahmed Oubali
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