LA CARTA
- publicado el 22/07/2009
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¡Haz qué se callen! 3º
Abrió los ojos al momento, o eso creía Daniel. Un humo espeso emanaba del capó accidentado de su Seat Ibiza blanco. El «paranoico» que provocó el choque corría en círculos gritando. Alberto había vomitado en el asiento trasero y se encontraba aturdido por el golpe.
-Roberto, ¿Estas bien chaval?
-Me llamo Alberto… -corrigió recuperando la compostura.
El crío se encontraba inerte junto a la ventanilla quebrada por el impacto. El joven recogió al niño y le tomó el pulso. Mientras tanto el hombre que no dejaba de llorar, se estiraba de los pelos hasta arrancárselos.
-Sólo está inconsciente.
-Le sangra la cabeza, límpiasela -aconsejó Daniel.
-Mierda -el impacto contra la ventanilla había provocado una herida en la frente que sangraba moderadamente -¿Tienes pañuelos por aquí?
-No.
-¡Joder! Todo el mundo tiene pañuelos en el coche.
-Bueno pues yo no ¿Algún problema?
-¡Se me va a desangrar el crío!
-¡Ala, venga! Coge su camiseta y tapónale la herida no sea que se le salgan las tripas por ahí.
El hombre «paranoico» comenzó a golpearse la cabeza sobre el asfalto. Nadie caminaba por la calle, tan sólo pasaba de vez en cuando algún vehículo que evitaba como podía al loco. Pronto provocaría otro desastre. Nadie, pese al accidente o al sujeto en plena histeria, bajó a auxiliar a nadie. A lo lejos se escuchaban más accidentes acompañados de gritos y llantos.
Alberto salió del vehículo a plena luz del día esquivando su propio vomito. Cuando ya estuvo fuera dejó al niño inconsciente recostado en el asiento del copiloto apoyando su cabeza por el lado que no sangraba. Daniel haciendo caso omiso de los llantos y golpes del «paranoico», que trataba de abrirse la cabeza contra el asfalto, observó el accidente desde fuera y como había aquedado su coche. El capó había adoptado la forma del poste de publicidad, mientras que el parabrisas había quedad hecho añicos por el golpe. El airbag no saltó, «menuda mierda de coche» pensó Daniel.
-¿Qué piensas hacer? -preguntó Alberto.
-Llamar a la policía -respondió sin tenerlas todas consigo -. ¿Y tú con el crío?
-No sé…
Ambos no pensaban en el futuro, simplemente actuaban. Por otro lado, no entendían bien lo que estaba sucediendo. Lo que quiera que afecte a las mentes de los «paranoicos» no les afectaba a ellos.
Daniel sacó su teléfono móvil y, tras dudar un segundo, marcó el número de su mujer. Mientras esperaba una respuesta se quedó observando al «paranoico» que detuvo sus continuas arremetidas contra asfalto y se dedicó a arañarse por completo la cara. El hombre se había arrancado casi todo el cabello de la cabeza y tenía un enorme morado en la frente de color negro debido a la suciedad de la carretera. Vestía bien, traje y corbata. Tenía pinta de ser un empresario, comercial o por el estilo. Daniel supuso que cuando aquel hombre se vistió por la mañana, con su elegante traje, no pensó que terminaría de esa manera, llorando como un bebé en mitad de la carretera.
Mientras el teléfono daba tono, Daniel pensó en su mujer. Se la imaginó en mitad de cualquier carretera golpeando su cabeza contra el asfalto, o quizás rompiendo un escaparate para abrirse la sesera con los trozos de cristal, mientras lloraba y gritaba «¡Haz qué se callen!». El miedo comenzó a invadirle.
Quitando el efecto de paranoia colectiva, la vida seguía su curso normal. El cielo era azul, los pájaros seguían piando, la temperatura era de veinte grados a la sombra y la tierra seguía dando vueltas alrededor del sol. A lo lejos, calle arriba, alguien saltaba de la terraza de un edificio, la gente corría entre lloros a varias manzanas al sur y los accidentes eran esporádicos por toda la ciudad. En cambio, en el cruce donde tuvo lugar el accidente, sólo se encontraban ellos más el «paranoico».
-No lo coge -informó Daniel.
Alberto limpiaba la sangre de la cara del niño con la funda de reposacabezas del asiento del conductor. El gesto no le sentó muy bien a Daniel, pero ya no le importaba. Tenía que encontrarse con su mujer.
-Yo no tengo cobertura -añadió Alberto.
-¿Queda muy lejos tu casa?
-En la calle Apolo, cerca de la costa -señaló con el dedo un punto en la ciudad.
-Yo vivo más cerca, a cuatro manzanas, en Caballero de Rodas -dijo Daniel -. Voy a llamar desde el fijo de casa.
El «paranoico» cortó la conversación de golpe de una forma inesperada. Entre lloros el hombre empezó a tener arcadas. Ambos se giraron para ver a tiempo lo que iba a suceder. Un sonido extraño salió del interior del tipo, como si una reacción química de gases se produjese en su interior. De pronto el «paranoico» profirió un tremendo eructo. Volvieron las arcadas acompañadas de un líquido marrón oscuro. Tras esto el hombre pareció tranquilizarse unos segundos en los que hizo el amago de volver al llanto, pero fue interrumpido por nuevas arcadas en las que el «paranoico» vomitó una gran cantidad de sangre. Tras aquello, el tipo se desplomó en el suelo.
Daniel se acercó lentamente al tipo inerte.
-¿A dónde vas?
-Ha vomitado algo metálico junto a la sangre -contestó Daniel con seguridad.
Por un segundo, entre la sangre, estuvo seguro de ver un brillo metálico. Amortiguado por el líquido, el cuerpo metálico no hizo el característico ruido al impactar contra el asfalto.
Alberto sentía miedo de aquel «paranoico» y tenía un mal presentimiento de aquello. Mientras tanto sujetaba a el niño inconsciente entre sus brazos.
Daniel pudo observar al tipo de lado sobre el asfalto. Tenía la boca abierta. Junto al cuerpo había una gran charco de sangre que desprendía un ligero olor a heces. Con la mirada encontró lo que andaba buscando. A simple vista parecía una canica de gran tamaño hecha de plata. Cuando fue a recogerla el «paranoico» se movió. Daniel cayó de espaldas con un grito de sorpresa. El hombre se puso en pie con toda normalidad y se quedó mirando a Daniel con un tono inexpresivo. Entre los brazos de Alberto el niño comenzó a sufrir arcadas.
Víctor Manuel Sala.
- ¡Haz qué se callen! 5º - 25/06/2009
- ¡Haz qué se callen! 4º - 19/06/2009
- ¡Haz qué se callen! 3º - 17/06/2009
Y mira que no me gustan las historias de terror… ¡pero no puedo parar de leer! El suspense que creas es muy intenso… O.O
Gracias Zil.
jooooder ahora sí k se pone muy interesante
Es que me SÍ me gustan las historias de terror cuando combinan elementos de ciencia-ficción (me gustan las pelis de Alien o Resident Evil, por ejemplo).
vms8, he leído los tres escritos de tu relato, y pues, qué te digo; está muy bueno.Engancha desde el comienzo.
Felicitaciones y esperaré lo que viene 🙂
salu2