… y así me convertí en operador de cámara

Cuando conoció el nombre del dirección de producción le entró un ataque de risa.¿Que clase de padres llamarían a su hijo Zeferino? ¿Es que acaso no lo querían o qué?.
– Tu nombre tampoco es el más corriente del mundo – le recordó Nayra.
Sylma soltó una débil risita:
– Pero no es tan… ¿Cursi?.
Sylma se preguntaba si había elegido el «apelativo» adecuado para referirse al tal Zeferino. Suspiró y echó una mirada al rededor. Habían sido las primeras en hacer acto de presencia en el aula donde se reunirían minutos después los alumnos de Producción y sus compañeros. Sylma, su amiga, estaba en otro grupo pero como a ella la habían elegido para ser operadora de cámara… pero no estaba tan molesta como ella por asistir a una reunión a la que solo deberían ir los directores y los ayudantes de realización y producción:
– Hasta que no empecemos a rodar, cualquier miembro del grupo desempeña una misma función – le había dicho Sylma cuando le manifestó su malestar – Así que no te queda otro remedio que aguantarte y estar en estas aburridas reuniones.
Aburrida no era la palabra exacta para Nayra. Era desquiciante.

Esa misma mañana, Mery, la profesora de Representaciones Escénicas y tutora de los chicos de Producción, les había explicado el papel que desempeñaba cada técnico de Realización y desde el primer momento, Nayra tuvo claro que no quería ser directora y mucho menos operador de cámara porque odiaba la palabra «dependencia».
– Yo no quiero ser directora – dijo antes de que Quino, Dani e Isabel abrieran la boca.
– Yo tampoco quiero ser director – asintió Dani, un chico de pelo color arenoso y con una larga rasta cuya longitud descansaba en su espalda y terminaba en la cintura – Y tampoco quiero ser operador… no me va eso de meterle prisa a nadie y menos a los de Imagen ¿No se han enterado de lo último?
– ¿Qué pasó? – preguntó con curiosidad Isabel, una joven morena con ojos oscuros. Nayra no recordaba haberla visto sin su eterno moño a la altura de la coronilla.
Quino y Dani se intercambiaron una mirada escéptica.
– Ayer estábamos en el aula de Multimedia con Pedro y oímos como Elena regañaba a los de iluminación. – dijo Quino -«Como no terminen las lámparas antes de que toque la campana, les suspendo la evaluación».
Nayra e Isabel no pudieron evitar soltar una risita:
– Si vamos a depender de ellos la llevamos clara – dijo Dani acariciando su rasta como si se tratara de un encantador de serpientes – ¿Vamos a elegir a los técnicos ya?
– Yo creo que es mejor – opinó Nayra ladeando la cabeza.
– Yo tampoco quiero ser director – dijo Quino, un muchacho rubio y de grandes ojos azules, cuya piel blanquecina no detonaba muestras de ser español – Me conformaría con cualquier cosa.
Nayra dudaba de ello.
– Pues yo quiero ser directora – aventuró Isabel con una amplia sonrisa – Me gustaría dirigir este primer corto.
Hubo un breve silencio, cargado de sorpresa y hostilidad que fue roto por el propio Quino; el que cargaba con la hostilidad:
– Yo también quiero ser director.
Dani e Isabel intercambiaron una mirada cargada de resignación. Se aventuraba otra innumerable discusión por parte de sus compañeros. Pero antes de saltar, Isabel contuvo la rabia que empezaba a emanar.
– ¿No eras tú el que decía que se conformaba con cualquier función? – acertó a preguntar la chica, casi sin voz. Nayra sabía que se estaba ahogando en su propio enfado.
El chico sonrió con arrogancia.
– ¿Sabes que la gente puede cambiar de idea en segundos?
– La gente como tú – dijo ella con la misma arrogante sonrisa – Lo haces para joder ¿Verdad?
– Que va – respondió el muchacho con descarado sarcasmo.
– Ay… – suspiró Dani.
¿De qué valía discutir?, se preguntó Nayra, temiendo que se avecinara una discusión entre esos dos. Desde el comienzo de curso los cuatro se habían hecho inseparables, pero a la hora de trabajar la inexplicable hostilidad que sentía Quino hacía Isabel los contagiaba a ellos provocando que una barrera, que en cada proyecto, se hacía más inquebrantable. Dani y ella eran muy pacíficos, pero sabía que para él, antes que Isabel, estaba Quino, su mejor amigo desde la secundaria. Pero a diferencia de su compañero del chico de la rasta, Nayra intentaba disolver las disputas del grupo:
– Por favor, no discutan – se preguntaba cuantas veces había repetido aquellas mismas palabras – ¿No podemos votarlo?
Quino le dirigió una mirada de suficiencia. Nunca habían discutido pero sabía lo que pensaba de ella:
– ¿Para qué? Dani me eligiría a mí y tu a Nayra. – Quino tenía razón y eso era lo que más le molestaba.
– Entonces lo podemos sortear – propuso Dani, a quien Nayra le agradeció su intervención – Yo también estoy hartito de sus peleas ¿Saben?
Así que se decidió a suerte. En la aburrida clase de Física, Nayra escribió los nombres de los cuatro para doblarlos de manera rebuscada, meterlos en su estuche y que cada uno eligiera uno.
Quino lo había conseguido, iba a ser el director, aquel que se encargaba de dirigir a los actores y el que tenía la última palabra.
Isabel sería la ayudante de dirección, la que organizaría a la gente de iluminación, a los chicos de sonido y la que se tragaría todas las disputas de los tres grupos.
Dani sería el ayudante de cámara, el que cargaría con el equipamiento y con la continuidad entre planos.
Y ella, finalmente, sería el operador de cámara, la que dirigiría a los chicos de imagen, enfocaría y pulsaría el play.

Vale, había conseguido evitar una ola de tensión en el grupo, pero había conseguido el puesto y la función que más detestaba.

4 Comentarios

  1. Lascivo dice:

    oyes, deberías ponerle un género. No tires tus propios relatos a la basura

  2. Anónimo dice:

    Puede, pero no se muy bien como clasificar estos relatos.

  3. Lascivo dice:

    Siempre te queda la opción «inclasificables»

  4. yogursinsabor dice:

    tienes razón:)

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