03:00 A.M.
- publicado el 18/11/2013
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Muerte en la Nieve
El cuerpo yacía entre la blanca nieve. Ésta, inconsistente, casi toda polvo, cubría el extenso campo de punta a punta. Apenas unas huellas, el muerto, y una zona cercana a él donde, extrañamente, no quedaba casi nieve, desfiguraban una estampa perfecta. Sin embargo, el cadáver apenas tenía restos de nieve, salvo en las manos, las rodillas, los pies… y la boca. Aunque en ella era más bien un rastro escaso de pequeños pedacitos de hielo semiderretido.
Era un hombre alto, de constitución delgada. Estaba bocarriba. Le abrí el abrigo, pesado y oscuro. También le desabroché la camisa. Su cuerpo estaba muy frío, aunque no tanto como el ambiente, por lo que deduje que no llevaba mucho tiempo muerto. Su torso, sin embargo, estaba azul, y el vientre estaba curiosamente hinchado, dando un aspecto absurdo, casi abstracto, a un cuerpo tan delgado.
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Afuera seguía nevando. Con fuerza.
—¡Nieva! —dijo la pequeña a su padre, que seguía mirando la televisión, absorto—. ¡Mira papá!
El padre, apenas inmutándose, soltó un leve murmullo, más parecido a un mugido, apenas audible.
Desde la cocina, una mujer, morena, alta, envuelta en un delantal, observaba la escena, inexpresiva.
—Cariño, la niña te está hablando…
La diminuta chiquilla seguía mirando a su padre, y éste al televisor. Él gruñó, de mala gana:
—Hija, mañana jugaremos, ahora es de noche… Y es muy tarde, deberías estar acostada ya.
—Pero papá, yo quiero jugar ahora, jo… —se quejó la pequeña mientras tiraba de la manga de la camisa de su padre, quien desvió la mirada de la televisión hacia su hija, con cierto enfado.
—¡He dicho que no! Y ponte el pijama. ¿Has cenado ya? Pues a dormir.
La madre, que seguía en la cocina, y oyendo la frustración de su hija, acudió a ella, la cogió en brazos y la llevó a su cuarto.
—Cariño, es hora de dormir. Mañana podrás jugar con papi, ¿vale?
—Sí, mami… —susurró la niña, enfurruñada.
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Había leído con mucha cautela el informe preliminar que el forense había dejado en mi mesa unas horas antes. Seguía sin entender nada. Según los médicos, la muerte se había producido por congelación, y no había marcas de violencia de ningún tipo. Sin embargo, encontramos el cadáver perfectamente abrigado. Había, curiosamente, algo que me llamó la atención. El estómago estaba lleno a rebosar de líquido. Estaba siendo analizado en esos instantes.
El testimonio de la mujer y la hija era tan superfluo como el primer informe del forense. Tendría que esperar a un informe más detallado para averiguar qué coño le paso a este pobre diablo. Eso significaba esperar a mañana; una noche y varios cigarrillos después.
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El hombre se levantó pronto. Era normal que madrugara, cosas del reloj biológico, pensaba él. Su mujer se despertó también, pese a que había intentado ser sigiloso.
—Cariño —murmulló la legañosa mujer, sin apenas abrir los ojos—, ¿adónde vas?
—Voy a hacer un muñeco de nieve, amor. Cuando la peque se levante y lo vea, le va a encantar —respondió el marido con bastante ilusión en su tono.
—Mmm… —asintió la mujer, y volvió a dormir.
El hombre se vistió y abrigó, y salió a la calle, donde ya había dejado de nevar, mas una capa bastante espesa de nieve cubría aceras, carreteras y el cercano campo, hacia donde se dirigió.
Ya en el campo, caminó hacia un grande y nevado claro, se agachó y empezó a juntar un pequeño montón de nieve. Pronto descubrió que era demasiado poco compacta, y que se deshacía en cuanto intentaba amasarla con sus enguantadas manos.
Esta nieve es todo polvo, con esto no voy a hacer un muñeco en la vida, pensó, y se sentó sobre el blanco lecho. Miró al cielo y luego hacia sus pies. La nieve tenía un brillo espectacular, y aunque había salido el Sol, era lo suficientemente temprano como para que no hubiera un alma por los alrededores. Siguió mirando la blancura del manto, y dirigió una de sus manos hacia él. Cogió torpemente, usando la mano a modo de cuenco, un poco de nieve, y se la acercó a la boca. La engulló.
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El día no amanecía especialmente luminoso para mí. Después de cinco cafés, medio paquete de cigarrillos y una bronca de mi jefe, me llegó el esperado segundo informe del forense. Maldición, los resultados no me los habría esperado nunca. El líquido del estómago era en casi toda su totalidad agua, y el propio estómago y algunos otros órganos presentaban lesiones causadas por congelación… interna, lo que causó una hipotermia que fulminó al tipo. ¿Congelación interna? ¿Significaba eso que el desgraciado había estado tragando nieve? No tenía sentido. Aunque el informe era claro. Pero quedaba por saber una maldita cosa: ¿por qué?
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Engullía montón a montón de nieve, y no podía parar. Cogía apresurado y nervioso tanta nieve como le cabía en las manos y se la llevaba directamente a la boca. Tragaba sin contemplaciones. Apenas sentía la lengua, y la garganta le dolía con cada trago como si le pasaran miles de agujas a través de ella, pero no podía parar. ¿Por qué?, pensó mientras seguía con su ardua labor. Y en su frente se formaron pequeñas gotas de sudor.
Sus brazos, ya cansados, apenas le respondían, y cayó al césped (pues a su inmediato alrededor no quedaba casi nieve) como un tronco. Con los ojos llorosos, y la frente ya empapada de sudor, sin movilidad ni en brazos ni en piernas, reptó hasta el borde de su verde y pequeño claro, hacia donde había más nieve, y siguió comiéndola, a grandes bocados, estirando el cuello todo lo que podía.
Gimiendo y gritando comió toda la nieve que pudo, hasta que, finalmente, cuando su cuerpo apenas tenía energía, en un esfuerzo descomunal, agitando de costado a costado su cuerpo se dio la vuelta, miró al cielo, y se preguntó: ¿por qué?
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Yizeh. 11 de enero de 2010
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UY, que siniestro.
Predecible lo del agua, desde mi punto de vista, pero enganchante.
El porque realmente dudo que importe, el hombre simplemente lo hizo sin tener en cuenta nada mas. Es un acto egoista.
Buena redacción, bastante impoluta. Nada que objetar en ese sentido.
Sinceramente me ha gustado, pero creo que si hubiese sido mas imprevisible hubiese sido mejor,… no solo con el agua sino, buscandole una vuelta de tuerca, aun asi, me ha gustado y me lo e leido con facilidad.
no niego que sea algo predecible, pero no quería buscar la sorpresa del lector, sino el interrogante final
AH, entonces bien 😛
Tu prosa es tan común…
y eso es bueno o malo?
Es malo, o «no bueno», si quisiera ese tipo de prosa, preferiría tomar un libro de Poe, Zolá o Kafka.
Renovarse o morir jefe. Es por eso que en todas las artes se busca innovación, para no aburrirse con la misma mierda.
pues no me leas
A mi me gustan Poe, Zola y Kafka
por cierto, también lo he colgado aquí
http://7nalgas6anos.wordpress.com/2010/01/11/muerte-en-la-nieve/
Sencillo. Tétrico. Sublime. Emotivo. Genial
Se podría pensar que el hombre quería convertirse en un muñeco de nieve para su hija (lo que pondría en tela de juicio sus facultades mentales) o puede que tragara nieve para no sentirse hastiado y decepcionado de si mismo por no poder cumplir con una promesa (lo que nos lleva al paréntesis anterior).
Entre unas y otras los complejos de la existencia y las crisis que lo acompañan tienden a ser así: Un relato cuyo final solo entiende aquel que lo vive.
Me ha gustado mucho el relato, ha sido bueno para matar el tiempo.
Lascivo, te leo cuando escribes.
Y te digo que eres el mejor.
Tus relatos se leen bien, te entretienen y tienen argumento.
jo, Oskar… snif… te quiero!!!
va a parecer que te he pagado XD
eres más majo que las pesetas!
la verdad, eres uno de los escritores de esta página que más me gustan (y lo digo en serio). El otro es mi amigo Owen, que no por ser mi amigo, sino por lo bien que escribe (y otras mil cosas que sabe hacer con su don arístico) le convieten en alguien a quien admirar.
En tu caso, porque sueles innovar con el tema; vaya, la gente en general tiene un humor sencillo, pero el humor negro, bestia, satirico lo saben desarrollar pocas personas. Sí, estoy diciendo que eres de las pocas personas que consiguen hacerme reir con un relato xD
En cuanto a esta historia, buena narración, pero falta algo. Esa muerte, inexplicable, que tiene que encerrar de por sí algo macabro, doloroso, demente… Tienes que conseguir que al autor se le revuelva el estómago, que sea capaz de sentirlo y encuentre su «por qué».
Es solo un consejo, no digo demasiado porque ultimamente todo lo que escribo tiene un sentido demasiado subjetivo (error por mi parte, pues es dificil que llegue a todo el mundo), pero sí que sé de lo que hablo.
Bueno, disfruta del bibliote que he escrito xD