El Parto.
- publicado el 27/01/2011
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Recuerdos de Familia Cap 4: El último sacrificio
Todo era oscuridad cuando la puerta se cierra detrás de ellos con suficiente fuerza como para que los goznes de la puerta crujieran en el marco. Unos segundos después sus ojos se acostumbran a la penumbra logra ver lo que parecía su casa en cierto sentido, pero era muy diferente en muchos otros sentidos.
Para empezar el antes corto pasillo hacia la prístina cocina de Roberto ahora parecía extenderse por kilómetros. Y los cuadros de las paredes ya no eran fotos de la familiares sino que cuando Roberto pasó su mirada sobre ellos, se transformaron en horribles escenas teñidas de rojo: calles empapadas de sangre y lluvia que se la llevaba por las alcantarillas. Miembros humanos desperdigados por doquier y perros que se los llevaban entre sus afilados dientes como si fueran un premio.
La masacre ya acabo, pero…, pensó Roberto. Unas lágrimas cálidas empiezan a rodar por sus mejillas antes de que pudiera evitarlo. Ya acabó, pero ellas siguen muertas… y no volverán. De repente siente que sus piernas no pueden sostenerlo, que su vista se nubla y que la oscuridad lo envuelve desde todas direcciones… y él se deja llevar porque cree que se reunirá con su esposa y con su hija en algún idílico paraíso…
Excepto que cuando vuelve en sí no está en ningún paraíso sino en la carretera que usaba para regresar a casa antes de que su vida diera un giro completo y se convirtiera en una pesadilla.
Escucha un ruido a su derecha y cuando voltea se encuentra a menos de un metro de la cara sonriente de Elisa y sintió que el corazón le daba un vuelco en el pecho cuando vio a Marta jalarle suavemente el brazo para que el resto del cuerpo no le siguiera a su cabeza, que ya estaba mitad dentro mitad fuera del auto. Elisa todavía riendo metió la cabeza y se acomodó en el asiento. Para Roberto se veía como una princesa sentada en su trono.
Roberto estiró el brazo para tocarla, pero antes de que sus dedos pudieran alcanzarla algo en su cabeza hace clic y finalmente entiende donde está.
Las lágrimas empiezan a caer por sus mejillas de nuevo cuando empieza una llovía torrencial acompañada por ráfagas de viento que llegan, silbantes, desde el profuso bosque más allá de la carretera y de la zanja a la par de esta. Roberto sabe lo que va a ocurrir, pero no conoce los detalles.
Presiente que el momento se acerca cuando logra distinguir una camioneta negra, anónima, acercándose desde la otra dirección –todavía está lejos, pero se acerca rápido–. Marta no la había visto porque intentaba, con algo de rabia, limpiar el empañado parabrisas.
–¡Marta! –grirta Roberto. Roberto ha olvidado o ha decido olvidar que esto no es más que un sueño inducido.
La camioneta negra se cambia al carril en el que va Marta.
–¡Marta! –grita y de nuevo sus palabras se pierden en el vacío.
Entonces ocurre…
La camioneta negra y el cuatro puertas de Marta chocan y Roberto puede ver como la sorpresa y el miedo desfiguran el rostro de Marta en los pocos segundos que tuvo para reaccionar. Los cinturones de seguridad no soportan la fuerza y las bolsas no se activan, por lo menos eso era nuevo. Ahora todo transcurre como en sus pesadillas, pero esta vez Roberto también sentía que había muerto… o por lo menos gran parte de él.
Así que se que se acerca ellas… sin darse cuenta parte de que perdía un poco de su cordura cada segundo que pasaba viéndolas. El espanto que todavía se veía en sus rostros surcados de cortes y sus ojos vacíos desprovistos de su anterior intensidad que miraban al cielo, en el que la luz se iba poco a poco. Con cada mano cierra los ojos de cada una. Sus dedos llegan a los labios de cada una y la sensación de polvo y vidrio en sus dedos rompe finalmente ese fino hilo (¡despierta Roberto!) que lo había mantenido con la esperanza de superar perder lo que más había amado.
Se acuesta en el suelo junto a ellas y mientras mira las estrellas parece estar tan muerto como ellas. Ahora el sueño se cierne sobre él, siente paz y es tanto como morir que…
–¡Roberto!
Roberto abre los ojos y se encuentra con una cara muy cerca de la suya, esta cara parece familiar y se ve preocupada, quizá por él, aunque eso no le importa. Después de su sueño solo puede pensar en la puerta negra y en la criatura detrás de ella saliendo de su oscuro agujero. Esa criatura quizá podría devolverle Marta y a Elisa de nuevo, así podrían volver a ser la familia feliz que alguna vez había sido. Roberto no se imaginaba, no obstante, que esa criatura necesitaba un sacrificio más para lograr su cometido y que ese sacrificio era él.
Por el desconocido (¿Eddie?) lo ayudaba levantarse, mientras lo hacía no paraba de hablar, aunque Roberto no le ponía atención.
–…¡ah! estas bien Roberto…
Suena tan conocido, ¿he olvidado algo? pensó Roberto. Sin embargo la imagen de la puerta negra lo apagó casi al instante.
– Sí… lo que tú digas muchacho, pero debo irme.
Y antes de que el desconocido pudiese decir algo más Roberto se encontraba corriendo como no lo había hecho desde que era un joven y perseguía un balón de futbol en el parque.
Pocos minutos después –no estaba muy seguro como– estaba frente a lapuerta. Roberto deseaba abrir la puerta y reunirse de nuevo con su familia, pero algo lo detenía. De nuevo tenía la sensación de que había olvidado algo, probablemente importante, algo que quizá podría salvarlo, pero que podría ser, Roberto no lo sabía.
De repente la puerta se abrió y ahí estaban Marta y Elisa, sonrientes como si este fuese un día como cualquier otro y él simplemente estuviera regresando del trabajo.
–Bienvenido a casa –saludaron ambas al unisonó.
Roberto no sabía que decir, así que simplemente caminó hacia ellas y las abrazó. Sobre el hombro de Marta vio los dos grandes círculos rojos flotando en la oscuridad en una esquina de la habitación, pero Roberto los ignoró; después de todo ya tenía lo que quería y no dejaría ir nunca más.
Eddie buscó a Roberto por más tiempo del que puede recordar, pero cuando la casa repentinamente regresó a la normalidad supo que sería imposible. Se dejó a caer miserablemente en el suelo y se llevó las manos al rostro. Roberto había desaparecido y no estaba seguro si volvería.
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