Recuerdos de familia capitulo 3: la casa de Roberto

Cuando Eddie cruzó el umbral de la puerta y salió al porche persiguiendo a Roberto, quedó paralizado.

El normalmente tranquilo vecindario en el que había vivido toda su vida parecía ahora salido de alguna película de desastres. Se escuchaban gritos desde todas direcciones. Personas salían de sus casas gritando como si estuvieran en llamas –algunos de hecho lo estaban. La mayoría de ellos  tenían los brazos y las pernas en su totalidad surcados por profundas heridas. Otros habían perdido algún miembro y de ahí donde había estado ahora solo chorreaba sangre y colgaban tendones– ¿Cuándo pasó esto?, se preguntó Eddie, y ¿Cómo?

–Es eso que viene –dijo Roberto. Estaba parado en la acera viendo la escena con más ira que miedo–. Viene y necesita sacrificios. Muchos.

Por un momento Eddie no pudo decir nada. Los gritos no hacían más que aumentar en intensidad. Eddie pensó que se volvería loco. Cuando por fin puso hablar, gritó:

–Que se detenga que se detenga que se detenga…

Roberto se acerco a él y le dio unas palmadas en la espalda para tranquilizarlo.

–Si quieres que se detenga debes ayudarme, Eddie. Vamos.

Roberto empezó a empujar suavemente a Eddie hacia la calle cuando escucharon a alguien detrás de ellos.

–Eddie, ¿estás bien? No salgas, es peligroso. Vamos adentro.

–Lo siento. No puedo hacerlo (¿Qué tienes que hacer, Eddie?). Ayudar a Roberto. Entra a casa cariño y cierra todas las puertas y ventanas. No salgas hasta que yo vuelva –recomendó –el rogó Eddie y antes de que su esposa replicara–. Promételo.

Su esposa, Cecilia, se volteo sin decir palabra, entró en la casa y cerró la puerta con fuerza la puerta. Eddie la conocía muy  bien y sabia que su seriedad de antes era una fachada. Estaba llorando. Tengo mucho que explicar cuando vuelva, pensó Eddie. Si es que vuelvo, claro.

Ahora que se había encargado de eso, Eddie se dio la media vuelta y estuvo a punto de desmayarse al volver a enfrentar la escena que tenía al frente. Parecía un campo de batalla. Demasiada sangre.

Pero las sorpresas no terminaban ahí. Había un lugar en el que no pasaba nada, un lugar que parecía vigilar lo que pasaba a su alrededor con gusto. La Casa de Roberto.

La casa de Roberto era ciertamente la más vistosa de todo el vecindario ­–era de un estilo antiguo muy colorido, que le había valido una página entera en alguna revista de decoración–, pero eso solo hacía que pareciera mas tétrico el hecho d que nada estuviese ocurriendo en frente de ella. A Eddie le pareció, aunque no sabía por qué, que la casa no pertenecía ahí, que simplemente había separado las casas vecinas y se hubiera metido en medio. “Esa no es la casa de Roberto. Es algo diferente… y malo”. Y como confirmando sus palabras la casa se oscureció hasta fundirse con el cielo nocturno como si intentara asustarlo, hacerlo desistir. Eddie se cubrió los ojos como un niño escondiéndose de sus pesadillas, cuando se descubrió la cara la casa estaba de nuevo “normal”.

A pesar de todo Eddie se obligo a seguir caminado. El camino a la casa de Roberto parecía no terminar a pesar de que se encontraba al otro lado de la calle. “1,2,3, como cerdos al matadero, y aquí los esperamos” canturreaba una voz desde la dentro de la casa de Roberto. Era una niña.

Cuando la puerta de la casa se abrió de golpe casi arrancándose de sus goznes, la voz se detuvo de repente. Eddie se sobresalto a tal punto que sintió por un momento que las piernas ya no lo sostenían y que su vista se nublaba, pero después de unos segundos logró sobreponerse. Levantó la vista y ahí estaban los robles uno a cada lado de la entrada de la casa. Eddie los miró con más atención y de repente las ramas ya no eran ramas, eran espadas, muy afiladas; espadas que no dudarían en cortarlo en pedazos si se atrevía a pasar entre ellas. “Es una trampa”, pensó Eddie. “Esos robles son guardianes y si pasamos entre ellos…”. Eddie empezó a sentir verdadero pánico. No podía respirar.

–Debemos hacerlo Eddie –Roberto lo miraba directamente, dio un par de pasos y pasó  entre los arboles sin la menor sombra de miedo en su rostro. A continuación se volteo y miro la casa con resignada concentración–. Escuché a mi hija.

–Sí, yo también.

Con los ojos cerrados Eddie pasó corriendo entre los dos árboles (no sin alguna que otra imagen de sí mismo siendo mutilado por cientos de espadas) para al fin llegar a donde estaba Roberto esperándolo.

–Vamos Eddie. Hagámoslo.

Dicho esto corrieron hacia la casa, por el camino pavimentado, y saltaron hacia dentro de la casa como héroes de alguna película de acción. La puerta se cerró detrás de ellos, engulléndolos en la oscuridad. La casa pareció emitir un gruñido de arrebato. Ya tenía a su presa.

–Aquí siempre es medianoche– los recibía una voz desde lo más profundo de la casa. Otra voz familiar.

Afuera la Muerte continuaba segando vidas. Todos los vecinos que hasta ahora había llevado vidas comunes, morían a manos de los espíritus de sus seres queridos. Primero se habían ganado su confianza diciéndoles que regresaron solo para decirles que estaban bien en el más allá (“estoy bien y te extrañe tanto, bla, bla”) y cuando los humanos estaban cegados por la felicidad de verlos de nuevo los espíritus  los mataban –era tan fácil matarlos–. La última expresión de sus patéticas caras era de sorpresa especialmente, pero también había amor y perdón. Hacia reír a los espíritus.

Ah, todavía no son suficientes sacrificios…

parte 2

1 Comentario

  1. Lascivo dice:

    donde puedo leer los anteriores capítulos?

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