Es hora de morir (II)

Parte I

«¡Muerte a la diabólica Allegra Geller!»
eXistenZ.

-¡Bip! Hola.

-¡Bip! ¿Qué haces?

El densholograma de Hedy Lagarr se apoyó en el hombro de Leonard Áser.

-Actualizando la sala virtual de Brainbreaker, estoy ocupado, luego te veo. – Le dijo a la translúcida figura, sin apartar su rostro de las líneas de código que estaba programando.

Pulsó un botón y una animación de unos labios dando un beso y estallando en fuegos artificiales se estrelló contra el densholograma, acto seguido, apagó el H-Plasma-Proyector.

Se recostó contra el espaldar de su camilla. Necesitaba salir y despejarse, alejarse incluso de la melosa devoción que sentía esa joven por él. Ya acabaría luego lo que estaba haciendo. Necesitaba caminar, pasear inadvertido entre la muchedumbre, sentirse individuo y a la vez sentirse nada. Como un ejecutable de virus camuflado entre cientos de archivos normales.

Mientras caminaba, el suave y rítmico ruido de su mascarilla ( pues él no se había hecho la operación de filtro de pulmón, a pesar de que la sanidad pública lo cubría), le acunó poco a poco su mente, apaciguando esa ira y frustración contra todo, que otras veces había desembocado en melancolía y llanto, con una sensación de tristeza que no podía comprender; un nudo en la garganta que venía cada vez más a menudo a visitarlo, y que como un huésped indeseado, a veces no sabía como hacer para que se fuese. Simplemente esperaba a que se le pasara. Pero salir le estaba sirviendo como terapia.

Los anuncios de las calles iluminaban los rostros de la gente, Leonard los empezó a clasificar, según su aspecto físico, por el tipo de extensión que tendrían en uno de sus viejos ordenadores (los nuevos ordenadores estaban demasiado «capados» para los hacker, eran muy restrictivos en cuanto a seguridad y capacidad de maniobrar). Había señores elegantes que parecían ejecutivos, que tenían cara de .xls, otros jóvenes que podrían ser perfectamente unos .fla y aquel señor mayor podría ser un archivo con extensión .wpf, sonrió y tosió. Eso si que era viejo. Siguió perdiéndose entre las oscuras calles para encontrarse a sí mismo.

******

El HTTP: Bar Bar era el lugar elegido por Jemalah para introducir sus nuevas drogas de diseño. El bar reunía todas las características que un buen Distribuidor de Experiencias (como se autodenominaba), pudiera desear: era un sitio oscuro, discreto, situado en la parte baja de las grandes oficinas, dónde el stress hacía que pitase la válvula de la presión, pidiendo vias de evasión.

Ubicado a pocos minutos del Technospital, donde conseguir ciertas sustancias para sus creaciones y otro foco de clientes importantes. Si bien las enfermedades ya no eran como antaño, las reparaciones, actualizaciones y algún No Modificado anciano recibían sus atenciones en este tipo de centros. El cyberterio estaba al lado del Technospital por razones obvias.

Y por si fuera poco, estaba ubicado a sólo una parada en navebús del centro de rehabilitación para drogadictos y neodrogadictos, donde acababa gente de todo tipo: los de estratos más bajos por no poder salir de su condición, los trabajadores de clase media que no tenían valor para suicidarse rápidamente y lo intentaban de a poco o empezaban por sentir que tenían algún tipo de libertad y podían al menos elegir destruirse. Y los ricos por desidia y aburrimiento, en busca de nuevas experiencias para sus vídas que eran todo cáscara.

La música tipo post-electrópera industrial era la banda sonora que envolvía a los que se encontraban en el bar.

En la barra, un hombre que parecía sacado de alguna pelicula de acción del siglo XXI, una de bajo presupuesto, llevaba un buen rato sin probar su bebida, sólo haciendo tintinear los hielos de su vaso. Tenía tatuada una mano con un ojo en su cabeza afeitada. Su mirada era como una 50 AE, esas balas de aquella época antigua; una mirada dura, fría, penetrante, vieja y que buscaba el conflicto. Pero ahora mismo su mirada de bala, vagaba perdida sin objetivo, apuntando a algo lejano.

Pareciera que no pensara en nada, dejando la mente en blanco con ésa «habilidad» que los hombres tienen y las mujeres no han conseguido todavía entender. Algunas de ellas, suelen quedar desconcertadas cuando preguntan que en qué piensan y ellos les responden que en nada. ‘¿En nada? ¿Quién es capáz de no pensar en nada? ¿Ya no confía en ella?’ Ésas mujeres inseguras eran uno de los clientes favoritos de Jemalah, le encantaba ayudar a las pobres mujeres deprimidas por una relación, podía agregar el sexo como valor añadido a su producto con las que lo merecían. Había que mantener a la fuente de sus ingresos feliz.

Parecía que el hombre de la barra no pensara en nada, pero no hay que fiarse de un hombre que sigue usando esas anticuadas gabardinas de cuero, a saber que clase de loco era.

Jemalah llevaba rato observándolo, analizandolo, no de un modo concienzudo, sino dejando parte a su instinto. La otra parte estaba concentrada en la yonki que le estaba comiendo el cuello.

Si ése tío estaba allí, y por las pintas, seguro que tenía un trabajo poco legal o pertenecía a alguna organización con actividades… peculiares.
Seguro que a ése le gustaba jugar duro. Quizás pudiera ser el primero en probar su «Tri-Planet Eklipse». Bueno, el primero despues de sus mutantes de pruebas…

Apartó a la Yonki con su brazo biónico, apretando contra ella una bolsita que contenía un polvo morado dentro. Ése tercer brazo había sido su última modificación y realmente era muy útil.

Se acercó a la barra.

-Eh, ¿No estás un poco aburrido, aquí sólo en esta fiesta?- Le dijo Jemalah sonriendo al solitario forastero, y combinando la acción de sus tres brazos, agarró un vaso, la botella y unos hielos. Luego le dejó un chip al camarerobot.
El hombre de la barra siguió haciendo tintinear los hielos de su vaso.

– Esas enormes manos callosas revelan que debes trabajar muy duro, mucho stress, la responsabilidad, la presión de los jefes… ¿me equivoco?- Jemalah sabía que se estaba arriesgando demasiado, psicoanalizar a un posible psicópata no es buena idéa, pero confiaba en poder conectar con un potencial nuevo cliente.

Los hielos dejaron de moverse.

Silencio.

 

¡Bam!

El vaso golpeó la barra.

Silencio. Incomodo. Tenso.

 

La parte del instinto de Jemalah que estuvo con la yonki, volvió a el para decirle que quizás aquello no fuera muy buena idea. Aunque puede que ya fuese un poco tarde.

Su tercer brazo retiro la silla y se levantó lentamente.

-Bueno…eh, puede que prefieras estar sólo. Yo sólo quería ver si te podía animar un poco, ¿eh? ya sabes, con algo de «Stardust» o…a precio de amigo, por supuesto- Dijo el traficante mientras trastabillaba caminando hacia atrás, en busca de algún sitio seguro donde rehacer su pose de rey del mundo. La situación se le había ido de las manos. De las tres.

Cuando al final le dió la espalda, sintió la mirada que se le clavaba en la nuca. Palideció.

******

¡Blam!
Cerró la puerta de su habitación.
Tras esa puerta se sentía segura, sin tener que aguantar a la gente que estaba del otro lado.

Hedy empezó peinandose el mechón sintético, de modo que le tapara el ojo derecho, el que no era orgánico. peinarse la relajaba.

En el apartamento de lujo de sus padres sentía la frialdad de las normas impuestas, de lo que en su entorno social se consideraba correcto. No se había hecho tantas modificaciones como el dinero de sus padres le permitía, y eso le hacía sentirse algo mejor. A pesar de que sus padres velaran por ella e insistían en que se hiciese más modificaciones, por su bien. Tampoco usaba regularmente la máquina de volcado cerebral de datos, a pesar de lo costosa que era, en parte era porque el proceso no era muy agradable y le provocaba náuseas y por otra, porque todos esos avances de los ultimos dos siglos la deprimían.

Había leído que en un remoto pasado las cosas eran muy distintas, cuando aún habían tigres, elefantes, ballenas y demás seres fascinantes. La confrontación del mundo en el que vivía con el que soñaba, la sumían en unas depresiones terribles.

Sus padres, primero lo achacabron a una etapa adolescente, tampoco querían procurarle demasiados medícamentos, por los efectos secundarios. Pero sufrían por no verla felíz a pesar de que le habían proprocionado de todo, hasta un apartamento por encima de La Nube (los piso sobre la densa capa de polución alcanzaba precios prohibitivos).

Hedy tenía sus propios médios de evasión, a parte de soñar con aventuras y pintar cuadros con tonos tristes, conectada a Hiloramas (una de las varias redes existentes), encontró a Leonard. Un joven, que con su dialéctica anarkonnected, le hizo ver en él al rebelde idealizado, se sintió comprendida y volcó sus sentimientos en el.

Dejó el cepillo.

Agarró un aplicador para gotas de ojo que le sujetaba los párpados, y sacó una bolsita de su escote, se puso en posición y vertió unas finas sales de color morado por el dispensador. Aguantó el escozor. Se diluyeron rápidamente y empezó a ver borroso y en tonos malva, de ahí que el dieran a esa droga el nombre de «Purple Haze». Guardó el aplicador y escondió la bolsita.

La consiguió a buen precio, sólo tuvo que darse un lote con aquel camello, para alimentar su ya crecido orgullo, aunque había que reconocer que el cabrón tenía un buen culo y no besaba mal, pero ése tercer brazo la hacía sentír íncómoda, puede que a otras les gustase, pero no a Hedy.

Sabía manejar a los de su calaña, esos chulitos que se creen que se sabe todos los trucos y que se las dan de mucho para cubrir lo patéticos que son en realidad. Dan asco.

Le hirió un poco el amor propio cuando se dió cuenta de que no le estaba prestando toda la atención y la apartó a un lado.

Aunque hacía buena droga, si señor.

Entró en el emulador de internet, el clásico, y abrió un enlace directo a un archivo que le gustaba poner a todo volumen para estas ocasiones:

goo.gl/jAlWO

Era una suerte que hubiesen perdurado documentos sonoros como aquel.
Los efectos se empezaron a notar y se tumbó en la cama para abandonarse a las sensaciones que recorrían su cuerpo, circuitos y mente.

******

Se sentía mareado. Sandro Mile no estaba acostumbrado a ese tipo de viajes. Hoy su chófer no podía acudir y su nave privada no funcionaba, y el trayecto hasta las oficina en el transporte público le daban náuseas. Pareciera que justo ese día, todo se confabulase en su contra.

Siempre había tratado de hacer las cosas bien. Gracias a su mentalidad centrada en su esfuerzo había triunfado. No le debía nada a nadie, y estar entre esa gente que trataba de vivir de la misericordia del sistema que les daba las mismas oportunidades que él tuvo, sin ningún esfuerzo, para simplemente vivir envidiando lo que no han conseguido, le hacían arrugar los rasgos europeos de su rostro.

Respiró profundamente, el sensor de emociones de su anillo se estaba poniendo rojo.

Se relajó, pues no tenía nada de lo que preocuparse, de todas maneras a todas esas personas, tanto a las mediocres sanguijuelas y a las que se lo merecían de verdad, él les proporcionaría la solución. Para eso madrugaba cada mañana, para eso se quedaba hasta tarde en la oficina.

Aunque en el fondo, la verdadera razón de todo su esfuerzo era por su hija adoptiva. Ella era como un spaxel defectuoso (Medida de espacio que captura un mililítro cúbico de sustancia del H-Plasma Proyector) en una sala de proyección último modelo. Ésa pequeña mácula que dañaba su sonrisa perfecta.

Si lograba reparar esas depresiones en las que caía, arreglaría los llantos nocturnos de su mujer, su presión en el trabajo, y su vida sería definitivamente perfecta. Extrañamente ni estimulantes, ni anti depresivos ni excitantes lograban sacarla de ese estado derrotista de profunda agonía. Psicólogos, neurólogos, afirmaban que cada vez era más frecuente, la enfermedad de ése siglo.

Empresas WandWave, le había contratado por sus altísimas notas en Quimica bio-electrónica. De hecho, ellos financiaban el proyecto que durante los últimos 2 años lo había tenido absorbido.

Un nuevo producto que revolucionaría el mercado, la vida y a la humanidad.

Y hoy era el día de presentación del prototipo. Aún no lo había probado en su hijastra, su madre no lo permitiría. No hasta que no estuviese más avanzado el proyecto y viese resultados en otras personas antes.

-Próxima parada, Estación Asclepio Ding! -Sfoosh-

Cuando entró al querido edificio de su empresa, el aire acondicionado y filtrado desde más arriba de La Nube, purificado con un compuesto químico tambíen de su invención, le llenó de paz los pulmones, como un pez que vuelve a su elemento tras estar boqueando fuera del agua.

Subió en la plataforma elevadora transparente y con un gesto de su brazo controló la aceleración. Fué hasta la última planta donde Sam Addest, el guardia amargado, le esperaba con su lacónica expresión. Se dirigío hacia la ventana donde estaban reunidos unos directivos.

Pasó de largo directo hacia la ventana, contempló a traves de la cristalera como La Nube abría un claro, lo cual era totalmente inusual, y dejaba ver la magnificente vista de toda la ciudad al amanecer, bajo sus pies, arrodilándose frente al que, cual Prometeo, robaría de las manos de los dioses algo muy preciado, para entregárselo a la humanidad:

La Felicidad Eterna.

Se giró hacia el resto de los que se hallaban en la sala, pronunciando de tal modo que las palabras tomaron el cariz de las sentencias que resuenan con fuerza en la eternidad, pasando a la historia, diciendo:

«-¿Buscan la Felicidad? Yo la daré; programada a partir de la pequeña maravilla que aquí dejo.»

city

newowen
Últimas entradas de newowen (ver todo)

3 Comentarios

  1. newowen dice:

    Hola, esta es la segunda parte de un relato conjunto con Amelie,
    Para leer la primera parte:
    https://sopaderelatos.com/2011/02/18/es-hora-de-morir/

    Ha pasado mucho tiempo desde la primera entrada, pero parece que ya voy teniendo tiempo para retomar el proyecto.

    Esperamos que os guste

  2. newowen dice:

    Comentarios:

    Los nombres de los personajes, como ya se habrá dado cuenta algún avispado lector,
    juegan con la inicial y el apellido, L.Áser, S.Mile etc… 😛
    El caso de Hedy Lagarr es en honor de Hedy Lamarr, una gran mujer.

    http://es.wikipedia.org/wiki/Hedy_Lamarr

    y Jemalah es una transliteración de camello,
    en algún idioma que no recuerdo en este momento cual fué.
    Probablemente árabe.

    El H-Plasma Proyector es un cacharro ficticio que emite hectoplasma
    y le da forma, aunque a veces hay zonas en las que no se condensa bien
    ese hectoplasma, como en los spáxels defectuosos del relato.

  3. Yizeh dice:

    Me encanta, sobre todo teniendo en cuenta que dais un capítulo anual. Eso crea mucho misterio, ¡maldita sea! ¿Me haréis esperar mucho para el siguiente?

Deja un comentario

Tu dirección de email no será publicada