El tirador de élite.

Lo habían movilizado en enero de 1937; al ser cazador lo destinaron al frente y lo entrenaron como tirador de élite. No había tenido más remedio que matar a otros que, como él, también eran tiradores escogidos, pero nunca disparó contra soldados que apenas sabían cargar el fusil. Él y sus compañeros, comían, bebían y fumaban, todo lo que querían; la mayoría, estaban alcoholizados, lo que hacía que ahora no probase una gota de alcohol desde que fue pasado a la reserva, a consecuencia de una bala que se le alojó cerca de la médula espinal y que los médicos no pudieron extraer hasta años más tarde por el peligro que hubiese tenido para su vida. Contaba su experiencia en la guerra sin odio, sin rencor ni sentimiento de venganza hacia las otras personas que, en el otro bando y como él, habían participado en una guerra que la inmensa mayoría no había deseado que ocurriese.

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1 Comentario

  1. Gonzalo López Sánchez dice:

    Este pequeño texto consigue transmitir resignación y una cierta cercanía del autor por lo que está escribiendo. Está bien escrito en general y resulta agradable leerlo. Pero esta píldora apenas deja un regustillo en el paladar. Echo en falta palabras más originales o contundentes, o más poesía, o una historia condensada. Es una fotografía, pero le falta para ser microrrelato.

    ¡Un saludo!

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