El «tempo» del ahorcado

En la horca negra bailan, amable manco, bailan los paladines, los descarnados danzarines del diablo…

Arthur Rimbaud

Tempo (en plural, tempi): en terminología musical, aire o movimiento con que debe ejecutarse una pieza de música y que presenta diversas escalas.

Largo/moderato: Corre un vientecillo por los olivares, una brisa muy suave, quizá del sur, y los pies de Amancio Aguilar se mecen a veinte negras por minuto. Es un ritmo muy lento, pero si arrecia pueden alcanzar las treinta negras por minuto. El tartaleo del ciclomotor espanta a los mirlos y a los gorriones y a las alondras, y al oírlo asomar por la vereda, los perros ladran, ladran a los pies de Amancio Aguilar. El caporal ve al señorito Aguilar con la maroma al cuello y ensopado en sangre, entonces suelta el ciclomotor y se santigua dos veces. Él lo sabía. Cuando encontró a la mula de Amancio Aguilar cosida a tiros en el gallinero, sabía que pronto correría más sangre y que no sería de animal; por eso se santigua dos veces. A los gallinazos que la picoteaban tuvo que patearlos más de una vez; algunos soltaban muchas plumas cuando los pateaban, soltaban muchas plumas y cacareaban como viejas o sacudían los alerones. Otros no. La sangre de mula tiene un olor así como dulzón y un poco seco, como el oloroso, y algunos gallinazos se amansan y guardan un silencio casi cómplice y comprometedor. La mula de Amancio Aguilar estaba espatarrada con el tripón hacia arriba y los gusarapos se afanaban por acabar pronto, se afanaban muy discretos y muy cumplidos, como funcionarios de la muerte. Entonces el caporal leyó mil veces la sangre sobre el tripón: “tonto el que lo lea, tonto el que lo lea, tonto el que lo lea”, con caligrafía de preescolar… “tonto el que lo lea…” y se santiguó dos o tres veces. El tripón de la mula era muy peludo y muy blandito y los zagales se hubieran entretenido contándole los balazos, hasta siete o hasta ocho o hasta seis, hasta donde sepan contar…

Lentísimo: Corre un vientecillo muy fino por los olivares, un vientecillo quizá del este, y los pies de Amancio se mueven a quince negras por minuto. Es un tiempo muy lento. “No es la rama más fuerte…”, piensa el caporal, “quizá dudó, dudó si elegir la más fuerte…” El caporal metió a los gallinazos junto a la mula y los gusarapos y atrancó el gallinero con dos aldabas. Luego, cuando se acostumbró al sonido del ciclomotor, volvió a oír a los gallinazos dentro de su cabeza, los oyó hasta que llegó a la venta y se tomó dos finos, “de nada, a servir”, se los tuvo que tomar porque las sienes le apretaban, se los tomó y preguntó por el señorito Aguilar. Cuando le encontró, el caporal se le acercó y le habló con mucho respeto, le habló casi sin mover los labios. Amancio Aguilar no le interrumpió; cuando el caporal terminó de hablarle se levantó, pagó la ronda y se despidió, “buenas noches, buenas noches”. Salió con el semblante muy serio y muy pálido, como un torero empitonado, y el caporal le dejó marchar, “como mande señorito”, entonces comenzó a empujar el ciclomotor por la vereda y los gallinazos volvieron a sonar…

Larghissimo: Corre un vientecillo muy suave por los olivares, un vientecillo del norte, algo triste y quizá esperanzador, y al señorito Aguilar los pies se le mueven diez negras por minuto, es un tempo extremadamente lento, que provoca mucha paz y sosiego. El caporal, donde la Virtudes, donde el olorcillo tristón de la carne, donde los puros y las casacas desabrochadas, reconoció al teniente Sanromán; “avisado queda”, le reconoció por el olor a pólvora, “que no se acerque a hembra ajena”, le reconoció al devolver las garrafas de gasolina, “que no se acerque o le mando con la mula”, y luego se despidió: “diosteguarde Virtudes, de nada, a mandar”, entonces el ciclomotor subió por la vereda y el aire y la mula y, aún en su oscuridad natural, la sangre, fueron quedándose atrás…

Non troppo: Corre un viento que no es ni del norte ni del este ni del sur, quizá del oeste, y a Amancio Aguilar los pies ni se le mueven apenas ni la única sangre que le corre es suya. La sangre humana no suele ser tan pacificadora como la de mula, la sangre humana, si sale, busca más sangre y si no la encuentra se cuaja y se convierte en una mancha triste y ferruginosa y casi vergonzosa. Cuando el caporal encuentra la cachicuerna con la sangre del teniente Sanromán los perros inundan el aire por debajo del sonido, lo inundan de gemidos acusadores, gemidos sordos y sin aliento. La cachicuerna está abierta unos cuarenta y cinco o cincuenta o sesenta grados. En todo caso, el ángulo que separa al hombre del asesino es mucho menor: a los diez grados, a un hombre se le secan los ojos y se le turba un poco la vista, aunque guarde buenos sentimientos; a los veinte, el pulso le late como un conejo y suda; a los cuarenta y cinco empieza a descabezar, pero aún le acobardan las dudas; a los noventa grados ya ha recorrido la mitad del camino, la mitad más larga, y ni se puede ni se quiere volver atrás… El caporal envuelve la cachicuerna en su pañuelo y se la guarda en el bolsillo superior, se la guarda y la cachicuerna y el pañuelo y la sangre y todo le late como un segundo corazón, entonces los perros lo inundan todo, lo inundan con un gemido subsónico, con un gemido finísimo y reprobador…

Morendo: No corre brisa ninguna, ni del sur ni del este ni del norte ni del oeste… y a Amancio Aguilar los pies no se le mueven. El balanceo de los ahorcados tiene su propio ritmo, unos más alegres, otros más solemnes, pero, por más que les soplen o les empujen, cada cual sigue su propio compás, su propio compás, su propio compás, su propio compás, su propio compás, su propio compás, su propio compás, su propio compás, su propio compás, su propio compás, su propio compás, su propio compás, su propio compás, su propio compás, su propio compás, su propio compás, su propio compás, su propio compás su propio compás, su propio compás, su propio compás, su propio compás, su propio compás, su propio compás, su propio compás, su propio compás, su propio compás, su propio compás, su propio compás, su propio compás, su propio compás, su propio compás, su propio compás, su propio compás, su propio compás

 

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