Sonrisa perpetua

Se fijó en ella desde el primer momento y no dudó en acercarse, retirarle el pelo y decirle al oído: «Vine por tu sonrisa, me quedo porque quiero verla todos los días.» Ella, tan fría como enero, contestó: «Atrévete a escribir esa frase en la fachada de enfrente de mi casa, y será tuya para siempre.» A partir de entonces, esa sería la frase que le haría sonreír hasta en el más gris de los días.

Gemma
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